Ediciones
Vigía, con el exquisito gusto de sus libros manufacturados, publicó
Mujer Azul de la notable narradora cubana Laidi Fernández de
Juan.
Ya he señalado en alguna parte cómo las escritoras de nuestro
país han rebasado esa fase autocompasiva que alguna vez las
caracterizó, para dotar a sus personajes femeninos de esa fuerza que
otorga el empoderamiento, aun cuando este solo se manifieste en las
actitudes y en los parlamentos que las van convirtiendo en dueñas de
sus propias palabras para interpretar el espacio tanto público como
privado.
Esta tendencia es particularmente evidente en el título que
comentamos: una excelente muestra de auténtica toma de posesión ante
los prejuicios circundantes asumida por una protagonista que,
bautizada por su autora con el nombre de María E., no se parece a
ninguna otra de las muchas y variadas que pueblan la narrativa
femenina tanto cubana como extranjera.
Laidi Fernández de Juan tiene el don de la emotiva autenticidad
aun cuando el humor haya sido siempre su sello identificativo, pero
al leer con detenimiento esta Mujer Azul percibiremos que,
tras la sonrisa que el ingenio de la autora consigue arrancarnos, se
esconde también una colérica tristeza, la insumisión, la delicada
poesía con que su María E. cobra vida para tratar de cambiar un
mundo en el que todavía predomina el pensamiento patriarcal.
La amistad, el esoterismo, la maternidad desdoblada en la voz del
hijo, el arduo acto de la creación literaria y la búsqueda de la
felicidad personal constituyen los grandes temas que Laidi defiende
a través de unos textos técnicamente impecables y en los que el
monólogo directo o indirecto le permiten mostrar sus indudables
dotes para un difícil género: el cuento, aun cuando en este caso sea
posible atisbar la unidad estilística y temática que la acercan con
cautela a los límites de un boceto de novela.
Me complacen los ocho textos reunidos en el bello volumen
ilustrado por Sandra Rodríguez, pero es quizás el que da título a la
colección el más atrevido por cuanto la mujer que vive entre sus
páginas tiene la "desfachatez" de enorgullecerse de una sexualidad
diferente a la trazada por las construcciones sociales y denunciar
la rigidez de un pensamiento que involucra también el entorno que la
rodea y aplasta.
En Ciertos temas se aborda también de una manera sui-géneris,
y con exquisita ironía, la necesidad de una mujer dispuesta a
escribir de abandonar los tópicos con que la crítica y el mercado
pretenden encasillar la literatura de género, mientras La Estatua de
la Diosa parece afiliarse a ese borramiento de fronteras entre los
géneros con que algunos identifican al minicuento.
Ya Laidi Fernández nos había dado a conocer La vida tomada de
María E. donde el humor y la sátira predominan sobre esta sutil
poesía de la rebelión que recorre las páginas de Mujer Azul
gracias a la mejor conseguida reunión de las piezas que componen a
este último.
Si libros como Oh Vida o La hija de Darío afirmaban
a esta autora como una de las imprescindibles cuando de escritura de
género se trata, Mujer Azul es la revelación de ese yo que
Fernández de Juan se ha permitido mostrar desde la rabia y la
insubordinación y, he aquí, en mi opinión, lo que diferencia a este
de toda su obra anterior.
No debemos pasar por alto el mensaje de estos cuentos seductores
porque tanto mujeres como hombres encontraremos en ellos el reflejo
que nos devuelve el espejo cuando somos capaces de desprendernos de
nuestro maquillaje con el valor necesario para un
autorreconocimiento audaz e incitador a la transformación necesaria.