Expertos citados por el mismo rotativo estatal aseguran que, en
los últimos años, la evolución de los programas espaciales se ha
acelerado más que la de Washington y Moscú, donde los problemas
económicos y las dudas sobre la viabilidad de la exploración
cósmica, han frenado sus avances.
"En un lapso de apenas siete u ocho años, los expertos espaciales
chinos han completado lo que sus similares de otros países tardaron
de tres a cuatro décadas en conseguir", declaró Wang Yongzhi,
miembro del grupo de diseño orbital de China.
Beijing puso en marcha su Programa Espacial Tripulado (PET) en
1992. Siete años más tarde lanzó la nave Shenzhou-I, con la misión
de analizar la confiabilidad del cohete transportador Gran
Marcha-2F, cuyo modelo se emplearía en futuras expediciones. En
enero del 2001, la Shenzhou-II despegó de la Tierra para realizar
experimentos físicos y astronómicos en un ambiente de microgravedad.
Al año siguiente, la nave Shenzhou-III —equipada con funciones de
escape y rescate de emergencia— trasladó sensores de monitoreo
físico humano, así como "astronautas maniquíes". Luego, la Shenzhou-IV
acarreó una unidad a prueba de radiaciones. Así, el Gobierno chino
fue sentando las bases para los primeros vuelos tripulados.
En el año 2003, la nave Shenzhou-V transportó exitosamente al
astronauta Yang Liwei y lo mantuvo en órbita durante 21 horas y 23
minutos. Y en el 2005, dos tripulantes, Fei Junlong y Nie Haisheng,
visitaron el cosmos a bordo de la Shenzhou-VI. Con estos vuelos, el
gigante asiático se convirtió en el tercer país en mandar en naves
propias a un ser humano al espacio, antecedido únicamente por la
antigua Unión Soviética y Estados Unidos.
China logró su primera actividad extravehicular o caminata
cósmica —de 19 minutos y 35 segundos— luego del lanzamiento de la
Shenzhou-VII, en septiembre del 2008. El afortunado navegante fue
Zhai Zhigang.
En septiembre del año en curso, el país asiático lanzó el módulo
Tiangong-1 o Palacio Celestial, al cual deben ensamblarse las naves
Shenzhou-VIII, Shenzhou-IX y Shenzhou-X. Operaciones que aportarán
—según un portavoz del programa cósmico chino— valiosa información
para la construcción de una estación espacial tripulada permanente
en el 2020.
El primero de estos acoplamientos se realizó con éxito a
principios de noviembre y los restantes se llevarán a cabo en el
2012. Las naves regresarán a la Tierra una vez concluida su tarea,
mientras que el Palacio Celestial volverá a su órbita original. Si
cada eslabón del proceso resulta, la Shenzhou-X podría incluir en su
tripulación a la primera astronauta china.
La futura estación espacial incluirá dos laboratorios, una nave
de carga y un cohete tripulado. Por tanto, estaría capacitada para
albergar experimentos científicos de colaboración internacional. De
hecho, podría sustituir a la Estación Espacial Internacional —que
involucra a Estados Unidos, Rusia, Japón, Canadá y algunos países de
Europa—, cuya retirada del cosmos está prevista también para el
2020.
El ensamble exitoso entre el Shenzhou-VIII y el Tiangong-1 supone
desde ahora un avance crucial en el ambicioso proyecto de Beijing,
que incluye la posibilidad de situar a un hombre en la Luna.