Sembrando el amor por la tierra

Más de medio centenar de jóvenes se forman en el politécnico santiaguero Vladimir I. Lenin como obreros agrícolas calificados

EDUARDO PALOMARES CALDERÓN

Arbelis atiende cada tarde los canteros de lechuga, ajíes y tomates, que con tanto amor ha sembrado en su casa, mientras que Roberto aguarda los fines de semana para disfrutar de los olores que despide la tierra surcada en la finca familiar.

Foto del AutorMucho agradecen Arbelis, Roberto y el resto de estudiantes a la profesora Olga (al centro), los conocimientos adquiridos en Agronomía.

Ambos integran el grupo de 54 jóvenes que respondiendo a la prioridad concedida por el país a la producción de alimentos, se forman durante dos años de estudios en el Politécnico Vladimir Ilich Lenin, del poblado santiaguero de El Cristo, como obreros calificados en Agronomía.

"A través de la teoría sobre técnicas básicas agropecuarias, y las técnicas de prácticas y oficios, que impartimos conjuntamente con Matemática, Español, Historia y Cultura Política, los preparamos aquí para desempeñarse en ramas de la Agronomía, con esa ética que debe caracterizar al hombre de campo cubano", señala la profesora Olga Navas Ortiz.

El centro, fundado el 22 de abril de 1963, cuenta para ello con un experimentado claustro, amplia bibliografía, áreas de preparación de la tierra, canteros de diversos cultivos, aves, vacas, conejos y cerdos, así como yuntas de bueyes, implementos agrícolas y herramientas manuales para el laboreo.

"Yo quería ser maestra —confiesa Arbelis Brubet Vargas—, pero al no obtener la carrera al término de la secundaria básica, opté por la segunda opción y no me arrepiento, porque ya en estos primeros seis meses he aprendido el sentido de muchas cosas que veía hacer allá en la casa y no despertaban mi atención.

"Es que a pesar de tener una finca familiar, no sabía cuándo era mejor hacer un cantero rústico o tecnificado, la selección óptima de las semillas, determinar los marcos de siembra por cultivos y temporadas, el adecuado empleo de la materia orgánica, la lombricultura y el correcto manejo de los animales.

"Todo eso me gusta, y en la casa están contentos conmigo, sobre todo mi mamá, quien dice que ahorita voy a saber más que ella, que desde muy joven trabaja la tierra. Por eso para tenerla tranquila trato de convencerla explicándole las ventajas de la vinculación de la técnica con la práctica".

Según Roberto Rivera Téllez, él aspiraba a hacerse técnico de nivel medio en la actividad forestal, pero luego se decidió por convertirse en obrero calificado en Agronomía, porque además de gustarle se trata de seguir una tradición familiar, y de dar el paso adelante en un frente que tanta falta le hace al país.

"Desde los 13 años aprendí con mi padrastro a arar la tierra, lo hacía los fines de semana para divertirme, y tras recibir aquí las clases relacionadas con esa tarea, he comprobado que me faltaban conocimientos esenciales para dominar el implemento y darle un correcto empleo.

"La profesora nos ha enseñado las ventajas del tractor, pero sobre todo nos trasmite la importancia de la yunta para preservar los suelos y ahorrar combustibles, también cómo se nombra cada aparejo y su función, en una actividad que requiere más técnica que fuerza".

Junto al resto de condiscípulos, Arbelis y Roberto anhelan la llegada del segundo año de estudios, para profundizar en la preparación de la tierra, la siembra de diferentes cultivos y la atención a los animales directamente en el campo, así como la posibilidad de visitar las grandes empresas agropecuarias de la provincia.

Sin duda alguna, en ellos palpita la motivación por un oficio, que entre la decena de especialidades impartidas en el centro reúne la matrícula más estable, a los estudiantes más disciplinados y laboriosos, como resultado elocuente de una fértil siembra por el amor a la tierra.

 

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