Tu
rosa es una rosaleda/ Tus palabras son el florecimiento del corazón/
Tu mano es como una brisa cálida detrás del frío/ Y tu presencia es
realmente el olor a azúcar en una isla lejana.
La
rosa, la brisa cálida, el azúcar, fueron motivos inspiradores del
poeta iraní Hassan Makaremi cuando hace cuatro años, en la necesidad
del verso, se le antojó Cuba. "Entonces ni pensábamos venir por
aquí".
Así contó en el último de sus encuentros con el público cubano,
el polifacético artista del que se dice con frecuencia que tiene el
don de poner sus ideales en colores y que llegó hasta La Habana para
constatarlo, al presentar una muestra de su obra plástica en el
contexto de la pasada Semana de Cine Iraní.
El espacio ofrecido en la UNEAC para invitarlo a compartir poemas
suyos y a homenajear a Hafez, el poeta de Shiraz, conocido como uno
de los más grandes bardos persas de todos los tiempos y del que
Makaremi es contumaz estudioso, fue también oportuno para que
vertiera sus impresiones sobre la acogida que le mostrara por estos
días el público cubano a este intelectual.
"La UNESCO esperó a que yo cumpliera 59 años para invitarme a
hacer un discurso público. La prensa francesa esperó a que yo
tuviera 62 años para dedicar un artículo a mis estudios sobre la
cultura persa, y en cinco días que he pasado en Cuba mis amigos han
creado un libro para que los cubanos expresen sus sentimientos
acerca de mi obra. He tenido la suerte de leer todo lo que han
dicho, y en cuatro o cinco días los cubanos la han comprendido,
mientras que los grandes periodistas franceses demoraron 30 años
para hacerlo".
Basta observar las expresiones de su rostro y el tono de sus
palabras para aprehender, antes de que nos llegue con la traducción,
el mensaje exacto de la lengua francesa y de la persa con las que se
comunica, cuánta vehemencia hay en su agradecimiento y cuánta
admiración al hablar de esa pasión suya por Hafez.
No resultándole suficiente traernos como valiosa ofrenda la
poesía del gran lírico —autor de esas composiciones poéticas
llamadas ghazales, en las que sublimó el amor y criticó la
hipocresía de los líderes religiosos musulmanes— disertó sobre los
niveles de comprensión que usa para estudiar esos textos antiguos a
los que les aplica el método —que también emplea en su condición de
psicoanalista— de leer y escuchar entre líneas.
Da gusto ver la fuerza que imprime a sus palabras para
convencernos de que "este poeta que hoy día es comparado con Dante o
Shakespeare y que fue capaz de romper las fronteras geográficas de
su país, supo utilizar el arte para concentrar en su expresión la
belleza de su cultura".
Pero Makaremi quiere dejar en Cuba también un hálito de la poesía
que él y su esposa, "construyen" cada día. El amor y la vida en su
cotidianidad, como constante fuente de energías, están bien
representados en un libro que muestra a los presentes y que
conformado a cuatro manos por la pareja recoge, adornados con
dibujos, textos que convierte él en poemas caligrafiados después de
haber recogido ella en una pequeña libreta, y por recomendación
suya, "todas las ideas bellas que me pasan por la mente".
"Yo soy el vuelo del amor/ y tú eres la mirada de ese vuelo":
rezan los versos con los que el poeta cierra el efusivo discurso que
el público aplaude, como si, después de hallar en ese encuentro
tanta belleza, volaran también las palabras para agradecerlo con la
mudez de la emoción.