Dos
horas y media de reunión del dúo Merkel-Sarkozy (Merkozy) en Berlín,
la primera del año, con el objetivo de preparar la cumbre
extraordinaria de la Unión Europea de fin de mes. Fue una
demostración de unidad, con comprensión alemana hacia las ansiedades
electoralistas de Sarkozy, con el impuesto a las transacciones
financieras, y la afirmación general de que las negociaciones para
el nuevo pacto de austeridad europeo acordado en diciembre "van
bien". La previsión es que el nuevo tratado de la UE se firme el
1ro. de marzo.
La pausa navideña no ha abolido el viejo estado de la cuestión:
una crisis bancaria apenas reconocida y que se hace pasar por crisis
de deuda. Tampoco los superficiales debates mediáticos sobre Sarkozy
como comparsa de Merkel, obviando lo principal: que si la política
fuera razonable sería totalmente anecdótico quien la promueve y
quien va a remolque. Pero no lo es.
El debate económico europeo liderado por Alemania, se aferra a
las ideas que se hundieron en el 2008. "Todo menos afrontar la
realidad: la crisis bancaria", constata James K. Galbraith. La
medicina centrada en una sobredosis de ajustes empeora las cosas.
Grecia, que se hunde más, conforme hace los deberes que le imponen,
necesita más dinero. Merkel no respondió significativamente una
pregunta sobre si el volumen del actual cortafuegos es suficiente.
"Grecia es un caso especial", dijo sobre la participación del sector
privado en un recorte del 50 %. "Nuestra meta es que ningún país
tenga que salir de la zona euro", añadió.
Nubes también sobre Irlanda, el país intervenido que el año
pasado era presentado como alumno modelo, y fuera de la eurozona, en
Hungría, en una situación al borde de la quiebra que compromete a la
banca austriaca, fuertemente implicada allá. Portugal, España e
Italia siguen donde estaban, en la cuerda floja, y Francia
intentando retrasar la pérdida de su triple A y con su presidente
concentrado en las elecciones dentro de cuatro meses, es decir,
centrado en asuntos de imagen de los que la política europea es mera
función.
Sarkozy aboga por introducir un impuesto a las transacciones
financieras lo antes posible y reducido a Francia si fuera
necesario, pero dijo que no habrá precipitación. Merkel, que tiene a
sus socios de coalición liberales en contra de un impuesto que no
implique al conjunto de la UE, dijo que le parece bien y que
"seguiremos luchando". Y en medio de estos adornos, la afirmación de
que "somos conscientes de que el crecimiento y el empleo deben ser
prioritarios".
Con 115 millones de "pobres o socialmente desposeídos", 23 % de
la población de la Unión Europea, uno de cada cuatro, según la
calificación del último informe de la Comisión Europea, "la
situación es muy tensa", dijo Sarkozy, pero "creemos en Europa". La
miseria reflejada en el informe de la Comisión tiene como causas el
paro (21,4 % de los jóvenes europeos), la precariedad en la vejez y
el subempleo.
El 50 % de los nuevos empleos europeos son en condiciones de
contrato temporal. Cuando la desigualdad hace estragos en el
continente, la fe en Europa mencionada por Sarkozy se tambalea. En
Alemania el 1 % más rico de la población concentra el 23 % de la
riqueza, y el 10 % más favorecido el 60 % de ella, mientras la mitad
de la población solo dispone del 2 %. "Una estructura en la que los
pobres poseen menos del 5 % de la riqueza, las clases medias entre
el 30 % y el 35 % y los ricos más del 60 %, es la pauta
característica que se encuentra en la mayoría de los países
europeos", señala el informe. En esta delicada situación, la
política de austeridad y disciplina fiscal recorta el gasto social,
lo que contiene el riesgo, de consecuencias y evolución
imprevisibles, de que los europeos dejen de creer en Europa.