En
los países de expresión catalana, todos apuntan a María del Mar
Bonet como la voz femenina por excelencia. Pero el ámbito de esta
mallorquina, que comenzó siendo una revelación del movimiento de la
nova canco, se expandió con el tiempo hasta convertirse en una
de las voces emblemáticas del Mediterráneo.
Esa condición, avalada por un espléndido torrente vocal y una
visceral sinceridad en lo que canta, la ha llevado a ser aplaudida
desde Chicago a Estambul, desde Tokio a Londres, y a merecer más de
una treintena de premios y reconocimientos en su país y diversos
lugares del mundo.
Con
ella han compartido escena y estudios de grabación el brasileño
Milton Nascimento, la griega María Farandouri, los chilenos de
Quilapayún y el coreógrafo español Nacho Duato.
"Prao me faltaba Cuba" confiesa al comienzo de esta
entrevista exclusiva para los lectores de Granma, a que
accede en uno de los pocos instantes de reposo que ha tenido desde
que llegó a la Isla. Pues hay que ensayar y poner a punto el
concierto único que ofrecerá el viernes 20 a las 8:30 p.m., en el
Teatro Lázaro Peña, de la CTC.
"Digo Cuba —cuenta María del Mar— y es como si algo que
largamente te ilusiona se vuelve realidad. Para mi generación Cuba
siempre ha sido rebeldía, promesa, un deseo muy íntimo. Y, bueno, al
fin estoy aquí".
Por el álbum Bellver la Feria Cubadisco 2011 te concedió
el Premio Internacional. ¿De qué modo ese disco revela tu origen?
"Bellver es el nombre de un castillo circular erigido en un cerro
que domina la ciudad de Palma de Mallorca, donde nací. Hasta el
bosquecillo que le rodea íbamos en familia, cuando niña, a jugar,
respirar aire puro, entrar en contacto con la naturaleza. Y fue en
Bellver, durante un festival de música, que canté ante el público
por primera vez. Mi hermano mayor, Joan Ramón, era músico y marino y
conocía a los cantautores de la época. Estos me compulsaron para que
saliera a escena al conocer que yo entonaba canciones populares.
Ahora pienso que Bellver también es un punto de llegada en mi
historia personal".
¿Nostalgia por los días de la nova canco?
"Cada tiempo tiene su aire. Y en aquel la canción entrañaba
riesgos. Hablo de los 70, en la recta final de la larga dictadura de
Franco. Cantar en catalán era una cuestión de principio. Los
conciertos de los sábados y domingos se convertían en espacios de
libertades inéditas, a pesar de la censura. Hubo alguna vez un
recital en que el intérprete solo pudo cantar un tema; los demás
habían sido censurados. Nunca me faltó trabajo. Yo había ido a
Barcelona a aprender cerámica y me coloqué en una fábrica que hacía
vajillas y otros objetos utilitarios para el hogar. Por la noche me
dedicaba a la música. De los obreros de la fábrica aprendí las
luchas sociales. A los cantautores, Luis Llach, Raimón, Serrat,
entre otros, agradezco la oportunidad que me dieron."
¿Tuviste problemas alguna vez?
"Dos veces me detuvieron. Una, en Zaragoza, durante un evento
universitario. Pero como era todavía menor de edad, me soltaron. La
otra fue después, cuando ya comenzaba a ser conocida. Me siguieron
desde el barco en que viajaba de Barcelona a mi casa y encontraron
allí publicaciones clandestinas. Toda una noche me interrogaron
duramente."
¿Qué quedan de aquellos ímpetus?
"El mundo ha cambiado. Se ha uniformado mucho más y le han
impuesto gustos a la gente. Antes en cuatro o cinco días después de
salir un disco, este estaba posicionado. Ahora trabajas dos o tres
meses de promoción para que uno o dos temas sean radiados y apenas
el fragmento de uno se escuche por televisión. Todo es el mismo pop
rock anglosajón. Después de todo he tenido suerte. La gente va a mis
conciertos y recitales en España y fuera de ella. Pero no hablo por
mí, sino por lo que representa para el futuro un mundo empobrecido
culturalmente."
¿Cuándo descubriste la dimensión mediterránea?
"Es algo que está en la atmósfera y en la sangre. Fui a Atenas,
llamé a mi padre y este me preguntó si estaba comiendo las mismas
aceitunas y bebiendo el mismo vino que en casa. En el Líbano se
canta una tonada mallorquina y no es mucha la diferencia entre el
canto magrebí y el de otras zonas de la región. Un gran cantautor
turco suele decir que el Mediterráneo no es un mar, sino un país, y
que el mar es la autopista que nos une."
¿Y las lenguas? ¿Cómo responder a la balcanización de la
geografía mediterránea?
"Las divisiones son artificiales. Tenemos culturalmente más
puntos en común que diferencias. Uno de los mayores premios que he
recibido en mi vida fueron unas palabras de Mikis Theodorakis,
cuando me dijo que aunque los textos de sus canciones habían sido
traducidos al catalán, a él le parecía escuchar en mí a una cantante
griega. En cuanto a las lenguas, yo defiendo la particularidad de
cada uno de los idiomas. Ninguno es mejor que otro y todos deben ser
conservados y respetados, porque en ellos reside la capacidad de
transmitir historias, conocimientos, rasgos propios de sus
comunidades. Cada lengua que muere es un crimen de lesa cultura, un
verdadero ecocidio."
¿Cómo armas tu repertorio?
Puedo estar un año o dos madurando mis canciones. La letra y la
música guardan una relación estrecha y recíproca. Cuando encuentro
que un poeta dice algo que a mí me hubiera gustado decir, es muy
seguro que musique sus versos. He dado valor a los poetas
mallorquinos, catalanes y valencianos. Fue una verdadera suerte ya
en 1974 haber versionado poemas de Bartomeu Roselló-Pórcel, un poeta
mallorquín que me gustaría se conociese en Cuba, en un disco cuya
portada fue hecha nada menos que por Joan Miró."
¿Qué esperas de tu concierto cubano?
"He encontrado músicos excelentes, pero eso no es noticia. Bien
se dice que Cuba es la isla de la música. Espero establecer una
corriente de simpatía con el público. Pero de Cuba espero algo más.
Siempre he pintado y quién sabe, si más temprano que tarde, decida
estar uno o dos meses en Viñales y Soroa para pintar sus paisajes.
He descubierto aquí una luz muy peculiar. Una luz que me seduce."