Porque
quería llegar a todos, Rafaela Chacón Nardi concibió su obra lírica
y pedagógica como un puente que la acercaría más profundamente al
corazón de sus lectores y discípulos.
La esencia vital de esta gran cubana, autora de poemarios como
Del silencio y las voces y Una mujer desde su isla canta,
que se entregó en cuerpo y alma a los demás, haciendo de su
exquisita sensibilidad un acto en el que involucró a quienes más la
necesitaron, fue abordada en justo homenaje a propósito del que
hubiera sido su 86 cumpleaños, en la sala Villena de la UNEAC donde,
por iniciativa de la Comisión Aponte de esa Institución, se efectuó
un coloquio en el que tuvo, desde el recuerdo vivo de los invitados,
también voz propia la agasajada.
La amistad que sostuvieron la autora de Viaje al sueño y
Haydée Arteaga, desde la adolescencia —y que fuera enriquecida con
la vida y con la muerte perpetuada— fue referida por la narradora de
cuentos orales con el mismo hálito que la inspirara hace más de
siete décadas.
Aunque cada uno de los panelistas expresó la visión propia sobre
esta sencilla pero grande intelectual cubana fallecida en el 2001,
un punto en común unió las intervenciones: a Rafaela no le importaba
la gloria, solo quería ser maestra, y dando rienda suelta a su
hermosa vocación y haciendo fehaciente la calidad de su espíritu,
entregó toda su ternura a los niños, fundamentalmente a los
discapacitados a quienes les alivió sus pesares con entretenidas
jornadas de trabajo que, entre el pincel y los colores, les
alegraron la existencia.
La experiencia adquirida de los amplios conocimientos de esta
pedagoga, concentrados en un apretado currículo que engrosa estudios
de postgrado en diversos países y la beca ofrecida por la UNESCO en
1963, que le valió para su desempeño como funcionaria de esa
institución internacional y en el Ministerio de Educación de Cuba,
por solo citar algunos de sus estudios, fue materializada en el
Grupo de Expresión Creadora que fundara la también promotora
artística, el cual estaba integrado por niños y adolescentes a los
que inició en las artes plásticas y en otras ramas de la cultura.
Convirtió su hogar en el espacio donde se guardarían miles de
trabajos confeccionados por "sus niños", los miembros del proyecto
comunitario que había creado, y haría llegar la luz de su dedicación
hasta centros de salud como los hospitales Frank País y Julito Díaz,
para hacerles más felices las horas a los pacientes de estas edades
que nunca antes pudieron sospechar el arte que se escondía detrás de
sus aparentes limitaciones.
Por razones como estas, la doctora María Dolores Ortiz, otra de
las panelistas junto a Oscar Oramas y Pablo Ramos, agradeció en el
homenaje a la Chacón Nardi, el haber existido y dejado esta mujer,
en su bregar por la vida, una obra de infinito amor; y encomió
además su poesía que, asegura, será de mucho interés para las
jóvenes generaciones.
Virgilio López Lemus esbozó su lírica desde los 50, cuando la
poetisa coqueteaba con un estilo intimista que después giraría hacia
lo coloquial. "Quiso comunicarse de alma a alma", explicó Lemus,
quien recordó entre los poemas primeros de la autora, el Canto a
los jóvenes líderes, dedicado a quienes entonces se empeñaban en
torcerle el rumbo al destino de la Patria.
El poeta Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, la recordó cuando
coincidieron en sus visitas a la casa de Don Fernando Ortiz, quien
la admiró mucho. "Este homenaje es un acto de justicia poética con
alguien que trabajó y vivió con tanta limpieza".