Ambos integran el grupo de 54 jóvenes que respondiendo a la
prioridad concedida por el país a la producción de alimentos, se
forman durante dos años de estudios en el Politécnico Vladimir Ilich
Lenin, del poblado santiaguero de El Cristo, como obreros
calificados en Agronomía.
"A través de la teoría sobre técnicas básicas agropecuarias, y
las técnicas de prácticas y oficios, que impartimos conjuntamente
con Matemática, Español, Historia y Cultura Política, los preparamos
aquí para desempeñarse en ramas de la Agronomía, con esa ética que
debe caracterizar al hombre de campo cubano", señala la profesora
Olga Navas Ortiz.
El centro, fundado el 22 de abril de 1963, cuenta para ello con
un experimentado claustro, amplia bibliografía, áreas de preparación
de la tierra, canteros de diversos cultivos, aves, vacas, conejos y
cerdos, así como yuntas de bueyes, implementos agrícolas y
herramientas manuales para el laboreo.
"Yo quería ser maestra —confiesa Arbelis Brubet Vargas—, pero al
no obtener la carrera al término de la secundaria básica, opté por
la segunda opción y no me arrepiento, porque ya en estos primeros
seis meses he aprendido el sentido de muchas cosas que veía hacer
allá en la casa y no despertaban mi atención.
"Es que a pesar de tener una finca familiar, no sabía cuándo era
mejor hacer un cantero rústico o tecnificado, la selección óptima de
las semillas, determinar los marcos de siembra por cultivos y
temporadas, el adecuado empleo de la materia orgánica, la
lombricultura y el correcto manejo de los animales.
"Todo eso me gusta, y en la casa están contentos conmigo, sobre
todo mi mamá, quien dice que ahorita voy a saber más que ella, que
desde muy joven trabaja la tierra. Por eso para tenerla tranquila
trato de convencerla explicándole las ventajas de la vinculación de
la técnica con la práctica".
Según Roberto Rivera Téllez, él aspiraba a hacerse técnico de
nivel medio en la actividad forestal, pero luego se decidió por
convertirse en obrero calificado en Agronomía, porque además de
gustarle se trata de seguir una tradición familiar, y de dar el paso
adelante en un frente que tanta falta le hace al país.
"Desde los 13 años aprendí con mi padrastro a arar la tierra, lo
hacía los fines de semana para divertirme, y tras recibir aquí las
clases relacionadas con esa tarea, he comprobado que me faltaban
conocimientos esenciales para dominar el implemento y darle un
correcto empleo.
"La profesora nos ha enseñado las ventajas del tractor, pero
sobre todo nos trasmite la importancia de la yunta para preservar
los suelos y ahorrar combustibles, también cómo se nombra cada
aparejo y su función, en una actividad que requiere más técnica que
fuerza".
Junto al resto de condiscípulos, Arbelis y Roberto anhelan la
llegada del segundo año de estudios, para profundizar en la
preparación de la tierra, la siembra de diferentes cultivos y la
atención a los animales directamente en el campo, así como la
posibilidad de visitar las grandes empresas agropecuarias de la
provincia.
Sin duda alguna, en ellos palpita la motivación por un oficio,
que entre la decena de especialidades impartidas en el centro reúne
la matrícula más estable, a los estudiantes más disciplinados y
laboriosos, como resultado elocuente de una fértil siembra por el
amor a la tierra.