En el Escambray cienfueguero crece el Jardín de Frutales de El
Nicho, sitio de extraordinaria belleza y condiciones naturales,
evaluado de Excelencia por el Movimiento Nacional de la Agricultura
Urbana.
Sobre
este lugar, la memoria del visitante podrá guardar recuerdos para la
posteridad: desde ver a un grupo de jutías abordando un peral maduro
hasta la cosecha de plantas exóticas solo vistas hasta entonces en
libros de botánica o documentales.
En las 26,9 hectáreas de este Jardín, conocido por la labor
extensionista aquí desarrollada y su apadrinamiento a otros sitios
análogos que se inician en el fomento de tales especies, crecen 159
tipos diferentes de frutales, revela Osbel González, especialista de
la Empresa Municipal Agropecuaria Cumanayagua.
González, a cargo del Jardín, añade que el sitio también incluye
media hectárea dedicada a las plantaciones de diversas variedades de
café.
Desde su creación en el 2006, este asentamiento serrano homónimo
incrementó progresivamente su potencial frutícola. Osbel pondera en
tal sentido los vínculos con el Laboratorio Nacional de Frutales.
También muchas semillas provinieron del Jardín Botánico de Sancti
Spíritus, su similar cienfueguero y fincas de este perfil levantadas
en Placetas, Cabaiguán y Quivicán.
Por otros sitios de la geografía cubana viajaron Osbel y varios
compañeros para alcanzar la considerable diversidad existente ahora,
con presencia determinante para las variedades de aguacate Catalina,
Buenaventura, Wilson... y las de plátano Johnson, manzano, cubita,
indio, morado, criollo... , las cuales sobresalen por las áreas
sembradas.
Solamente por concepto de venta de aguacate, el Jardín
proporcionó durante el año 2010 más de 20 000 pesos de ingresos. En
dicho lapso, aportaron 53 toneladas de frutas dirigidas a los
mercados agropecuarios de la provincia y la venta en ferias
semanales.
Mas no solo los aguacates y plátanos son motivo de orgullo en la
finca estatal. Humberto Hernández, uno de sus siete trabajadores,
consigna algunas de las plantas que crecen a su vera en el paraje
montañoso: "Piña, mamey, guayaba, mango (distintas clases de los
tres), papaya, anón, anoncillo, tamarindo y muchas otras, entre las
nacionales".
"Además —explica la trabajadora Deisy León—, se encuentran las no
endémicas, como peras, manzanas, el Serimán de México, granadina,
grosella, maracuyá, melocotón y el mangostán indonesio: el fruto más
codiciado de Asia, por citar algunas."
Su colega, Fidel Labrada, subraya la existencia de dos viveros,
con siete variedades plantadas y el interés por preservar sus
semillas. Estos —precisa Osbel— tienen el objetivo de reponer las
plantas que le faltan a la finca y apoyar el plan de reforestación
del territorio.
Humberto y Deisy afirman que aquí no es utilizado ningún
complemento químico, como no sea el Fitomat, un fertilizante foleal
ecológico.
Con el agua, aporta Fidel, no existen problemas porque baja
directa por gravedad de una manguera conectada a un manantial
montañés.
Los siete trabajadores del sitio eliminan la yerba tendente a
crecer en la humedad de la altura, trabajan en los viveros, llenan
bolsas, escardan y recogen las frutas cuando van a madurar.
A pesar de contar con poco personal, atienden con calidad la
extensa finca-jardín, y son suficientes para sostener un objetivo
multiplicador: acrecentar el número de frutales. Las condiciones
naturales existen, la voluntad también.