Los 400 trabajadores de la empresa Acerería Griega de la ciudad
de Atenas cumplieron este viernes 54 días de paro indefinido y su
lucha ya se convirtió en un símbolo de la resistencia contra las
severas medidas de ajuste neoliberal.
Los empleados pararon la producción el pasado 31 de octubre como
protesta por los despidos de 17 de sus compañeros y la pretensión
empresarial de recortar un 40 por ciento en los sueldos y la jornada
laboral de toda la plantilla, reporta Prensa Latina.
La generalización de la huelga en la factoría de Atenas provocó
la expulsión de más trabajadores, el número actual es de 50, y la
amenaza de 180 despidos adicionales si los obreros no aceptaban el
plan propuesto desde el consejo de administración.
La dirección de la acerería alegó, al amparo de la crisis,
dificultades económicas y un descenso en las ventas y los
beneficios, pero los huelguistas informaron que la factoría
experimentó un crecimiento sin precedentes y que sólo en 2010 los
beneficios superaron 200 millones de euros.
Según los propios trabajadores, durante los dos últimos años la
productividad aumentó en un 30 por ciento y la producción de acero
en 70 mil toneladas, pese a lo cual no hubo nuevas contrataciones y
el aumento de los ritmos de trabajo provocó numerosos accidentes
laborales.
La factoría se encuentra ocupada y vigilada 24 horas al día por
los obreros, quienes mostraron su determinación de pasar las fiestas
navideñas en su centro de trabajo hasta lograr la readmisión de los
despedidos y la retirada del plan de recortes.
Caso de no conseguirlo llevarían a cabo una huelga de hambre
masiva, anunciaron. Alrededor de este conflicto laboral se están
produciendo un sinnúmero de muestras de solidaridad tanto en el país
como en el resto del mundo.
Manifestaciones, asambleas de barrio, mítines y marchas hasta la
factoría están tratando de romper el silencio mediático que se
cierne sobre los huelguistas, y sirven para proporcionarles
alimentos, útiles necesarios y dinero para su caja de resistencia.
Y desde el exterior reciben a diario numerosas muestras de apoyo
y fondos económicos, como es el caso de lo recogido por la
organización española Red Roja.
Los huelguistas quieren que su ejemplo se convierta en el primer
gran obstáculo a la ofensiva neoliberal generalizada que, bajo el
pretexto de la crisis, pretende acabar con los derechos laborales y
garantías sociales consolidados desde hace varias décadas.
Afirman que no van a aceptar trabajar como unos esclavos
modernos, por 550 ó 600 euros, y que su lucha es contra la miseria y
la indignidad que proponen unos gobernantes aún dispuestos a imponer
nuevas medidas de ajuste y un futuro laboral más lúgubre.