Grecia enfrenta un dilema que solo la habilidad de consumados
estadistas puede resolver: cumplir un impopular programa de
austeridad fiscal y retomar la senda del crecimiento después de dos
años de aguda recesión (-8 % del PIB), o entrar en cesación de pagos
de su elevada deuda pública, la cual, después de la crisis
financiera de 2008, ha pasado de poco más de 100 % del PIB —ya muy
alta— a 150 % en 2011, estimándose que rebasará el 160 % en 2012.
El Gobierno del primer ministro Papandreou se debate entre
atenuar las protestas sociales derivadas del severo ajuste fiscal, y
evitar que la comunidad financiera internacional imponga la
implacable lógica del mercado. El actual programa de auxilio
financiero de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional
por 110 000 millones de euros no fue suficiente, y la UE acaba de
aprobar uno nuevo por un monto similar para poder hacer frente a sus
obligaciones hasta el año 2014.
Las condiciones de los prestamistas (UE y FMI) son difíciles de
aceptar: despedir 150 000 empleados públicos y levantar 50 000
millones de euros por privatización de empresas públicas. A todas
estas, por esos giros curiosos de la política local, los
conservadores imprueban las medidas de austeridad que ejecutan los
socialistas.
La Unión Europea trata de evitar el efecto contagio dando un
espaldarazo a Grecia; pero habrá que esperar la reacción de los
mercados. La salida de Grecia de la zona euro no es una opción,
aunque los austeros contribuyentes alemanes no quieren pagar los
platos rotos. Sócrates, Platón y Aristóteles deben estar
revolviéndose en sus tumbas.
Por si fuera poco, el modelo social europeo se cuestiona por su
costoso sistema de seguridad social, que promueve más el ocio que la
productividad. La globalización acecha y el sueño de la integración
paneuropea retrocede. Los euroescépticos dentro y fuera del
continente se frotan las manos: para que se les quemen los griegos
tendrán que hacer su tarea.
La crisis se va desenvolviendo en tiempo real, y gobierno,
oposición, banca y sociedad civil deberán afinar su capacidad de
negociación para acordar un programa de reformas sociales y
económicas creíble, a riesgo de que los mercados financieros
internacionales vulneren sin misericordia la gobernabilidad de la
antigua Grecia, que una vez gobernó Pericles con tanto tino y
sabiduría hace 2 500 años. (Tomado de analitica.com)