Basta
levantarse cada mañana, después de tener un sueño placentero, para
comprender que la realidad es el mejor borrador de fantasías. En tal
sentido, el cine, como fábrica de sueños, llevaría las de perder.
La
historia, sin embargo, demuestra todo lo contrario y evidencia una
máxima del negocio cinematográfico con más de cien años haciendo de
las suyas: todavía son muchos los que se sientan a ver una película
dispuestos a participar, sin réplicas, en el mundo de quimeras que
le proponen.
En 1990, Garry Marshall retomó el mito de Cenicienta y
realizó Pretty Woman (Mujer bonita), la historia de
una "dama de compañía" que, sin más atributos que su belleza, es
contratada por un próspero financiero de Wall Street (Richard Gere)
para que asista a varios escenarios públicos donde, necesariamente,
él debe mostrarse.
Espectacular Julia Roberts, con su cabellera al viento, y
caballeroso Gere en su papel de Pigmalión puliendo al mamífero de
lujo.
¡Otra Cenicienta engañando a muchachitas soñadoras!, clamaron
mentes lúcidas, mientras algunos desmenuzadores de los tiempos
modernos trataron de desplegar una mirada más a tono con el momento
económico que corría: no señor, en Pretty Woman no había un
príncipe extemporáneo, sino un ejecutivo de las finanzas, un hombre
de carne y hueso, tan empeñado en empujar el mundo hacia delante que
no dispone de un horario para conseguirse una novia verdadera. Por
lo tanto, la historia podía creerse.
Y muchos se la creyeron al punto que de un presupuesto de catorce
millones de dólares, el filme —en esencia una hábil combinación de
trucos sentimentales–– recaudó, solo en pantalla grande, 463
millones.
Las carreras de Julia Roberts y de Richard Gere se dispararon y
una legión de muchachas atractivas se lo apostó todo a sus cuerpos y
a los nuevos príncipes que estarían por llegar.
Veintidós años después de Pretty Woman, Richard Gere le
acaba de declarar a la revista australiana Womans Day que esa es la
peor película de su vasta cinematografía.
¿Por qué?
"La gente me pregunta acerca de ese filme, pero lo he olvidado.
Se trata de una comedia romántica tonta. Hizo que ese tipo de
hombres parecieran elegantes, lo cual estuvo mal. Por suerte, hoy
día todos somos más escépticos."
Ese escepticismo tiene una fecha, 2008, año en que los ejecutivos
y los banqueros de Wall Street que representa el personaje de
Richard Gere en Pretty Woman condujeron al mundo a la crisis
económica que todavía hoy ––como en un mal sueño sin ojos para
despertarse–– sigue apuntando a la cabeza.