Usando
términos beisboleros, puede decirse que la fase eliminatoria de las
elecciones presidenciales de Estados Unidos ha concluido, aunque
oficialmente no terminará hasta que formalmente sean nominados Mitt
Romney y Barack Obama como candidatos a la presidencia, en las
respectivas convenciones nacionales de sus partidos a fines de
agosto y principios de septiembre próximos.
El anuncio hecho por Rick Santorum el pasado martes 10 de abril
de que "suspendía" su campaña electoral, determinó la retirada del
único rival de alguna consideración que todavía disputaba a Mitt
Romney el derecho a la nominación por el Partido Republicano. Ni
Newt Gingrich ni Ron Paul, los únicos otros dos aspirantes que se
mantienen y quienes han declarado que continuarán en la lucha,
tienen posibilidad alguna de entorpecer la segura nominación de
Romney. Hasta el cheque por 500 dólares que el equipo de campaña de
Gingrich envío para formalizar su registro en la boleta de la última
elección primaria de la campaña, la de Utah el 26 de junio, rebotó
por falta de fondos.
Hay dos razones fundamentales para la decisión de Santorum. Una,
las presiones de los dirigentes republicanos para que dejara libre
el camino a Romney y permitirle concentrarse en organizar el ataque
a Obama. En realidad, Santorum solamente representaba la candidatura
"anti-Romney" del sector más conservador del Partido Republicano. La
otra, que ya estaba sin dinero, sumido en deudas y sin posibilidad
de contrarrestar la ofensiva propagandística multimillonaria que
Romney había montado para las primarias del 24 de abril próximo en
Pennsylvania, el estado base de Santorum.
Efectivamente, como es usual, Santorum "suspendía" su campaña y
no se retiraba oficialmente de la contienda porque, aunque de facto
le pone fin, las regulaciones electorales le permiten continuar
recaudando dinero para pagar las deudas acumuladas y hasta mantener
un fondo a emplear en cualquier futuro empeño electoral.
Inmediatamente después de anunciar la "suspensión", Santorum envío
una carta pidiendo contribuciones financieras a sus partidarios para
pagar las deudas de la campaña, alegando que con esa "carga" no
tendría libertad para concentrarse en ayudar a derrotar a Obama. En
los próximos años no existe un horizonte que le abra las puertas
para aspirar a cargos electivos como gobernador, miembro del Senado
federal y, mucho menos, como presidente del país. Tampoco es
concebible que sea elegido en la próxima Convención republicana como
compañero de fórmula de Romney.
Con el camino despejado para la nominación, Romney pudo darse el
lujo de cancelar una campaña de publicidad por 2,9 millones de
dólares programada para las primarias de Pennsylvania. También
recibió el apoyo de prominentes figuras conservadoras republicanas,
algunas de ellas que ya se manejan como posibles aspirantes a la
presidencia en el 2016, tales como los gobernadores Bobby Jindal, de
Louisiana, y Rick Scout, de la Florida, y el senador Patrick J.
Toomey, de Pennsylvania.
La retirada de Santorum implica que, según la tradición política
bipartidista norteamericana, Mitt Romney, por su condición de
candidato presidencial, se ha convertido en el principal líder del
Partido Republicano y a él se subordina toda la estructura
partidista. La tarea inmediata de Romney será la de incrementar los
esfuerzos de recaudación de fondos para el resto de la campaña
electoral. Ya podrá ahorrarse, como en el caso de Pennsylvania,
grandes sumas en combatir contra los retadores en su propio partido
y, además, contará con los fondos del Comité Nacional Republicano.
Romney se beneficiará también del apoyo de algunos SuperPacs, el
mayor de todos, "American Crossroads", con más de 200 millones de
dólares a su disposición, se apresta a iniciar una fuerte campaña
desde mayo hasta julio, para influir en los electores antes del
inicio de la fase de elección general, que comenzará a partir del 4
de septiembre. Ed Gillespie, uno de los fundadores de "American
Crossroads", acaba de incorporarse como asesor al equipo de campaña
de Romney. Otro importante SuperPac que favorecerá a Romney es "Restore
Our Future".
La principal preocupación de Romney en este momento la constituye
el rechazo de los elementos conservadores fiscales y sociales, y de
los evangélicos fundamentalistas, quienes aún no se han reconciliado
con lo que consideran las veleidades de Romney en asuntos de mayor
interés para ese sector, tales como la reducción de impuestos
federales, la no intervención estatal en la actividad empresarial,
el aborto, el matrimonio de parejas de un mismo sexo, la reforma del
sistema de salud y otros de similar categoría.
El rechazo a Romney en esta colectividad se revela en el hecho de
que de los 36 comicios primarios celebrados entre el primero en Iowa
el 3 de enero y los últimos en el Distrito de Columbia, Maryland y
Wisconsin el pasado 3 de abril, Romney solamente obtuvo más del 50 %
de los votos en siete de ellos, de los cuales tres fueron los
territorios coloniales de Guam, Samoa y Puerto Rico, que no
participan en la elección presidencial del 6 de noviembre. De los
restantes 29, ganó 17 por mayoría simple; es decir, que el conjunto
de sus rivales consiguió en cada uno de ellos más del 50 % de los
votos. Los restantes 11 fueron ganados por Santorum y uno por
Gingrich; todos, salvo uno, por mayoría simple.
Aunque este resultado no puede extrapolarse a la elección general
de noviembre, lo real es que sin un buen apoyo del sector
republicano más conservador, será muy difícil para Romney resultar
electo como presidente. Y los que votaron por Santorum, Gingrich y
Paul en estas primarias han sido vencidos en esta fase, pero no
aparecen convencidos de la necesidad de votar por Romney para
presidente. Se mantiene la confrontación entre este minoritario pero
importante grupo de republicanos de la base y los líderes del
establishment, que sí han expresado un sólido respaldo a Romney
en lo que promete ser una reñida disputa para elegir o reelegir al
próximo presidente de Estados Unidos.
Volviendo a los términos deportivos, el juego se ha empatado y
comenzamos a contar desde cero. Quizás en las próximas semanas este
proceso electoral no sea tan aburrido, descolorido y falta de
sustancia como hasta ahora. Nada fácil de lograr dadas las pocas
cualidades que hasta ahora han mostrado quienes son ya los dos
finalistas.
Estas elecciones podrán tener repercusiones, no por la calidad
del proceso ni la de los aspirantes, sino por lo imperioso de
enfrentar la actual crisis económica, política, social y
medioambiental que vive la humanidad y las implicaciones que tendrá
en ello la actuación de los gobernantes de Estados Unidos, potencia
que desde el fin de la II Guerra Mundial ha ejercido y aún pretende
ejercer un papel hegemónico en el mundo. Pero hasta el momento,
estas elecciones pueden calificarse con el título de aquella famosa
obra de William Shakespeare: "Much Ado About Nothing" o su
equivalente en español: "Mucho ruido y pocas nueces."