Para no perder el orgullo de llegar a una meta

RAQUEL MARRERO YANES
rql@granma.cip.cu

Decir ¡Felicidades! no es suficiente para expresar la mezcla de tristeza, satisfacción y orgullo que sienten los estudiantes al llegar a una meta y tener que decir ADIÓS o BIENVENIDA a esa gran familia que es el círculo, la escuela, el tecnológico... ,o la universidad.

En ella ríen, lloran, cantan... y aprenden mucho, sobre todo, el verdadero significado de la amistad, la solidaridad y la confianza; por eso las experiencias vividas en cada etapa las guardarán como eternos recuerdos.

Hace poco vimos a muchos, reunidos en plazas, teatros o en los propios centros docentes, despidiendo una etapa de sus vidas, ahora hay quienes se alistan para comenzar una nueva.

Quizás unos más lejanos que otros en el tiempo, todos sentimos nostalgia de cada acto de graduación o inicio de un curso escolar y de ellos conservamos gratos recuerdos: el uniforme, los amigos, los libros de texto, la beca, el profesor nuevo... o las travesuras de un compañero especial.

Los maestros y profesores, por su parte, también sienten la satisfacción de verlos partir después de transmitirles conocimientos o de llegar para recibirlos. Mientras, a niños o jóvenes les embargan memorias y esperanzas de sus primeras lecturas, de su primera palabra escrita o de sus primeros pasos en la vida laboral... que los acompañarán el resto de la vida. Por eso les resulta difícil olvidar las instituciones en las que se formaron y los maestros que les enseñaron.

Entonces, ¿por qué no dejar en cada estudiante un bonito recuerdo también del día de su graduación o inicio del curso?

Para eso solo se necesita echar mano a la sensibilidad y condimentar con alegría, aunque claro está, sin olvidar la solemnidad. Ocasión propicia para reafirmar sentimientos de amistad, solidaridad y respeto entre todos.

Asimismo, reconocer a quienes han estado y estarán junto a ellos guiando sus enseñanzas: a los padres, que durante años siguen sus pasos; a los maestros y profesores, quienes les ofrecen conocimientos y comparten sus experiencias; a los directivos, trabajadores y amigos, quienes tienen siempre a mano una palabra de aliento; incluso hasta a los vecinos por permitirles compartir su espacio.

Recordemos que, con muchos o pocos recursos, del acto de graduación o inicio de un curso en cualquier nivel de enseñanza, nos queda como recuerdo el título recibido, las palabras de bienvenida, el primer saludo a un desconocido que luego puede ser un gran amigo, las instantáneas, como testimonio gráfico... Solo eso perdurará en el tiempo si no logramos exaltar y reconocer lo que el momento debe significar para cada uno.

Evitemos entonces que cuando se enfrenten a una nueva etapa, pierdan aquellas valías que con tanto amor y por tantos años sembraron en ellos.

 

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