Lo que no pueden perdonarnos los imperialistas
El
15 de abril de 1961, aviones mercenarios bombardearon Ciudad
Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba con el
propósito de liquidar nuestras escasas naves de combate, sembrar el
terror y de ese modo abrir las puertas a los mercenarios que venían
para restaurar sus fueros y privilegios. Sin embargo, todos sus
estudios y sus cálculos fallaron.
Al día siguiente, Fidel había llamado a defender nuestras
conquistas no solo con los brazos, sino también con los corazones y
durante el sepelio de los soldados y milicianos de la Patria caídos
por los arteros ataques, desde la tribuna levantada en 12 y 23 en el
Vedado, afirmaría: "Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos
ahí en sus narices, ¡y que hayamos hecho una Revolución Socialista
en las propias narices de los Estados Unidos!... Esa Revolución no
la defendemos con mercenarios, esa Revolución la defendemos con los
hombres y las mujeres del pueblo".
Han pasado más de 50 años y la unidad del pueblo junto a Fidel,
Raúl, el Partido y el Estado Socialista, la politización de millones
de cubanos que apenas comenzaban un largo camino, así como las
generaciones que han ido surgiendo, hicieron posible que estemos
aquí resistiendo todos los embates de la obtusa política
norteamericana, como se ha visto ahora reflejado en Cartagena de
Indias, incluyendo el criminal bloqueo que desde entonces nos impuso
el imperialismo yanki.
Grandes fueron los peligros, no menores los que vinieron después
y grandes son también los retos de hoy, cuando el poder hegemónico
hace y deshace y siembra en el mundo la destrucción y la muerte, en
nombre de hipócritas conceptos "humanitarios" que nunca han conocido
los pueblos sometidos al gran capital, ni decenas de millones de los
propios ciudadanos de Norteamérica que pagan en su carne el
monstruoso comportamiento de un sistema cuyos mecanismos lo
incapacitan para defender la causa de las mayorías.
Grandes son los obstáculos de nuestra época, pero son más
poderosos el valor de todo un pueblo y la voluntad de perfeccionar
nuestra democracia y defender nuestro socialismo, que no cayó del
cielo, que es una consecuencia dialéctica del desarrollo, la madurez
y la valentía de los que aquel 16 de abril y en todos estos años
levantamos nuestras armas, nuestros brazos y nuestros corazones en
defensa de la soberanía nacional, la sociedad que hemos creado y por
el porvenir en un mundo justo y solidario.
La proclamación del carácter socialista de la Revolución aquel 16
de abril de 1961 fue un punto culminante en el acelerado proceso de
ascenso y maduración de la conciencia política de nuestro pueblo,
que en medio de una aguda lucha de clases, en defensa de su vida y
su futuro, había arrancado de raíz, en un paso increíblemente corto,
todo el adoctrinamiento reaccionario, todos los mitos de la
ideología burguesa y toda la podredumbre del anticomunismo a que
había sido sometido durante décadas por los imperialistas yankis y
la oligarquía criolla.
A partir de ese momento, como dijo Fidel, "nació realmente
nuestro Partido marxista-leninista; a partir de aquella fecha el
socialismo quedó para siempre cimentado con la sangre de nuestros
obreros, campesinos y estudiantes...".
Cincuenta años después, el 16 de abril del 2011, tuvo lugar el
inicio del VI Congreso del Partido, concentrado en la solución de
los problemas de la economía y en las decisiones fundamentales de la
actualización del modelo económico cubano, con la adopción de los
Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la
Revolución, en los que el pueblo, con pleno ejercicio democrático,
expresó sus valoraciones y propuestas en diversos espacios de debate
popular sobre el futuro del desarrollo socioeconómico cubano.
Y una vez más, con entera libertad, definió el rumbo de su lucha
por la independencia y el socialismo. |