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Egipcios muestran optimismo en urnas y escepticismo
en calles

Sentimientos convergentes y distintos expresó hoy la familia Saleh que, como muchas en Egipto, valoró importante las elecciones parlamentarias para completar la transición, aunque apoyó las presiones callejeras para que la Junta Militar deje el poder.

Una madre que rebasa los 50 años se llenaba de paciencia y cargaba con una pequeña silla plegable para esperar "todo lo que haga falta" su turno de votar en las primeras elecciones sin sombras de fraude flagrante que caracterizaron los 30 años de gobierno de Hosni Mubarak.

A la par, un hijo veinteañero se mostraba inquieto por la lentitud del proceso de votación que le impedía llegar más temprano a la plaza Tahrir, epicentro de las revueltas contra Mubarak hace nueve meses y ahora núcleo de multitudinarias protestas contra el poder castrense.

Si bien representan dos generaciones, madre e hijo son un vivo ejemplo de la nueva realidad de Egipto, cuya lenta transición democrática agranda la polarización social acompañada de recelos hacia el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA).

Umm Aliaa, con la circunspección que le da su medio siglo de vida, afirmó a Prensa Latina que la Junta Militar tiene que ceder el mando a una autoridad civil, y "la mejor forma de escoger a los representantes del pueblo es en las urnas".

Añadió que entiende y apoya la disposición de su hijo Abdel Karim a movilizarse y solidarizarse con los cientos de egipcios que llevan 11 días acampados en Tahrir, pero le "corrigió" afirmando que el "objetivo principal" es impedir que los civiles de Mubarak vuelvan al Parlamento.

Mientras avanzaba su cola de más de cinco cuadras de largo para depositar el voto, el miembro del CSFA general Mamdouh Shaheen recordaba que los representantes de los candidatos podrán pernoctar frente a los colegios electorales para proteger las boletas.

La aclaración la hizo Shaheen en rueda de prensa tras denuncias de demoras en la transferencia de las papeletas a las mesas de votación, para advertir que la ley electoral tiene mecanismos para impedir la manipulación del voto, una práctica flagrante en los comicios de 2010.

Ciertamente, más allá de la polarización social respecto al rol del Ejército en la transición democrática de Egipto, el elemento que cohesiona a las distintas fuerzas políticas es el rechazo a las candidaturas de miembros del Partido Nacional Democrático (PND).

Los militantes del ya desarticulado partido de Mubarak fueron favorecidos por la ley para postularse, pero a diferencia de hace un año tienen sobre sí la mirada de los 10 mil jueces que monitorean las elecciones y los más de 50 millones de egipcios aptos para votar.

En el variopinto panorama político de Egipto, con más de seis mil 700 candidatos y más de 50 partidos en liza por los escaños legislativos, muchos de los candidatos pertenecen a grupos islamistas antes vetados, pero también destacan mujeres, jóvenes y laicos.

Similar a Umm Aliaa y Abdel Karim, todos los entrevistados en los colegios electorales coincidieron en que ahora "nuestro voto vale", "esta vez es de verdad", "nos tienen que tomar en cuenta", "sentimos que podemos cambiar el país" o "es la mejor respuesta al CSFA".

El ejercicio democrático, cuya primera fase abarca a nueve provincias, se extiende hasta mañana, pero muchos lo asumen como fiesta y reflexión, tanto en casas, cafés y cines, como bajo una caliente manta para mitigar el frío en la plaza Tahrir. Maha, una abogada que defiende a "los revolucionarios de Tahrir", reconoció que la nutrida afluencia a votar es una señal inequívoca del civismo de los egipcios, pero -aclaró- "hace falta más para despejar el curso y ritmo de la transición. Tenemos que seguir presionando".

 

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