Mudo y en blanco negro, El artista tiene la nacionalidad
francesa, aunque la historia optimista y sentimental que cuenta no
podía tener otro escenario que Los Ángeles, en tiempos en que los
actores incapaces de hacerse entender en el naciente sonoro tenían
que decirle adiós a la pantalla.
Modesta en producción, El artista había tenido una más que
discreta acogida en Estados Unidos y se espera que el espaldarazo
del Oscar le ayude a ganar terreno en su recuperación económica.
No es el caso de la otra gran ganadora, La invención de Hugo,
de Martin Scorsese, espectáculo en tercera dimensión acerca de los
avatares de un niño que se extravía, y canto a los comienzos del
cine (ganó en las categorías de fotografía, dirección artística,
edición de sonido, mezcla y efectos visuales.)
Llama la atención que ambas cintas, al igual que no pocas de las
nominadas, recurran al llamado "cine de nostalgia" para plasmar sus
historias, un estilo que evita, o les pasa la mano de manera
optimista, a aspectos críticos del pasado.
Bastaría citar en esa línea a Criadas y señoras, premio
para Jessica Chastain en actuación secundaria, y la mismísima
Medianoche en París, de Woody Allen, Oscar al mejor guión; la
primera con una historia de época suavizada sobre el tema que
sugiere su título y la segunda, una revisión tierna desde el
presente del París de los años veinte.
Igualmente, el filme que le mereció el Oscar secundario al
veterano Christopher Plummer por Los principiantes, es un
mirar melancólico a los años cincuenta y sesenta del pasado siglo,
lo que no quiere decir que les falte méritos a esos filmes ––y el de
Woddy Allen resulta una gozada––, sino que por lo general,
demuestran una tendencia a la evasión temática del presente
conflictivo.
Como se esperaba, Meryl Streep ganó su tercer Oscar por la
interpretación intimista ––calificada de extraordinaria–– como
Margaret Thatcher en La dama de hierro, cinta a la que se le
critica correrle bastante el cuerpo a más de un aspecto político que
hizo época.
Fuera de esta tendencia de virarse hacia el pasado estaba entre
las nominadas Tan fuerte tan cerca, una historia que se
inspira en el derribo de las Torres Gemelas, pero tan descafeinada
políticamente que no se le tuvo en cuenta.
A más de ochenta años de asomar su cabeza dorada, el Oscar sigue
sin poder ocultar sus arrimos a un tipo de cine conservador y en
buena medida comercial, que es el que sostiene la industria
millonaria de Hollywood, hoy día sumida en una encrucijada entre las
nuevas tecnologías, los nuevos inventos-viejos, como la tercera
dimensión, y el cansancio de no pocos espectadores por estar viendo
siempre un cine muy parecido.
Pero quizás lo que mejor resuma el gusto de la Academia sea un
misterio largamente guardado en la colinas de Hollywood y ahora
puesto en evidencia, tras largas pesquisas realizadas por
periodistas de Los Ángeles Times: de los más de 6 000 "académicos"
que le deciden al mundo cada año qué es lo mejor de lo mejor, el 94
% son blancos, el 77 hombres, un 2 % son negros, y uno y fracciones,
latinos. La edad promedio ronda los 62 años.
Todo ello batido y echado en un vaso da un sabor artístico tan
preocupante como para ir pensando en cambiar la fórmula.