Cada lengua que muere es un crimen de lesa cultura

La extraordinaria cantante mallorquina habló en exclusiva para los lectores de Granma sobre sus orígenes, sus motivaciones, las realidades de este mundo y las expectativas de su primera presentación en Cuba el viernes 20 en el teatro Lázaro Peña de la CTC

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

En los países de expresión catalana, todos apuntan a María del Mar Bonet como la voz femenina por excelencia. Pero el ámbito de esta mallorquina, que comenzó siendo una revelación del movimiento de la nova canco, se expandió con el tiempo hasta convertirse en una de las voces emblemáticas del Mediterráneo.

Esa condición, avalada por un espléndido torrente vocal y una visceral sinceridad en lo que canta, la ha llevado a ser aplaudida desde Chicago a Estambul, desde Tokio a Londres, y a merecer más de una treintena de premios y reconocimientos en su país y diversos lugares del mundo.

Con ella han compartido escena y estudios de grabación el brasileño Milton Nascimento, la griega María Farandouri, los chilenos de Quilapayún y el coreógrafo español Nacho Duato.

"Prao me faltaba Cuba" confiesa al comienzo de esta entrevista exclusiva para los lectores de Granma, a que accede en uno de los pocos instantes de reposo que ha tenido desde que llegó a la Isla. Pues hay que ensayar y poner a punto el concierto único que ofrecerá el viernes 20 a las 8:30 p.m., en el Teatro Lázaro Peña, de la CTC.

"Digo Cuba —cuenta María del Mar— y es como si algo que largamente te ilusiona se vuelve realidad. Para mi generación Cuba siempre ha sido rebeldía, promesa, un deseo muy íntimo. Y, bueno, al fin estoy aquí".

Por el álbum Bellver la Feria Cubadisco 2011 te concedió el Premio Internacional. ¿De qué modo ese disco revela tu origen?

"Bellver es el nombre de un castillo circular erigido en un cerro que domina la ciudad de Palma de Mallorca, donde nací. Hasta el bosquecillo que le rodea íbamos en familia, cuando niña, a jugar, respirar aire puro, entrar en contacto con la naturaleza. Y fue en Bellver, durante un festival de música, que canté ante el público por primera vez. Mi hermano mayor, Joan Ramón, era músico y marino y conocía a los cantautores de la época. Estos me compulsaron para que saliera a escena al conocer que yo entonaba canciones populares. Ahora pienso que Bellver también es un punto de llegada en mi historia personal".

¿Nostalgia por los días de la nova canco?

"Cada tiempo tiene su aire. Y en aquel la canción entrañaba riesgos. Hablo de los 70, en la recta final de la larga dictadura de Franco. Cantar en catalán era una cuestión de principio. Los conciertos de los sábados y domingos se convertían en espacios de libertades inéditas, a pesar de la censura. Hubo alguna vez un recital en que el intérprete solo pudo cantar un tema; los demás habían sido censurados. Nunca me faltó trabajo. Yo había ido a Barcelona a aprender cerámica y me coloqué en una fábrica que hacía vajillas y otros objetos utilitarios para el hogar. Por la noche me dedicaba a la música. De los obreros de la fábrica aprendí las luchas sociales. A los cantautores, Luis Llach, Raimón, Serrat, entre otros, agradezco la oportunidad que me dieron."

¿Tuviste problemas alguna vez?

"Dos veces me detuvieron. Una, en Zaragoza, durante un evento universitario. Pero como era todavía menor de edad, me soltaron. La otra fue después, cuando ya comenzaba a ser conocida. Me siguieron desde el barco en que viajaba de Barcelona a mi casa y encontraron allí publicaciones clandestinas. Toda una noche me interrogaron duramente."

¿Qué quedan de aquellos ímpetus?

"El mundo ha cambiado. Se ha uniformado mucho más y le han impuesto gustos a la gente. Antes en cuatro o cinco días después de salir un disco, este estaba posicionado. Ahora trabajas dos o tres meses de promoción para que uno o dos temas sean radiados y apenas el fragmento de uno se escuche por televisión. Todo es el mismo pop rock anglosajón. Después de todo he tenido suerte. La gente va a mis conciertos y recitales en España y fuera de ella. Pero no hablo por mí, sino por lo que representa para el futuro un mundo empobrecido culturalmente."

¿Cuándo descubriste la dimensión mediterránea?

"Es algo que está en la atmósfera y en la sangre. Fui a Atenas, llamé a mi padre y este me preguntó si estaba comiendo las mismas aceitunas y bebiendo el mismo vino que en casa. En el Líbano se canta una tonada mallorquina y no es mucha la diferencia entre el canto magrebí y el de otras zonas de la región. Un gran cantautor turco suele decir que el Mediterráneo no es un mar, sino un país, y que el mar es la autopista que nos une."

¿Y las lenguas? ¿Cómo responder a la balcanización de la geografía mediterránea?

"Las divisiones son artificiales. Tenemos culturalmente más puntos en común que diferencias. Uno de los mayores premios que he recibido en mi vida fueron unas palabras de Mikis Theodorakis, cuando me dijo que aunque los textos de sus canciones habían sido traducidos al catalán, a él le parecía escuchar en mí a una cantante griega. En cuanto a las lenguas, yo defiendo la particularidad de cada uno de los idiomas. Ninguno es mejor que otro y todos deben ser conservados y respetados, porque en ellos reside la capacidad de transmitir historias, conocimientos, rasgos propios de sus comunidades. Cada lengua que muere es un crimen de lesa cultura, un verdadero ecocidio."

¿Cómo armas tu repertorio?

Puedo estar un año o dos madurando mis canciones. La letra y la música guardan una relación estrecha y recíproca. Cuando encuentro que un poeta dice algo que a mí me hubiera gustado decir, es muy seguro que musique sus versos. He dado valor a los poetas mallorquinos, catalanes y valencianos. Fue una verdadera suerte ya en 1974 haber versionado poemas de Bartomeu Roselló-Pórcel, un poeta mallorquín que me gustaría se conociese en Cuba, en un disco cuya portada fue hecha nada menos que por Joan Miró."

¿Qué esperas de tu concierto cubano?

"He encontrado músicos excelentes, pero eso no es noticia. Bien se dice que Cuba es la isla de la música. Espero establecer una corriente de simpatía con el público. Pero de Cuba espero algo más. Siempre he pintado y quién sabe, si más temprano que tarde, decida estar uno o dos meses en Viñales y Soroa para pintar sus paisajes. He descubierto aquí una luz muy peculiar. Una luz que me seduce."

 

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