La jornada teatral, organizada por Casa de las Américas, acaba de
ratificar su coherencia, formidable organización y respaldo del
público. Selecciono dos espectáculos de la variada programación de
Mayo Teatral.
Juan Bosch (1909- 2001) —escritor y político muy respetado en su
República Dominicana y también en Cuba— llegó a Mayo Teatral por
entrañable vía. Su nieta, María Isabel Bosch, ofreció una versión
escénica de tres de sus relatos. Con pocas pretensiones
espectaculares, pero buen gusto y ligereza en el movimiento
escénico, logró recrear la atmósfera literaria de este maestro de la
narrativa. María Isabel —a caballo por momentos entre la Narración
Oral y lo estrictamente teatral— se apoya en su carisma y en la
incorporación (por momentos rústica , elemental, ingenua) de
diversas situaciones y personajes.
Mayo Teatral rindió amplio y coherente homenaje al centenario de
nuestro Virgilio Piñera. Pude asistir a la última función de la
temporada de Aire Frío en la sala Argos Teatro y le confiero
la categoría de acontecimiento. Carlos Celdrán realizó una
inteligente dramaturgia del texto, prescindiendo de datos históricos
puntuales pero con un profundo respeto y una sabia apropiación de
los elementos familiares, sociales y sobre todo de educación
sentimental de los cubanos que palpitan en la obra maestra de Piñera.
Con la excepción de la escena de la despedida del protagonista
Oscar, cuando parte hacia la Argentina y donde el notable desempeño
de Alexander Díaz se empaña fugazmente por una falta de nitidez y
puede que algún exceso en el llanto; en todo lo demás Aire Frío
me conmueve hasta al borde de las lágrimas, y revela una labor
madura, plena, un espectáculo emotivo que además roza la perfección.
El diseño de luces de Manolo Garriga, más que apoyar, protagoniza
las nítidas transiciones de una puesta en escena ejemplarmente
compuesta, donde la naturalidad del decir cotidiano y la extensa
vida de los personajes sobre el escenario están sustentados en una
magistral dirección de actores. Alaín Ortiz acierta en una
escenografía que recurre a lo feo, lo desvencijado con mesura y
exactitud.
Dentro del alto nivel del elenco sobresalen Pancho García y
Yuliet Cruz. El consagrado intérprete —a pocos meses de recibir el
Premio Nacional de Teatro— ofrece un despliegue impresionante de
técnica teatral, asumida con tanta frescura y sensibilidad que se
hace invisible. Pancho administra sus energías, y dota al padre
Ángel Romaguera de una humanidad, una nítida complejidad emocional
inmejorables.
Yuliet Cruz —que ya había demostrado su poderoso crecimiento en
espectáculos anteriores de Argos como Reino dividido y
Talco— alcanza aquí un grado de franca consagración. Su Luz
Marina ejemplifica de manera radiante las exploraciones de Celdrán
en cuanto al arte del intérprete; la combinación de la
interiorización psicológica con el acento social de posturas y sabia
movilización de los recursos gestuales, los matices de la voz; la
mágica convivencia de intencionalidad y encanto.
Aplaudo que el reciente Mayo Teatral se haya centrado en Piñera y
que una puesta en escena rotunda como Aire Frío nos haga
comprender aún mejor su grandeza como dramaturgo.