Una honda mirada —y con toda seguridad un disfrute, al hacerlo
hacia el interior de nuestra propia identidad— propone la XXI Feria
Internacional del Libro Cuba, correspondiente al 2012, al dedicar
todo su despliegue a la cultura de los pueblos del Caribe, región a
la que pertenecemos todos los cubanos por derecho propio.
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Maryse Condé, una de las grandes
escritoras del Caribe francófono.
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Juan Boch, intelectual dominicano. |
El sensible propósito, junto a un grupo de buenas nuevas en torno
al acontecimiento cultural más populoso del país, fue dado a conocer
a la prensa por los directivos del evento, encabezados por la
presidenta del Instituto Cubano del Libro, Zuleica Romay y por el
director de la Cámara Cubana del Libro, Eduardo Fernández.
No solo para informar al auditorio, sino también para crear un
ambiente de pleno gozo al referirse a la realidad maravillosa que es
el Gran Caribe, ofrecieron sus magistrales intervenciones los
intelectuales Graciela Chailloux y Rogelio Martínez Furé, quienes
ilustraron, a partir de sus investigaciones y experiencias, la vida
étnica, cultural y social de esa —a veces y erróneamente
subvalorada— área del continente que tendrá su merecido protagonismo
en la fiesta editorial cubana.
"El Caribe fue el escenario del Nuevo Mundo en que el hombre
europeo encendió su imaginación y donde murió la pureza racial y
cultural", expresó Chailloux al referirse a esta zona geográfica que
tendrá su esplendor editorial con más de 45 títulos que lo abordan
en este evento literario también dedicado a los Premios Nacionales
de Ciencias Sociales y Literatura, respectivamente, Zoila Lapique y
Ambrosio Fornet.
"La historia nos obliga a reconocernos a nosotros mismos",
aseveró Martínez Furé al referirse al provecho que recibirá el
pueblo cubano en esta fiesta del libro que le permitirá también
conocer más el mundo al cual pertenece."
Revisitar a clásicos como Juan Bosch, Jacques Roumain, Aimé
Cesaire, Ernest Pepin o Maryse Condé, por solo citar a algunos, pero
también asomarnos a la nueva literatura de este escenario cautivador
para las letras —tanto por su belleza como por algunas de sus
tristes realidades— será también una buena oportunidad en esta
fiesta, que tiene como invitada de honor a esa nutricia cultura que
ha fraguado en la región del mundo en la que —y aunque a muchos los
sorprenda— más premios Nobel por habitantes le han sido otorgados.
El programa literario, a cargo de su coordinador Jesús David
Curbelo, director del Centro Cultural Dulce María Loynaz, contará
para su feliz ejecución con otras sedes capitalinas como la Casa de
las Américas, la UNEAC, el Centro Cultural José Martí, el Centro de
Estudios Martianos, la Biblioteca Nacional José Martí, el Pabellón
Cuba, la Casa del Alba Cultural, el Teatro Bertolt Brecht, la
editorial Félix Varela y la Agencia Cubana de Naciones Unidas.
El Pabellón Tesoro de Papel volverá a abrir sus puertas en La
Cabaña con un centenar de títulos para los niños, entre los que ya
se pueden adelantar de su editorial Gente Nueva algunas reediciones
de Nersys Felipe —recientemente distinguida con el Premio Nacional
de Literatura— y de otros autores como Emilio Salgari, Mirtha
Aguirre y Carlos Frabetti.
Las correspondientes premiaciones a los autores galardonados que
esperan la ceremonia de entrega, que acaece cada año en la sala
Nicolás Guillén, tendrá también su asiento reservado. Tampoco
faltarán los coloquios dedicados a los autores a los que se rinde
tributo en el evento, ni los que ofrecen espacios a la historia, a
la traducción, a la literatura y al Caribe mismo.
Un verdadero regocijo promete ser este encuentro al que ya han
sido invitados más de 180 intelectuales y de los cuales alrededor de
40 caribeños han confirmado su presencia en los predios de la Isla.
Se habla de expositores de 18 países que han asegurado hasta el
momento —temprano aún— su estancia en la Feria. Pero para precisar
esos menesteres estadísticos queda tiempo todavía. Lo que resulta
imperdonable es que no nos animemos, desde ya, para un
acontecimiento único donde el Caribe completo cabrá desde la mágica
dimensión de un libro en la Mayor de sus Antillas.