Detrás de la noticia

La muerte como esperanza

La noticia, no por lapidaria, deja de ser estremecedora: diez niños menores de cinco años mueren cada día en el campamento Kobe, establecido en Etiopía para acoger a miles de refugiados somalíes que huyen de la hambruna.

Diez menores de cinco años mueren cada día en el campamento Kobe.

Se trata de un dato del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), solo sobre uno de los campamentos, donde más de 25 000 personas hacinadas comparten la espera por la llegada de los alimentos prometidos o de la muerte implacable.

Paradójicamente, el desplazamiento de los menores somalíes y sus familias se produce hacia la vecina Etiopía, tan castigada por el hambre, la sequía y otras desgracias, como lo está el país emisor.

Tras los famélicos cuerpos de menores deshidratados, anémicos y sin masa corporal alguna, acuden otros crueles componentes como el sarampión y el cólera, que parecen encaprichados en matar a los que puedan sobrevivir del hambre.

Mientras, con la muerte como esperanza, los pequeños se apegan a sus madres como la hiedra a la pared, y la ACNUR evalúa con alarma que en uno de estos almacenes de seres humanos, en Kobe, las tasas de fallecimientos son extremadamente altas, principalmente debido a la desnutrición.

Más inhumano es el destino de estos seres en ese punto de la extensa geografía del África Subsahariana, cuando se sabe que en otro país, Libia, en la parte norte del propio continente, Estados Unidos gasta más de 2 000 millones de dólares al mes y solo entre el 19 y el 28 de marzo pasado, empleó 590 millones de dólares adicionales en municiones, vuelos suplementarios y consumo extra de combustible para aviones y barcos del Pentágono. El resto de los aliados de la OTAN destinan cada día cifras millonarias en euros. Son recursos que se utilizan para matar civiles, muchos de ellos niños, y destruir una cultura y una civilización parte del gran patrimonio de la humanidad. (Elson Concepción Pérez)

 

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