Korda entre cantos y tambores

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

Alberto Korda es en el arte fotográfico cubano sinónimo de maestría, de observación lúcida de la realidad, de inteligencia poética en la captación de momentos culminantes.

La Casa de las Américas, como parte de su agenda dedicada al Año Internacional de los Afrodescendientes, alberga en su Galería Latinoamericana, un ensayo fotográfico del maestro titulado Bembé, que desde el despliegue de una parte de los fotogramas en la revista INRA, en abril de 1960, no había sido revelado.

Alguna vez Korda pensó en armar un álbum con aquellas imágenes y realizó una maqueta tentativa. Esa es la base de la exposición, puesto que nunca se han podido hallar los negativos.

Gracias al trabajo del Estate Korda (en las artes plásticas se denominan estate a las entidades encargadas de conservar, curar y promover los legados de los artistas desaparecidos), Bembé llega al espectador de nuestros días con la misma frescura que le imprimió el maestro en los días de su realización.

Eran tiempos aquellos en que la Revolución fundaba una política cultural, una de cuyas aristas apuntaba hacia el rescate y vindicación de expresiones populares discriminadas por las prácticas de legitimación de la conservadora cultura oficial.

Como antecedentes estaban los trabajos de don Fernando Ortiz, quien había registrado y concedido desde la ciencia jerarquía pertinente a la riqueza material y espiritual aportada por los africanos y sus descendientes en la Isla.

La Revolución creó una base para las investigaciones folclóricas, con Argeliers León al frente, en el Teatro Nacional (de ahí surgieron dos de nuestros más renombrados expertos en esos menesteres, Miguel Barnet y Rogelio Martínez Furé); y dio apoyo después para la fundación del Conjunto Folclórico Nacional. No hay que olvidar cómo en la matriz del Conjunto de Danza Moderna por esos días, el maestro Ramiro Guerra instaló su magnífica Suite Yoruba.

En ese contexto, la revista INRA encargó un reportaje gráfico a Alberto Korda, que calzaba un artículo de Odilio Urfé. Su validez no solo proviene del dato testimonial, que de por sí bastaría para enaltecer el trabajo del artista, sino también de la poética de las imágenes en claroscuros que revelan atmósferas, gestos, gozos y fervores.

La exposición está acompañada por un modesto pero ilustrativo catálogo que reproduce la maqueta del álbum, el facsímil de la publicación del reportaje en la revista, y un texto introductorio de Cristina Figueroa.

Un solo detalle se echa de menos: para las nuevas generaciones debió incluirse una nota biográfica y valorativa sobre Odilio Urfé. La nota del reportaje, enjundiosa en su brevedad, lleva la firma de un hombre con el que siempre estará en deuda la cultura cubana, por su apasionada labor como músico y musicólogo apegado a las raíces populares.

 

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