(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Compañeras y compañeros:
La
Primera Conferencia Nacional del Partido que hoy concluye sus
sesiones ha estado dedicada, en correspondencia con la convocatoria
librada por el 6to. Congreso, a evaluar con objetividad y sentido
crítico el trabajo del Partido, así como determinar con voluntad
renovadora las transformaciones necesarias para situarlo a la altura
que demandan las actuales circunstancias.
No olvidemos que solo el Partido, como institución que agrupa a
la vanguardia revolucionaria y garantía segura de la unidad de los
cubanos en todos los tiempos, solo el Partido, repito, puede ser el
digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en el único
Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, el compañero Fidel
Castro Ruz (Aplausos).
No me detendré a exponer los datos de los participantes en el
proceso de discusión del proyecto de Documento Base ni las numerosas
modificaciones que resultaron del mismo, considerando el informe
presentado por el Segundo Secretario del Comité Central, compañero
José Ramón Machado Ventura, en la inauguración de este evento, que
como todos conocen no comenzó ayer, sino casi inmediatamente después
de la clausura del Congreso del Partido.
Tras la elaboración del primer borrador del Documento y su
posterior análisis en múltiples reuniones del Buró Político y del
Secretariado antes de la discusión en las organizaciones de base del
Partido y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), durante los meses de
octubre y noviembre del pasado año, sus resultados fueron analizados
por el Tercer Pleno del Comité Central, celebrado el 21 de diciembre
de 2011.
También en las primeras semanas de este mes, a nivel de
provincia, se realizó el estudio y discusión por parte de los
delegados a la Conferencia y otros cuadros. En total se elaboraron
nueve versiones del Documento.
A diferencia del proyecto de Lineamientos de la Política
Económica y Social del Partido y la Revolución, cuyo debate incluyó,
en uno u otro modo, a toda la población, el Documento Base de la
Conferencia, dado su alcance menos abarcador y su enfoque más
dirigido al funcionamiento interno del Partido fue analizado por
toda la militancia, si bien nuestro pueblo conoció íntegramente su
contenido a través de los medios de prensa.
Por otra parte, en el proceso preparatorio de la Conferencia fue
debatido el papel de los militantes en interés del perfeccionamiento
de las relaciones del Partido con la UJC, la Central de Trabajadores
de Cuba y demás organizaciones de masas, de manera que las mismas
incrementen, en las actuales condiciones, su protagonismo e
influencia en la sociedad.
Como era de esperar, desde la publicación del Documento no han
faltado las críticas y exhortaciones de quienes, confundiendo sus
más íntimas aspiraciones con la realidad, se ilusionaron con que la
Conferencia consagraría el inicio del desmontaje del sistema
político y social conquistado por la Revolución, a lo largo de más
de medio siglo, con el apoyo de la mayoría de los cubanos.
En este sentido, no fue nada casual que el primer objetivo del
mismo exprese: "El Partido Comunista de Cuba, fuerza dirigente
superior de la sociedad y del Estado, es fruto legítimo de la
Revolución, al propio tiempo su vanguardia organizada y quien
garantiza, junto al pueblo, su continuidad histórica". Este
concepto, al que jamás renunciaremos, se encuentra en plena
correspondencia con el artículo cinco de la Constitución de la
República, aprobada en referendo por el 97,7 por ciento de los
electores, mediante el voto libre, directo y secreto.
Nuestros adversarios y hasta algunos que simpatizan con nosotros,
abstrayéndose de la historia de permanente agresión, bloqueo
económico, injerencia y el cerco mediático, expresado en las
incesantes campañas de la prensa supuestamente libre, subordinada en
su mayoría a los intereses imperiales predominantes, todo lo cual ha
debido enfrentar la Revolución Cubana, nos exigen, como si se
tratara de un país en condiciones normales y no una plaza sitiada,
la reinstauración del modelo multipartidista que existió en Cuba
bajo el dominio neocolonial de los Estados Unidos.
Renunciar al principio de un solo partido equivaldría,
sencillamente, a legalizar al partido o los partidos del
imperialismo en suelo patrio y sacrificar el arma estratégica de la
unidad de los cubanos, que ha hecho realidad los sueños de
independencia y justicia social por los que han luchado tantas
generaciones de patriotas, desde Hatuey hasta Céspedes, Martí y
Fidel.
Con el fin de organizar la lucha por la independencia de Cuba y
Puerto Rico concibió Martí la creación de un solo partido político,
el Partido Revolucionario Cubano, según sus propias palabras: "Para
fomentar la revolución de modo que puedan entrar en ella¼
todos los cubanos de buena voluntad:¼
Todos los que amen a Cuba, o la respeten".
Cuando ya la victoria sobre España era inminente, después de
treinta años de guerra, se produjo la intervención norteamericana y
una de las primeras medidas fue disolver ese partido, al igual que
el glorioso Ejército Libertador, para dar paso a lo que vino
después, el multipartidismo de la república burguesa y la creación
de un nuevo ejército con su represiva guardia rural incluida,
garantía del dominio absoluto de todas las riquezas de la nación, de
las que se apropiaron en los cuatro años de la primera ocupación
militar.
Ese fue el triste final de los dos pilares de la revolución
independentista, el Partido y su Ejército Libertador, resurgidos
exactamente al cabo de 60 años bajo la conducción de Fidel,
inspirado en las enseñanzas de Martí. No permitiremos jamás que esa
historia se repita.
No es mi propósito, en esta intervención, hacer un recuento de la
evolución histórica del término Democracia, desde su
conceptualización en la antigua Grecia, como el "poder del pueblo",
aunque la mayoría esclava no contaba para nada. Tampoco pretendo
filosofar sobre la vigencia y utilidad de la llamada democracia
representativa, que en definitiva es harto conocido que ha devenido
invariablemente en la concentración del poder político en la clase
que detenta la hegemonía económica y financiera de cada nación,
donde las mayorías tampoco cuentan y cuando se manifiestan, como
sucede en estos precisos momentos en muchos países, son brutalmente
reprimidas y silenciadas con la complicidad de la gran prensa a su
servicio, también transnacionalizada.
El mejor argumento es el que nos ofrece la democracia
norteamericana, la cual se pretende imponer como modelo a todo el
mundo, en la que se alternan el poder los partidos Demócrata y
Republicano defendiendo, sin mayores diferencias, los intereses del
mismo gran capital, al cual ambos se subordinan.
Ahí están, por citar unos pocos ejemplos, la Base Naval de
Guantánamo, territorio ocupado por Estados Unidos ilegalmente,
contra la voluntad del pueblo cubano y que así ha permanecido por
más de 100 años, con independencia del partido en el poder en ese
país, que tanto proclama la defensa de los derechos humanos al
tiempo que, a pesar de las promesas del actual presidente, mantiene
allí, hace una década, una prisión, donde en un limbo legal en estos
momentos más de 170 ciudadanos extranjeros son sometidos a torturas
y vejaciones.
El segundo ejemplo, la invasión por Playa Girón, concebida y
planificada por un presidente republicano, Eisenhower, y llevada a
cabo por el presidente Kennedy, apenas tres meses después de tomar
posesión, que era del Partido Demócrata; y por último, el bloqueo
económico, que ha perdurado medio siglo, sin importar si es
republicano o demócrata quien ocupa la Casa Blanca.
Sin el menor menosprecio a ningún otro país por tener sistemas
pluripartidistas y en estricto apego al principio del respeto a la
libre determinación y la no injerencia en los asuntos internos de
otros estados, consagrado en la carta de las Naciones Unidas, en
Cuba, partiendo de sus experiencias en la larga historia de luchas
por la independencia y soberanía nacional, defendemos el sistema del
partido único frente al juego de la demagogia y la mercantilización
de la política.
Si hemos escogido soberanamente, con la participación y respaldo
del pueblo, la opción martiana del partido único, lo que nos
corresponde es promover la mayor democracia en nuestra sociedad,
empezando por dar el ejemplo dentro de las filas del Partido, lo que
presupone fomentar un clima de máxima confianza y la creación de las
condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y
sincero intercambio de opiniones, tanto en el seno de la
organización, como en sus vínculos con los trabajadores y la
población, favoreciendo que las discrepancias sean asumidas con
naturalidad y respeto, incluyendo a los medios de comunicación
masiva, mencionados varias veces en los Objetivos aprobados en esta
Conferencia, los que deberán involucrarse con responsabilidad y la
más estricta veracidad en este empeño, no al estilo burgués, lleno
de sensacionalismo y mentiras, sino con comprobada objetividad y sin
el secretismo inútil.
A este fin es necesario incentivar una mayor profesionalidad
entre los trabajadores de la prensa, tarea en la que estamos seguros
contaremos con el apoyo de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC),
los medios de comunicación y de los organismos e instituciones que
deben tributarles información fidedigna y oportuna para, entre
todos, con paciencia y unidad de criterio, perfeccionar y elevar
continuamente la efectividad de los mensajes y la orientación a los
compatriotas.
Al propio tiempo, la conformación de una sociedad más democrática
contribuirá también a superar actitudes simuladoras y oportunistas
surgidas, al amparo de la falsa unanimidad y el formalismo en el
tratamiento de diferentes situaciones de la vida nacional.
Es preciso acostumbrarnos todos a decirnos las verdades de
frente, mirándonos a los ojos, discrepar y discutir, discrepar
incluso de lo que digan los jefes, cuando consideramos que nos
asiste la razón, como es lógico, en el lugar adecuado, en el momento
oportuno y de forma correcta, o sea, en las reuniones, no en los
pasillos. Hay que estar dispuestos a buscarnos problemas defendiendo
nuestras ideas y enfrentando con firmeza lo mal hecho.
Ya hemos dicho en otras ocasiones y así también se recogió en el
Informe Central al 6to. Congreso, que lo único que puede conducir a
la derrota de la Revolución y el Socialismo en Cuba, sería nuestra
incapacidad para erradicar los errores cometidos en los más de 50
años transcurridos desde el primero de enero de 1959 y los nuevos en
que pudiéramos incurrir en el futuro.
No ha existido ni existirá una revolución sin errores, porque son
obra de la actuación de hombres y pueblos que no son perfectos,
enfrentados además, por primera vez, a nuevos y descomunales retos.
Por eso creo que no hay que avergonzarse de los errores, lo grave y
bochornoso sería no contar con el valor de profundizar en ellos y
analizarlos para extraerles las enseñanzas a cada uno y corregirlos
a tiempo.
En este sentido, por su permanente vigencia, es oportuno recordar
las palabras del compañero Fidel el 28 de septiembre de 1986 al
clausurar el Tercer Congreso de los CDR, cuando señaló: "La lucha
contra las tendencias negativas y la lucha contra los errores
cometidos continuarán indefectiblemente, porque tenemos el deber
sagrado de perfeccionar todo lo que hacemos, perfeccionar la
Revolución, tenemos el deber sagrado de no estar satisfechos jamás,
ni siquiera cuando creamos que estamos haciendo las cosas bien
hechas, mucho menos vamos a estar satisfechos cuando sabemos que no
están haciéndose todas las cosas lo bien hechas que tienen que
hacerse".
La generación que hizo la Revolución ha tenido el privilegio
histórico, pocas veces visto, de poder conducir la rectificación de
los errores cometidos por ella misma, muestra elocuente de que no
tuvieron una repercusión estratégica, de lo contrario, no estaríamos
hoy aquí. No pensamos, a pesar de que ya no somos tan jóvenes,
desaprovechar esta última oportunidad.
Al referirme a este asunto, me siento en el deber de alertar, una
vez más, que no caigamos en la ilusión de creer que las decisiones
adoptadas en esta Conferencia Nacional y ni tan siquiera los
acuerdos de alcance estratégico adoptados por el 6to. Congreso,
constituyen la solución mágica a todos nuestros problemas.
Para impedir que nuevamente caigan en saco roto las instrucciones
del Partido, el Buró Político decidió, al igual que como se indicó
en su momento con respecto a la marcha de la actualización del
modelo económico y el cumplimiento de los planes anuales y el
presupuesto, que los plenos del Comité Central analicen dos veces al
año la aplicación de los Objetivos de trabajo del Partido aprobados
por esta Conferencia. Del mismo modo procederán los comités
provinciales y municipales del Partido, en la forma y frecuencia que
establezca el Comité Central.
La experiencia nos ha enseñado que aquello que no se controla con
efectividad, no se cumple o se ejecuta superficialmente.
Se impone trabajar y perseverar con Orden, Disciplina y Exigencia
por hacer realidad los Lineamientos de la Política Económica y
Social, igual que los Objetivos aprobados en este evento, dejar
atrás el lastre de la vieja mentalidad y forjar con intencionalidad
transformadora y mucha sensibilidad política la visión hacia el
presente y el futuro de la Patria, sin abandonar, ni por un
instante, el legado martiano y la doctrina del marxismo leninismo
que constituyen el principal fundamento ideológico de nuestro
proceso revolucionario.
Para lograr el éxito en este empeño es imprescindible, como se
expresa en el objetivo número 37, "fortalecer la unidad nacional en
torno al Partido y la Revolución, estrechar el vínculo permanente
con las masas y consolidar la convicción de preservar la nación
cubana y las conquistas económico-sociales, sobre la base de que
Patria, Revolución y Socialismo, están fusionados indisolublemente".
Ahora bien, el meollo del asunto no está en haber formulado
adecuadamente ese objetivo o cualquier otro, sino en determinar las
vías y formas en que lo llevamos a la práctica, con la máxima
firmeza, de manera que podamos evaluar con integralidad cuánto y
cómo avanzamos, detectar a tiempo las tendencias negativas y ser
capaces de movilizar a la militancia y al pueblo en la consecución
del objetivo en cuestión.
Esto mismo es aplicable a los enunciados relacionados con la
Política de Cuadros, área que como también expresa el Informe
Central del 6to. Congreso, sufrió los efectos de la improvisación y
la falta de previsión y sistematicidad, trayendo como secuela que no
contemos todavía con una reserva de sustitutos experimentados y
maduros, con preparación suficiente para asumir las complejas
funciones de dirección en el Partido, el Estado y el Gobierno, tarea
que por razones obvias, como todos comprenderán, reviste una
importancia estratégica para la Revolución y en la cual trabajamos
sin precipitación, pero sin pausa, en el cumplimiento de los
acuerdos del Congreso.
Aprovecho la ocasión para ratificar que en la medida en que
avancemos en la definición de todos los ajustes que será necesario
introducir a la Constitución de la República y al marco legislativo
complementario, entre otros asuntos, implementaremos la decisión de
limitar a un máximo de dos períodos consecutivos de cinco años, el
desempeño de los cargos políticos y estatales principales. Al
respecto, considero que una vez definidas y acordadas las políticas
por las instancias pertinentes podemos iniciar su aplicación
paulatina sin esperar por la reforma constitucional, recurso al que
no debemos estar acudiendo a cada rato, o sea, ir a modificar algo
de la Constitución, aunque sea por el propio Parlamento, sin
necesidad de referendo. Igualmente deberán modificarse en ese
sentido los Estatutos y otros documentos rectores del Partido.
Al hablar de estos temas, no puede dejar de mencionarse la
importancia de asegurar que la autoridad moral del Partido, de sus
militantes y en especial de los dirigentes, en todos los niveles, se
fundamente en el ejemplo personal, a partir de demostradas
cualidades éticas, políticas e ideológicas y el permanente contacto
con las masas.
La Revolución de los humildes, por los humildes y para los
humildes, que tanta sangre costó a nuestro valeroso pueblo, dejaría
de existir sin efectuarse un solo disparo por el enemigo, si su
dirección llegara algún día a caer en manos de individuos corruptos
y cobardes.
Estos conceptos, que no son nada nuevos, bien vale la pena
tenerlos siempre presentes por el daño real y potencial que para el
presente y futuro de la nación significa el fenómeno de la
corrupción.
En las últimas semanas los diputados de la Asamblea Nacional y
numerosos cuadros y funcionarios de todo el país, han recibido
copiosa información acerca de algunos procesos investigativos, que
en esta materia desarrollan los órganos especializados del
Ministerio del Interior, en estrecha armonía con la Fiscalía y la
Contraloría General de la República. A su debido tiempo, luego del
pronunciamiento de los tribunales correspondientes, toda nuestra
población conocerá con amplitud estos hechos.
No hace mucho, al intervenir en la clausura de las sesiones del
Parlamento el pasado mes de diciembre, me referí a la convicción de
que la corrupción es, en la etapa actual, uno de los principales
enemigos de la Revolución, mucho más perjudicial que el
multimillonario programa subversivo e injerencista del gobierno de
Estados Unidos y sus aliados dentro y fuera del país. También dije
que en lo adelante no permitiríamos que las acciones de
enfrentamiento al delito fueran efímeras, como ciertamente nos ha
sucedido en otras ocasiones.
Afortunadamente, sin el menor ánimo de restarle gravedad a este
mal bastante generalizado en el planeta, considero que nuestro país
puede ganarle la batalla a la corrupción, primero frenarla y luego
liquidarla sin contemplaciones de ningún tipo. Ya advertimos que en
el marco de la ley seremos implacables con el fenómeno de la
corrupción.
Con frecuencia, varios de los implicados en los casos detectados
ostentaban la militancia del Partido, demostrando fehacientemente su
doble moral y el empleo de esa condición para agenciarse posiciones
en las estructuras de dirección, violando de manera flagrante los
deberes de un militante comunista, establecidos en los Estatutos.
Por ello, sin esperar a la revisión que se ejecuta en el marco de
la actualización de los documentos rectores del Partido, el Tercer
Pleno del Comité Central, celebrado en diciembre pasado, precisó que
la sanción a aplicar a quienes participen en hechos de corrupción no
puede ser otra que la expulsión de las filas del Partido, sin
menoscabo de la responsabilidad administrativa o penal que
corresponda, pues hasta ahora, como práctica, esta medida —la de
expulsión— era excepcional y se reservaba a casos de traición a la
Patria y delitos graves.
No nos cabe la menor duda de que la enorme mayoría de los
ciudadanos y los cuadros de dirección son personas honestas, pero
sabemos que eso no es suficiente, no basta con ser honrados y
parecerlo, hay que pelear y enfrentarse, pasar de las palabras a la
acción.
Es cierto que el Partido desde hace años venía librando el
combate contra este flagelo; sin embargo, este andaba por un lado y
el Gobierno por otro. Para asegurar el éxito es preciso que el
Partido asuma definitivamente la conducción del proceso, lo cual no
significa en lo más mínimo que suplantará las funciones que a cada
institución le pertenecen.
El Partido, en primer lugar, exigirá a todos responsabilidades
por el cumplimiento de sus obligaciones, sin intervenir en la
administración, pero sí llamar la atención, alertar y luchar allí,
desde el núcleo, el municipio, hurgar, pensar y volver a pensar en
cómo movilizar al conjunto de las fuerzas en ese empeño. Cada vez
que hagamos eso, vamos a comprobar que la correlación de fuerzas en
todos los sentidos nos favorece en este empeño de derrotar la
corrupción. La importancia hay que dársela a la organización y
constancia de esa lucha.
Además, esta no es función exclusiva de los militantes, es
también un deber de cada ciudadano y ciudadana, militante o no, que
se preocupe por su país.
Vale en este contexto retomar, por su actualidad, conceptos
definidos desde 1973, hace casi 40 años, como parte del proceso
preparatorio del Primer Congreso.
El Partido debe estar en capacidad de dirigir al Estado y al
Gobierno, controlar su funcionamiento y el cumplimiento por ellos de
las orientaciones trazadas, estimular, impulsar, coadyuvar al mejor
trabajo de los órganos de gobierno, pero en ningún caso
sustituirlos. Los dirige mediante el control, y este término debe
entenderse en la acepción de comprobar, examinar y revisar, nunca en
el sentido de intervenir o mandar.
Aunque no está en el texto, está en el pensamiento de todos, de
toda la masa de militantes, que en el Partido debe acabarse
definitivamente el "mandonismo" su fuerza es moral, no jurídica, por
eso hay que tener moral para dirigir el Partido y llevar a la masa
de militantes ese espíritu, ¡es la fuerza moral!
El Partido dirige controlando que sus directivas, junto a las del
Estado y el Gobierno, se ejecuten apropiadamente por quienes
corresponda.
La organización partidista controla por intermedio de sus
estructuras y de todos sus militantes, de arriba a abajo y
viceversa, lo cual no niega el papel de control que el Gobierno
realiza sobre la actividad administrativa a su cargo.
El control es simultáneo, pero no presupone interferencias. En
una empresa de la producción o los servicios, este se ejerce por la
administración de la entidad, por sus niveles superiores y por
organismos estatales o gubernamentales, según competa, ya sea la
Contraloría, la Fiscalía, los bancos, las oficinas de la
administración tributaria, etcétera.
Las organizaciones del Partido en la base llevan a cabo el
control mediante el accionar de sus militantes, ya sean simples
trabajadores o dirigentes, apremiando con el ejemplo, del que emana
su autoridad, que la administración se atenga estrictamente al
cumplimiento de las normativas jurídicas vigentes, sin dejar de
trasmitir a los organismos políticos superiores la información
pertinente. El Partido controla que los planes económicos y el
presupuesto se elaboren de manera correcta y luego de aprobados por
el Gobierno y el Parlamento se cumplan con rigurosidad.
Estos conceptos están bien claros hace bastante tiempo, desde el
Primer Congreso, pero después nos olvidamos de aquellas
resoluciones, de aquellos acuerdos, de aquel magnífico congreso y
los engavetamos, y por eso casi medio siglo después tenemos que
estarles quitando el polvo a los papeles de lo que hicimos hace 40
años, porque nos dedicamos a otras cosas, por una razón o por otra.
Por eso defendemos tanto la institucionalidad y que cada cual haga
lo que le corresponda, sin interferir a los demás, más bien
apoyándonos. Estos conceptos, además, han sido actualizados, por lo
que se hace imprescindible desde la base, o sea, en el propio núcleo
del Partido y el Comité de Base de la Juventud, educar a los
militantes en esos principios y en cómo se hace esa tarea: cada uno
en el marco donde desenvuelve sus actividades; cómo se hace eso que
hemos orientado en los diferentes congresos o Conferencia, como en
este caso, o sea, educar a los militantes en los mismos para
incorporarlos a su accionar diario. No hay que hacerse filósofo, ¡no
hay que hacerse filósofo!
Eso es lo que les debemos enseñar, sencillo y poco a poco irlos
educando en las reuniones correspondientes, en cursillos o en lo que
sea, que sepan cuál es su función, cuál es su papel; pero para
desempeñar ese papel hay que tener moral en todos los sentidos. Y
les decía que ese es, en mi modesta opinión —y este fue un tema
bastante discutido en algunas de las comisiones ayer—, el aspecto
esencial del llamado trabajo político ideológico y no las consignas
vacías y las frases prefabricadas.
Antes de concluir estas palabras considero necesario denunciar,
una vez más, las brutales campañas anticubanas instigadas por el
gobierno de Estados Unidos y algunos otros tradicionalmente
comprometidos con la subversión contra nuestro país, con el concurso
de la gran prensa occidental y la colaboración de sus asalariados
dentro de la isla en el propósito de desacreditar a la Revolución,
justificar la hostilidad y el bloqueo contra la población cubana y
crear una quinta columna que facilite la aspiración de privarnos de
la independencia y soberanía nacional.
Como expresa el editorial del periódico Granma del pasado
lunes 23, los hechos hablan más que las palabras. Las campañas
anticubanas no harán mella en la Revolución ni en el pueblo, que
continuará perfeccionando su socialismo. Quedará nuevamente
demostrado que la mentira, por muchas veces que se repita, no
necesariamente se convierte en verdad, porque "un principio justo,
desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército".
Compañeras y compañeros:
En menos de un año hemos efectuado dos eventos del Partido, esta
Primera Conferencia Nacional y sobre todo el 6to Congreso, con
acuerdos trascendentales para el presente y el futuro de la
Revolución y el Socialismo en Cuba. El rumbo ya ha sido trazado,
avancemos pues con la misma decisión, la firmeza ideológica, el
valor y la serenidad demostrada en más de 13 años de injusta prisión
por nuestros Cinco Héroes, por cuya libertad nunca dejaremos de
luchar y a quienes hacemos llegar el saludo fraternal de los
comunistas y de todo el pueblo cubano.
Muchas gracias (Aplausos).