Autora, además, de los libros de poesía Un sitio bajo el cielo
(Ediciones Matanzas, 1991), Los inocentes (Ediciones Vigía,
1993) y Vámonos a Icaria (Letras Cubanas, 1998), y de los
cuentos Pasajes de la vida breve (Ediciones Unión, 2008),
Charo Guerra ratifica que Luna... continúa un
autocuestionamiento de los modos en que los seres humanos
manifiestan afectos, dolores, pérdidas.
"Los textos —dice— remiten a la brevedad de la existencia; esa es
la observación que comparto de manera recurrente desde que comencé a
escribir: la existencia como un privilegio en el que lamentablemente
no siempre reparamos."
Explica que cuando escribe no tiene mucha conciencia de lo que
busca, ni a dónde va, solo siente que hay una emoción dándole
vueltas, ocupando su pensamiento y que debe "recrearla". "Esas
formas suelen transformarse porque someto el texto a un proceso
obsesivo de auto revisión. Lo que quizás comienza siendo poema
podría terminar en cuento y viceversa".
Para la poeta y narradora, la diversidad de lecturas es
consustancial al texto más inocente de cualquier autor: "Creo que,
invariablemente, lo que pasa por nuestra fábrica de ficciones,
convertida en una pieza que parece completa y capaz de transmitir un
mundo de cosas, muchas veces resulta cerrada y enigmática para el
lector y, en otros momentos sucede al contrario, los textos se
vuelven vulnerables en boca de otros, cuando ya son públicos".
¿Cómo te ves en el contexto de la poesía cubana de hoy?
"Escribo mucho pero publico poco. Si bien escribir poesía no es
condición suficiente para sentirse poeta, la necesidad de continuar
y publicar como consecuencia lógica del acto en sí, anima un
compromiso con la discreción que conlleva cualquier asunto
espiritual."
"Más allá de cualquier canon poético que va asentándose,
legitimándose en el contexto, estoy convencida de que el tiempo y el
espacio de la vida y de la poesía son generosos con quienes (en
oposición incluso a sus propias hostilidades) persisten en la
creación desde la sinceridad."