Todo este ambiente que se respira hoy atrae las más suspicaces
intenciones de los señores del Norte. Interesado, o mejor,
preocupado por los aires que envuelven a la nación sudamericana, el
presidente de EE.UU. Barack Obama pidió entrevistarse con Cristina
Fernández. La invitación para reunirse durante la Cumbre del G-20 en
Cannes, llegó justo después de los discursos que cerraron el
contundente triunfo electoral de la mandataria.
Al respecto, Ben Rhodes, consejero adjunto de Seguridad Nacional
de la Casa Blanca, señaló: "Lo vemos como una oportunidad, tras la
reelección de la presidenta, de dar un giro a la relación hacia una
dirección más positiva".
La pregunta se formula enseguida: ¿qué querrá Obama? ¿Qué se le
ocurrió ahora?
El politólogo argentino Atilio Borón llama la atención sobre un
punto esencial: "Dados estos antecedentes y teniendo siempre en
cuenta que jamás se puede confiar en la mentirosa benevolencia del
imperialismo y sus voceros (el que tenga dudas mejor que medite
sobre lo ocurrido con Gaddafi), la hipótesis que se perfila con más
fuerza para comprender el sentido de la invitación de Obama diría
que está motivada por el deseo de sabotear, por ahora
diplomáticamente, el proyecto integracionista representado por
UNASUR y aislar a los gobiernos de izquierda de la región,
principalmente a la Venezuela de Chávez".
A Washington le preocupa notablemente la consolidada relación de
Argentina con Venezuela, incluso la proyecta como la piedra —una de
las tantas—, que debe quitar de su camino.
De hecho, "dentro de esta estrategia global, apartar a la
Argentina del proyecto integracionista sudamericano es un paso
táctico de mayor importancia. Avanzar hacia ese objetivo parecería
ser el único sentido posible de la invitación hecha por el
mandatario estadounidense", tal como indica Borón.
A ello se suma también la consolidada posición de Cristina
Fernández dentro del escenario político de la región, su popularidad
y el hecho de sustentar una economía con un espectacular
crecimiento. Mientras, Obama muestra una imagen en caída: una
economía en retroceso, programas de reformas sepultadas y pocas
probabilidades de una reelección.
¿Hasta qué punto esta relación con Argentina le es funcional a la
principal potencia del planeta? Contemplando el escenario vemos que
hasta hace unos años el aliado fundamental de la Casa Blanca en la
región era Brasil. Pero el hecho de que el gigante sudamericano
decidiera mecanismos propios alejados de toda sumisión, obliga a
Washington a buscar otro tipo de alianzas en América Latina. Es ahí
donde "Argentina puede ser un buen contrapeso y moderador, en tanto
inciden muy poco en esta balanza los socios tradicionales de EE.UU.:
Chile, Colombia y México", como describe el periodista Carlos Abel
Suárez de Sin Permiso.
Cristina —como comenzó a llamarla "cariñosamente" Obama,
olvidando los informes de su embajada en Buenos Aires revelados por
WikiLeaks—, es motivo de desvelo permanente para EE.UU.
Sin embargo, lo que se ha vivido en los últimos días en esta
nación es mucho más fuerte que las mezquinas pretensiones
imperialistas. La solidez en la defensa de los principios
democráticos y el compromiso con la unidad latinoamericana mostrada
por la Argentina de estos tiempos, han levantado un país que decidió
su rumbo, y donde los Kirchner, como popularmente se les conoce pese
al deceso del exmandatario, han dejado una marca indeleble.