Los miles de Futones e Isuzus que circulan diariamente como taxis
deben su nombre al ingenio humano. Tap tap es la onomatopeya de los
golpes que dan los pasajeros en la cabina cuando se quieren apear.
Sus características, más allá de las adaptaciones a las que se
someten los carros, son realmente curiosas.
Semblanza de la idiosincrasia del pueblo, los tap tap se
distinguen por el colorido de sus carrocerías —digamos que puestas
al servicio del tan bien logrado arte naif—; la super
abundancia de sonoridad o, lo que es lo mismo, la excesiva
divulgación de la música Kompa; y la prepotencia con que irrumpen en
medio de las vías.
Son los dueños de las calles, de eso no caben dudas. Infringir
las leyes del tránsito o alcanzar niveles considerables de velocidad
no parece estar en el manual de conducción de sus choferes, quienes
ganan primacía tanto en el congestionado tráfico de Puerto Príncipe
como en caminos abruptos de laderas y montañas.
Pues sí, los tap tap están en todas partes y a cualquier hora: en
las principales avenidas, en las esquinas, a la entrada y salida de
los lugares concurridos, en el parque central de los pueblos de las
afueras y siempre, por supuesto, dispuestos a cargar o transportar a
todo el que de él necesite.
A la manera de las cajas chinas se llenan estos transportes.
Quince, 20 y hasta 30 personas buscan la forma de acomodarse dentro
de los escasos asientos. ¡Si creíamos estar curados de espanto pues
nos equivocamos! En los tap tap no existe una capacidad límite. En
el techo y en los marcos de las ventanas también los más pobres se
montan y pagan entre 5 y 20 gourdes para llegar a su destino.
Sin embargo, aunque siempre omnipresentes ¡los dueños de las
calles haitianas apagaron sus motores durante una noche! Con la
inauguración del carnaval, los taxis tuvieron que retirarse de las
vías para cederle camino a las carrozas. La festividad limitó el
recorrido de estos vehículos de exceso, pero de todas formas, el
colorido y la algarabía continuaron estando presentes en Haití.