El
diccionario de la Real Academia de la Lengua Española —lo de Real,
viene porque España sigue siendo un reino— tiene dos acepciones
coincidentes respecto a la palabra democracia. La primera dice:
Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el
gobierno. La segunda afirma: Predominio del pueblo en el gobierno
político de un Estado. En otros términos: no hay democracia si el
pueblo no interviene en las decisiones fundamentales del Estado.
No voy a hablar de algún ejemplo de Nuestra América, donde todos
se sienten con agudo sentido crítico para desmenuzar lo que ocurre
en cada uno de nuestros países. Mi intención es referirme a lo que
está ocurriendo en la Unión Europea, donde dicen que la democracia
nació y se fabricaron sus modelos hasta la actualidad. Aquel pueblo
que no siga sus sacramentos, será condenado porque no vive en
democracia. Es lo que nos enseñaron y, lastimosamente, siguen
enseñando en las escuelas de Bolivia y, seguramente, de muchos otros
países de esta región.
El primer país donde se mostró que no hay democracia, es Grecia;
la Grecia de Sócrates y de Platón. El derroche, aviesamente incitado
por los mercaderes, provocó la bancarrota. Presurosos, los jerarcas
de la Unión acudieron con montos impresionantes de dinero prestado,
bajo la recomendación de reducir el gasto público y constreñir el
desarrollo económico. Algo hizo el gobierno pero el desajuste se
mantuvo. Los mandatarios de la Unión, el dúo Merkel-Sarkozy, tomaron
la sartén por el mango y retuvieron la última entrega del préstamo.
Reclamaron e impusieron recortes extremos y paralización de obras
como condición para cubrir la cuota. El dinero que entregaron no
estaba destinado a las necesidades del pueblo que no fue consultado,
sino a pagar las deudas miles de veces millonarias, causadas por el
derroche impuesto como forma de vida. Por supuesto, todo el gobierno
cambió y el parlamento griego, sometido a los jerarcas de la Unión,
confirmó un gabinete tecnócrata encabezado por el señor Lukas
Papademos quien, como carta de presentación, declaró: "No hay comida
gratis para los deudores, ni soluciones fáciles para los
acreedores"; es decir, estamos aquí para pagar las deudas, no para
solucionar los problemas del pueblo. ¿Esto es democracia?
Tomemos otro ejemplo en la vieja Europa. Una cumbre de la Unión
deliberó la semana pasada sobre las medidas extremas que deben
tomarse para evitar el colapso del euro, la moneda de la UE. El
primer ministro británico, Cameron, se negó a firmar el acuerdo que
aprobaron los mandatarios de los otros 26 países miembros. Al llegar
a Londres, Cameron recibió una andanada de acusaciones de la
oposición, como era de esperar, pero también de los liberales
demócratas, que forman parte de su gobierno. Estos y los laboristas,
que se supone son la izquierda del esquema político británico,
acusan al conservador Cameron de haber dejado a Gran Bretaña fuera
de la Unión Europea. Cameron se defiende diciendo que el Reino Unido
sigue en la UE en razón del mercado común, pero no puede estar de
acuerdo con restricciones que pueden perjudicarlos. En toda esta
discusión, no tiene nada que ver el pueblo que ya está soportando
restricciones. Si Cameron se mantiene, habrá más restricciones. Si
cambia el gobierno, las restricciones serán mayores. ¿Hay democracia
en todo esto?
La conclusión es manifiesta: la democracia al estilo europeo, es
el predominio de los mercaderes en el gobierno político. El pueblo
está para trabajar, para votar eligiendo a un gobierno más
derechista o menos derechista, para gastar a un ritmo cada vez más
enloquecido y para pagar las consecuencias de este perverso manejo
mercantil.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece, con
claridad y puntualmente, el derecho a la vida y al trabajo digno de
todas las personas en todos los países del mundo. En eso se basa la
democracia. En unos países es más problemático que en otros el
cumplimiento de esa declaración. Pero, ¿en Europa, cuáles son las
dificultades?, ¿quién o quiénes coartan esos derechos?, ¿los
gobiernos elegidos por voto popular, no responden al pueblo?
Un país, un pequeño país, dio la lección: Islandia. Los medios de
comunicación se encargan de no difundir el ejemplo. Las reuniones de
la señora Merkel con el señor Sarkozy se conocen en toda su
extensión. Por supuesto, lo que se difunde es la versión oficial; de
ninguna manera los entretelones. Y, la versión oficial, es tan dura,
tan cruel, que salen sobrando los entretelones. La democracia, al
estilo europeo, es el derecho de los ricos a exprimir al pueblo y,
luego, hacerle pagar las consecuencias. Eso es todo.