Unidos por la infancia en un mundo urbano

Claudia Fonseca Sosa

En la actualidad más de la mitad de la población global vive en zonas urbanas. Y aunque las ciudades siempre se han asociado con mejores estilos de vida y más posibilidades de desarrollo económico, muchos de los mil millones de niños que en ellas residen crecen en medio de la escasez y las privaciones.

Foto: Jorge Luis González En Cuba se respeta la Convención sobre los Derechos del Niño, guiados por la máxima martiana de que ellos son la esperanza del mundo, destacó Eusebio Leal.

Así lo plantea la más reciente versión del Informe Anual del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), presentado este martes por el representante de esa organización internacional en Cuba, José Juan Ortiz Brú, en compañía de Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad.

En la actualidad los niños representan el 60 % del total de los residentes en zonas urbanas, y aunque buena parte de ellos tiene acceso a los servicios de educación, salud y recreación, muchos ven vulnerados sus más elementales derechos. Las migraciones, el impacto de la crisis económica, la malnutrición y los riesgos de sufrir abusos o graves enfermedades son los fenómenos que definen la vida de los pequeños que habitan en los barrios pobres o marginales de las ciudades.

Según estimados de la UNICEF, para el año 2050 siete de cada diez personas vivirán en grandes y pequeñas urbes. Hoy, una tercera parte de la población urbana mundial vive en tugurios y en el 2020, la cifra rozará los 1 400 millones. Sin embargo, hay niños que ni siquiera han sido censados.

Los menores que no tienen certificados de nacimiento o documentos de registro oficial, incluidos los desplazados y refugiados, están más expuestos a la trata de personas. Ya sea como blanco, participantes o testigos, la violencia afecta a cientos de millones de pequeños en las zonas urbanas.

La inequidad urbana es común en todos los países, aunque los contextos y situaciones específicas pueden variar. En el continente americano —por ejemplo— muchos menores no tienen acceso al agua potable, la electricidad o la atención médica. Otros son víctimas de la agresión doméstica o callejera, consumen drogas o viven de vender su cuerpo.

En Asia y África, millones de niños se ven obligados a trabajar largas jornadas en operaciones que muchas veces exceden sus potencialidades físicas. Viven en casas destartaladas, ubicadas en asentamientos insalubres donde los brotes de sarampión, tuberculosis y otros males que ya se pueden evitar mediante vacunas son cada vez más frecuentes. Alrededor de 1,2 millones de menores de cinco años mueren de diarrea anualmente.

Las dificultades que enfrentan los pobres se agravan debido a factores como la ilegalidad, la participación limitada en la toma de decisiones y la falta de seguridad en la tenencia y la protección legal. También incide la discriminación por motivos de género, origen étnico, raza o discapacidad. Desde el 2008 a la fecha, 67 millones de niños en edad primaria permanecen sin escolarizar, el 53 % son niñas.

A menudo, las penurias que sufren los infantes en las comunidades pobres quedan ocultas —denuncia la UNICEF— y por lo tanto perpetuadas por los promedios estadísticos en los que se basan los programas de desarrollo y las decisiones de asignación de recursos. En la práctica, la pobreza de unos queda oscurecida por la riqueza de otros.

De ahí que la UNICEF en su Estado Mundial de la Infancia 2012 hiciera un llamado a todos los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado para que fomenten políticas públicas basadas en la equidad, que eliminen las barreras de la exclusión y que se focalicen en las necesidades de la niñez en un mundo cada día más urbanizado.

 

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