"Los derechos del individuo son inalienables e imprescriptibles"
y "bajo ningún concepto se puede renunciar; tampoco privarlos de
ellos a nadie sin hacerse criminal... " Ideas como estas expresó
Ignacio Agramonte y Loynaz al defender su tesis de abogado en 1865,
las cuales fueron recordadas un día como hoy, hace 38 años, cuando
por acuerdo del Consejo de Ministros, tomaron posesión los jueces
profesionales y legos del Tribunal Supremo Popular y de los
tribunales provinciales en el país.
El acto constituyó un importante paso en el establecimiento de
una nueva organización judicial en Cuba, ocasión en la que se le
rindió homenaje a la excelsa figura de El Mayor como patriota y
jurista en el aniversario 132 de su natalicio.
Desde entonces, los elegidos para representar al pueblo en los
actos de justicia, juran acatar y exigir el estricto cumplimiento de
la Constitución Socialista, la legislación vigente y el Código de
Ética; además de desempeñar el cargo con austeridad, seriedad e
integridad, y honrarlo como lo requiere su investidura.
Grande es la responsabilidad que el pueblo cubano ha depositado
en ellos; y decisiva, digna, transparente, imparcial y trascendente
la misión que desempeñan en cada momento para la Patria.
Según establece la Constitución, la función de impartir justicia
dimana del pueblo y es ejercida a nombre de este por el Tribunal
Supremo Popular y los demás tribunales que la ley instituye. Por su
parte, corresponde a la Fiscalía General de la República el control
de la legalidad socialista sobre la base de la vigilancia del
estricto cumplimiento de la ley.
Hoy, con la implementación de las nuevas políticas en función del
reordenamiento social del país, Cuba se encuentra en un proceso en
el que con la participación de todos se definen cambios y acciones,
en los cuales es decisiva la labor de los juristas en la defensa de
nuestro Socialismo, que es lo mismo que decir de nuestra democracia.