Suenan balalaikas en el Kremlin

ALIANA NIEVES QUESADA

Con vodka, pan y embutidos suelen celebrar en Rusia las buenas nuevas. Para muchos, este domingo 4 marzo se incluyó dentro de esta categoría. Los resultados de las elecciones presidenciales dieron vencedor a Vladimir Putin, quien fuera presidente del país por dos periodos consecutivos, desde el 2000 hasta el 2008, y primer ministro desde el 2008 hasta la fecha.

El pueblo celebró en las calles la victoria de Putin.

Putin no era un candidato cualquiera, su condición de favorito absoluto lo demostraba. No son pocos los méritos que se le atribuyen. A él se debe la estabilidad política alcanzada en el país luego de la profunda crisis de los años noventa. Durante su mandato, el país recuperó el orgullo patriótico, que había disminuido a su mínima expresión a raíz de la desintegración de la Unión Soviética. Y su economía ha tenido un crecimiento constante, con mejores proyecciones para las próximas décadas.

De estatura mediana, gestualidad brusca y fuerte personalidad, Putin ha demostrado tener los rasgos necesarios para hacerse respetar en un país donde los conflictos bélicos, los cortos veranos y las trágicas situaciones a veces vividas, han moldeado el complicado carácter nacional, apasionado y fiero, dogmático y rebelde. Durante sus años al frente del Kremlin, Putin logró apaciguar el alto índice de criminalidad que poseía el país y asumió con positivos resultados la difícil tarea de controlar la separatista república de Chechenia, desde donde se han gestado los peores atentados terroristas contra el pueblo ruso en los últimos años.

Los retos que enfrentará el Presidente electo a partir de ahora no serán pocos. En varios artículos de su autoría, publicados por la prensa rusa durante la campaña presidencial, el mandatario mostró preocupación por los procesos de transformación global que pueden causar riesgos sobre territorio ruso.

"Cada vez se inician nuevas guerras regionales y locales. Aparecen zonas de caos, y se nota la intención de provocar tales conflictos en la proximidad directa de las fronteras rusas y de nuestros aliados", explicó en una de las publicaciones. "Vemos cómo han desvalorizado y destruido los principios básicos del derecho internacional, sobre todo en la esfera de la seguridad", explicó Putin en alusión a la intervención de Occidente en Libia y los intentos de hacer lo mismo en Siria.

Para numerosos expertos, Rusia vive hoy bajo amenaza constante, por lo tanto, la mayoría de las preocupaciones cae en el sector militar. Ante la expansión de la OTAN por el Mar Negro y los países de la zona, los analistas creen que la clave del éxito radica en el fortalecimiento armamentístico. "Rusia goza de respeto cuando está fuerte y descansa firme sobre sus pies", opina el especialista de Ria Novosti, Fiodor Lukiánov.

Es por ello que Moscú no considera suficiente apoyarse en los métodos diplomáticos y económicos para enfrentar amenazas, también cree necesario desarrollar el sector militar de modo que sus Fuerzas Armadas y otras estructuras de defensa estén preparadas para reaccionar rápida y eficazmente. En total, durante la próxima década el Gobierno ruso destinará a esos objetivos cerca de 23 billones de rublos, unos 773 mil millones de dólares.

En términos de política exterior no se esperan grandes cambios de rumbo. Putin anunció que seguirán defendiendo la máxima de no injerencia en los asuntos internos de los países. Negociarán y mediarán en los conflictos siempre que las partes implicadas lo deseen. El vicepresidente del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara Baja del Parlamento ruso, Konstantin Kosachev, explicó que será en el escenario interno donde se experimenten las mayores modificaciones.

Y es que el propio Presidente ha expresado que la corrupción es uno de los principales flagelos del país. "El problema central es la falta de transparencia y de control social en la labor de los representantes del Estado, desde los servicios aduaneros y tributarios hasta los sistemas judicial y policial. Si llamamos las cosas por su nombre, se trata de la corrupción sistémica", diagnosticó Putin en otro de sus artículos.

El mandatario reconoció también que hace falta mejorar significativamente la calidad de la política migratoria del país, minimizando la inmigración ilegal y reforzando las funciones policiales y los poderes de los servicios migratorios. Al mismo tiempo, precisó que el criterio de la política migratoria no debe ser su dureza, sino su eficacia.

Los problemas étnicos y migratorios en Rusia están ligados directamente a la desaparición de la Unión Soviética, indicó, y aseguró que la idea de forjar un Estado ruso nacionalista y monoétnico a la vez, contradice toda su historia. "Es el camino más corto para liquidar al pueblo y al Estado ruso, o cualquier sistema estatal soberano que exista en nuestro territorio", expresó.

De cualquier modo, en esta ocasión Vladimir Putin tendrá un poco más de tiempo para alcanzar sus objetivos, pues por primera vez la Presidencia durará seis años, dos más que lo establecido hasta ahora. El 63,75 % de los votos obtenidos en los sufragios, le hacen comenzar con el ritmo adecuado esta nueva andadura presidencial.

 

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