Lectura de Basilia Papastamatíu

Poesía vital y necesaria

MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ
madeleine@granma.cip.cu

Por su ininterrumpida labor como promotora cultural y en su afán de implicar en los espacios literarios a adeptos y morosos, la poeta y ensayista Basilia Papastamatíu anda siempre muy cerca de las páginas de este diario para convocar en favor del arte. Pero hoy no son esos menesteres los que nos permiten tenerla, y sí su propio quehacer, que ilustró por estos días las Lecturas de Viernes que tienen lugar una vez al mes en la sala Villena, de la UNEAC. Allí prefirió estrenar oralmente su poesía inédita.

Se trata de una obra que, como la anterior, se sigue moviendo entre el existencialismo y el surrealismo que "tan bien le funciona" y que puso a disposición de todos para, desde ella, debatir, indagar y disfrutar. La lectura de poemas de Lezama y su aparente desencuentro con el barroquismo de este autor —nos cuenta— hicieron nacer algunas de las composiciones seleccionadas, que la devuelven en esta nueva propuesta "entrenada y ducha en el manejo del subconsciente poético, sucinto, magro pero inalterablemente coherente", como acotó su presentadora, la poeta Leyla Leyva.

"Todo lo que es psicológico, lo que es subjetivo, conciencia, inconsciencia, para mí es muy importante", asiente Basilia ante las intervenciones de un auditorio que aun desde diferentes puntos de mira coinciden en el distingo de esa angustia existencial que ronda una buena parte de su obra y que cuesta a muchos reconocer nacida de una persona cuyo comportamiento social nada tiene que ver con cierto estado "agónico o sombrío".

Así, poemas como Probar otras mieles, En la escena pública, Arrojados como bultos y Pero mi alma no la encuentro, son irrefutables muestras de esa dicotomía que asiste a la autora en el momento del alumbramiento artístico cuando no es consciente del acto poético que está teniendo lugar:

"A veces no puedo decir qué quiero decir, no es que esté escondiendo algo, el poema va saliendo y no puedo evitar que adopte esa forma. Es como si él solo se armara y decidiera, el poema necesita tal palabra y esa es la que va, y llega el momento en que no me pide más y se termina. Es entonces cuando me identifico con él, ahí me siento yo, ahí me siento en el texto."

Un poema ecológico, Muerte perezosa, donde "falsas antorchas nos iluminan/ hasta que otra vez ardientes se contemplan y abrazan y por sus blandas heridas/ hilachas de sangre confluyen en sus bocas/ balbuceando muertes/ Impulsados a la fuga/ recorren el único espacio posible/ un puente que no se ve/ por el incesante remolino/ de gigantescas olas/ bajo la negra luz/ de un mundo en agonía/ Es el frío final/ el miedo final.", nos revela a la poeta con esa vital y necesaria lucidez que no pierde la orientación genuinamente sensible, translucida desde "el escenario contemporáneo" y dotada, al decir de Pedro de Oraá, de "esa secreta confianza en la criatura humana".

 

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