"Cuesta mucho trabajo que la gente entienda cómo en los últimos
100 años, el 50 % del incremento de los rendimientos en el mundo ha
estado vinculado al tema de las semillas y la utilización de
variedades de calidad, y recuerda la claridad de Fidel en este tema
cuando, en medio del periodo especial, orientó crear las once
biofábricas con que cuenta el país, a fin de producir simientes
óptimas en aras de aumentar la producción de alimentos, asegura el
también miembro del Consejo de Estado.
Explica que, por esa vía, cada año dilapidamos millones de
dólares en combustibles, abonos y fertilizantes, utilizados en
fomentar cultivos provenientes de semillas no certificadas, recursos
que pudieran ahorrarse de haber utilizado lo que la ciencia ha
demostrado con creces.
"Muchas veces entregamos semillas básicas, pero luego estas no se
multiplican hasta la registrada y la certificada, y en el peor de
los casos, se utilizan con ánimos mercantilistas, explica Rodríguez
Morales, quien reconoce la necesidad de cambiar la mentalidad en
este tema, porque mientras no se asimile que sembrar con calidad no
es un gasto, sino una inversión, jamás resolveremos el problema".
En el caso del INIVIT, aporta variedades y tecnologías, como los
métodos para plantar los cultivos, la longitud entre una planta y
otra, la densidad por campo, los niveles de fertilizantes a emplear,
el manejo integrado en el control de las plagas como la del tetuán
que ataca al boniato y otras. Estos saberes, de ser empleados,
asegurarían un crecimiento en la producción.
Y pone como ejemplo el resultado de entidades muy serias que han
implementado sus recomendaciones, como Laguna Blanca, en Santiago de
Cuba; Horquita, en Cienfuegos; Yabú, en Villa Clara y La Cuba, en
Ciego de Ávila, entre otras. A estas los especialistas del INIVIT
las asesoran, sin imposición, sino a partir de sus características,
y los frutos no se han hecho esperar.
Para tener una idea de la utilidad de aplicar la ciencia en la
agricultura, menciona el caso del Yabú, en Santa Clara, donde este
año fueron plantadas seis hectáreas de yuca proveniente de semilla
básica, el año que viene esa siembra va a dar 60 hectáreas de
semilla registrada y al siguiente dará 600 de semilla certificada.
"El problema a mi entender, no es de los productores, sino de los
investigadores y de los directivos. La gente esta ávida de ciencia,
pero hay muchas trabas para hacérsela llegar, e incluso a veces
aparecen cuadros impositivos, que exigen aplicar una variedad sin
tener en cuenta las características del suelo o las posibilidades de
riego, por poner un ejemplo", amplía Sergio.
Añade que la labor desarrollada los ha llevado en su institución
a realizar 40 recorridos por todo el país, en aras de difundir
nuevas variedades de viandas, vegetales, hortalizas y tubérculos;
sin embargo, no siempre la implementación y el seguimiento es
óptimo, porque falla el control de la actividad por parte de los que
deciden en el sector en los diferentes territorios.
"No podemos pensar en llegarle al ciento por ciento de los
productores. Se debe priorizar al que decide en las diferentes
producciones, como aquel capaz de entregar 1 000 quintales de
viandas (50 toneladas), a quien debemos privilegiar en la entrega de
recursos y en la asesoría", destaca el director de la prestigiosa
institución villaclareña.
Acerca de los nuevos productores incorporados a la producción de
alimentos a través del Decreto-Ley 259, explica la necesidad de no
abandonarlos y asesorarlos con el objetivo de que no crezcan con
esas deformaciones, "o nos dará mucho trabajo encausarlos en el tema
de los altos rendimientos", opina.
Sobre el tema de la contratación, asegura que es un instrumento
subutilizado el cual no empleamos a fondo en aras de obtener altos
rendimientos, y añade que contratar sin que medien semillas de
calidad es un engaño entre quien contrata y el contratado, y al
final es la economía quien pierde.
Una de las tareas que más ocupa a los investigadores del INIVIT
en estos momentos es la producción de biomasa tropical destinada a
la alimentación animal, a partir de la conciencia de que el país no
está en condiciones de continuar adquiriendo esas grandes cantidades
de materia prima para elaborar los piensos, como soya, maíz, trigo y
otras.
La fórmula es muy sencilla, y debe hacerse a nivel de finca, no
de grandes empresas, a partir del método de elaboración del llamado
yogurt de yuca o boniato, mezclado con la masa verde que aporta la
planta, capaz de tributar altos niveles proteicos, pero que sí
aportan alimentos destinados a los animales.
Asimismo, es necesario fomentar en todas partes variedades de
bajo porte, como el plátano burro enano y la yuca, capaces de
mitigar el impacto de los fuertes vientos, algunos de los cuales a
lo mejor paren menos, pero dan comida al otro día del paso de un
huracán, evitando así tener que recurrir a la siembra de cultivos de
ciclo corto.