El ministro del Interior de Pakistán, Rehman Malik, condicionó
hoy el inicio de un diálogo con los talibanes a la entrega de las
armas por parte de estos.
La agenda mínima es que entreguen las armas y se presenten (ante
las autoridades). Si piensan que van a mantener los (fusiles de
asalto) Kalashnikov en las manos y tener conversaciones al mismo
tiempo, eso no va a suceder, dijo Malik a periodistas.
Aunque los dos bandos han expresado su disposición a negociar,
analistas se muestran escépticos sobre la verdadera voluntad de los
insurgentes de respetar un acuerdo que implique la deposición de las
armas.
Desde hace cuatro años el fundamentalista Tehrik-e-Taliban (TTP,
Movimiento Talibán de Pakistán), en alianza con Al-Qaeda, intenta
derrocar al Gobierno mediante una desgastadora guerra irregular que
incluye sabotajes y atentados suicidas contra objetivos civiles y
militares.
El gobierno los está invitando a respetar la Constitución y a
deponer las armas, pero ellos tienen otros objetivos. Quieren tomar
el poder y no se tomarán las negociaciones en serio, pronosticó el
experto de seguridad Mahmood Shah al comentar la advertencia de
Malik.
Islamabad considera al TTP la mayor amenaza para el país,
mientras Estados Unidos lo tiene incluido en su lista de
organizaciones terroristas extranjeras y ofreció recompensas de
hasta cinco millones de dólares a quien ofrezca información capaz de
conducir a la captura de sus líderes.
Las ofensivas del Ejército paquistaní contra los bastiones
talibanes en la frontera con Afganistán han tenido magros
resultados, pues los grupos rebeldes se esfuman en un santiamén para
evitar enfrentamientos frontales y luego reaparecen y golpean donde
menos se les espera, señaló Prensa Latina.
Expertos en el tema consideran que el Gobierno está en una
verdadera encrucijada, pues si por una parte necesita negociar con
los rebeldes para llevar estabilidad y paz al país, por la otra, se
expone a la ira de Estados Unidos, que lo ha estado conminando a
darles una batida final.
Islamabad y Washington intentan recomponer sus relaciones,
seriamente dañadas a raíz de la inconsulta operación de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) el pasado 2 de mayo en la ciudad de
Abbottabad, que culminó con la muerte del jefe de Al Qaeda, Osama
bin Laden.
Por añadidura, el mes pasado altos jerarcas militares y políticos
estadounidenses acusaron a los servicios de inteligencia pakistaníes
de tener vínculos con el grupo Haqqani, responsable de numerosos
ataques contra objetivos norteamericanos y de la OTAN en Afganistán.