Hallazgos danzarios

MICHEL HERNÁNDEZ
michelher@granma.cip.cu

Foto: Yander ZamoraLa compañía DanzAbierta estrenó la obra Show Room, de Susana Pous, en el capitalino teatro Mella como parte del programa de la Semana de la Francofonía. En una primera lectura, podemos acentuar la increíble plasticidad de los cuerpos para subrayar la trama con una habilidad casi pictórica, el sugerente poder de comunicación de los bailarines, y el original lenguaje coreográfico con que el grupo trasmite un sinfín de emociones en el espectador, ese que, una vez terminada la puesta, ya comienza a padecer la nostalgia.

Sin embargo, quienes cedan solo a la tentación de caer eclipsados por el poder técnico de la Compañía, se perderán la fuerza vital del argumento narrativo del espectáculo, que traza un extraordinario fresco sobre la condición del ser humano, los inasibles derroteros de su presente, y subraya su fortaleza para levantar en colectivo el edificio de su propia vida.

Bien pensada, la puesta parece trasladar a la escritura coreográfica algunas de las semblanzas filosóficas de esa cumbre cinematográfica que es Koyaanisqatsi, especialmente por los casi telúricos diálogos sobre el entorno circundante y la polémica evolución humana que suscitan en el interior del público. Su carácter narrativo se encuentra serpenteado por un contenido de marcado simbolismo que surge dentro de las fronteras insulares, pero luego las trasciende para esbozar así una atenta mirada de los conflictos que registran la crispada existencia en el mundo contemporáneo.

El peso coreográfico de la historia recae sobre bailarines que con sorprendente dinamismo y poderío reptan por el escenario transformado en una especie de habitación, cuarto, o espacio exterior de un cabaret, separado por una enorme puerta que hace las veces de espejo, en cuyas diferentes dimensiones subyacen realidades que en ocasiones reflejan sus zonas más oscuras y en otras sus rostros más amables y luminosos. Dos desiguales cauces que se cruzan y tratan incesantemente de imponerse en el eje temático de la puesta, en una incansable lucha que tiene como epicentro la controvertida condición humana y sus variados ámbitos de acción.

No obstante, los múltiples niveles de lectura del decursar coreográfico no victimizan de ninguna forma al ser humano. En cambio, lo presentan como una criatura capaz de superar numerosos lastres (incluso sus propias contingencias internas), para tomar con convicción las riendas de su propio destino y llevar la proa de sus expectativas individuales hacia lo más alto posible, sin desgajarse, en ningún momento, del contexto social en que convive.

La pieza parece hecha a la medida de la juventud de los bailarines de DanzAbierta, que se muestran totalmente acoplados para ofrecer una lectura coreográfica con tino y precisión. Sus cuerpos crecen y decrecen sobre el escenario, se expanden hacia lo desconocido y se bifurcan dibujando los movimientos oceánicos de la vida actual.

La música de X Alfonso constituye otra de las ganancias del programa. Se asienta particularmente sobre la facilidad innata de los ritmos electrónicos para sugerir disímiles atmósferas, subrayar los momentos de mayor intensidad y transmitir con exactitud los bien elaborados mensajes de Show Room, que, sin duda, se puede considerar otro auténtico hallazgo de la danza cubana de estos tiempos.

 

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