Barbas
bíblicas, sombrero/ de estilo camagüeyano./ Al verlo, el pueblo
cubano/ soñó un profeta montero:/ un Cristo, pero guerrero/ que con
la patria cargara,/ cuando una sonrisa clara/ como azucena fulgente/
alumbró gloriosamente/ la manigua de su cara.
Con estos versos describió nuestro Indio Naborí, Premio Nacional
de Literatura en 1995, a un hombre que encarnó la imagen viva del
pueblo en su cuerpo de héroe; un hombre que quiso tanto a Cuba que,
para traerla siempre consigo, la resumió en una sonrisa: Camilo
Cienfuegos Gorriarán, nuestro Camilo.
En 1959, a solo 10 meses de ver cumplido el sueño que lo llevó a
la expedición del yate Granma y a las montañas de la Sierra —el
triunfo de la Revolución— el avión que lo traía de regreso a La
Habana, procedente de Camagüey, desapareció sin dejar rastro… Dolor
infinito, desesperación… movilizaron a todo un pueblo que no podía
creer semejante pérdida.
No quedó espacio alguno en el país sin examinar: por tierra, aire
y mar, Cuba entera lo buscó con la esperanza de encontrarlo; sin
embargo, no hubo ningún vestigio de Camilo ni de su nave…Aun así, la
búsqueda no ha cesado.
A 52 octubres de su desaparición física, cubanos de distintas
generaciones le buscamos a cada momento, solo que esta vez logramos
encontrarlo… multiplicado sonriente en cantos, flores y versos, casi
siempre de verde olivo y con su sombrero alón. Llega convertido en
himno, en bandera, en escudo y, desde la tribuna, recuerda a quienes
desean ver a la Isla destruida que "para detener esta Revolución
cubanísima, tiene que morir un pueblo entero".
Cada 28 de octubre, su sonrisa cómplice responde con esa ternura
de niño grande cuando le echamos una flor al mar; se sabe nuestro,
vivo, profundamente querido. Sabe también que Cuba no lo olvida ni
lo hará jamás; y es que, como aseveró el Indio Naborí en su poema,
no ha muerto el capitán/ del pueblo, porque su idea/ prosigue, con
su pelea/ de redentor huracán…
Camilo vive, y como vive, solo debe hablarse de él en presente.
Su imagen de pueblo perdura en nuestra gente y su ejemplo emprende
nuevos desafíos, cual bujía inspiradora. Está en todas partes, listo
para responder cualquier pregunta y darnos el consejo oportuno.
Por eso ahora —como lo hizo Fidel hace más de cinco décadas— Cuba
toda se pone de pie y le pregunta: ¿Vamos bien, Camilo?