Así lo plantea la más reciente versión del Informe Anual del
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), presentado
este martes por el representante de esa organización internacional
en Cuba, José Juan Ortiz Brú, en compañía de Eusebio Leal Spengler,
Historiador de la Ciudad.
En la actualidad los niños representan el 60 % del total de los
residentes en zonas urbanas, y aunque buena parte de ellos tiene
acceso a los servicios de educación, salud y recreación, muchos ven
vulnerados sus más elementales derechos. Las migraciones, el impacto
de la crisis económica, la malnutrición y los riesgos de sufrir
abusos o graves enfermedades son los fenómenos que definen la vida
de los pequeños que habitan en los barrios pobres o marginales de
las ciudades.
Según estimados de la UNICEF, para el año 2050 siete de cada diez
personas vivirán en grandes y pequeñas urbes. Hoy, una tercera parte
de la población urbana mundial vive en tugurios y en el 2020, la
cifra rozará los 1 400 millones. Sin embargo, hay niños que ni
siquiera han sido censados.
Los menores que no tienen certificados de nacimiento o documentos
de registro oficial, incluidos los desplazados y refugiados, están
más expuestos a la trata de personas. Ya sea como blanco,
participantes o testigos, la violencia afecta a cientos de millones
de pequeños en las zonas urbanas.
La inequidad urbana es común en todos los países, aunque los
contextos y situaciones específicas pueden variar. En el continente
americano —por ejemplo— muchos menores no tienen acceso al agua
potable, la electricidad o la atención médica. Otros son víctimas de
la agresión doméstica o callejera, consumen drogas o viven de vender
su cuerpo.
En Asia y África, millones de niños se ven obligados a trabajar
largas jornadas en operaciones que muchas veces exceden sus
potencialidades físicas. Viven en casas destartaladas, ubicadas en
asentamientos insalubres donde los brotes de sarampión, tuberculosis
y otros males que ya se pueden evitar mediante vacunas son cada vez
más frecuentes. Alrededor de 1,2 millones de menores de cinco años
mueren de diarrea anualmente.
Las dificultades que enfrentan los pobres se agravan debido a
factores como la ilegalidad, la participación limitada en la toma de
decisiones y la falta de seguridad en la tenencia y la protección
legal. También incide la discriminación por motivos de género,
origen étnico, raza o discapacidad. Desde el 2008 a la fecha, 67
millones de niños en edad primaria permanecen sin escolarizar, el 53
% son niñas.
A menudo, las penurias que sufren los infantes en las comunidades
pobres quedan ocultas —denuncia la UNICEF— y por lo tanto
perpetuadas por los promedios estadísticos en los que se basan los
programas de desarrollo y las decisiones de asignación de recursos.
En la práctica, la pobreza de unos queda oscurecida por la riqueza
de otros.
De ahí que la UNICEF en su Estado Mundial de la Infancia 2012
hiciera un llamado a todos los gobiernos, la sociedad civil y el
sector privado para que fomenten políticas públicas basadas en la
equidad, que eliminen las barreras de la exclusión y que se
focalicen en las necesidades de la niñez en un mundo cada día más
urbanizado.