Esa visión optimista, de quien supo siempre mirar hacia delante
en su larga carrera artística, es la que quedará de ese maestro de
la guitarra fallecido este jueves en La Habana, Manuel Galbán.
Su presencia tutelar en la música popular cubana acompañó el
estallido de popularidad de Los Zafiros, en los años 60. El quinto
"zafiro" llamaban al mulato aindiado espigado que pulsaba con
acentos inconfundibles la guitarra eléctrica.
No muchos sabían por entonces que Galbán estaba lejos de ser un
advenedizo. Gibareño de cuna, había debutado en la adolescencia con
la orquesta local Villa Blanca, y que desde la medianía de los
cincuenta se abrió paso en la capital.
Galbán llegó a Los Zafiros un año después de la formación del
cuarteto vocal y permaneció junto a sus integrantes hasta 1972,
cuando era inevitable su desintegración.
Después, y hasta entrados los noventa, Galbán no paró de ir de
uno a otro confín del mundo, con el grupo Batey, que representó a
Cuba en numerosos actos solidarios y operaciones promocionales para
los productos líderes del mercado insular.
Pero sin lugar a dudas el espaldarazo de la crítica y de los más
amplios auditorios llegó con su incorporación primero a La Vieja
Trova Santiaguera y después a Buenavista Social Club a partir del
disco dedicado a Ibrahim Ferrer.
Tanto impacto causó que Ry Cooder decidió armar un proyecto
particular para Galbán, el disco Mambo sinuendo (sello Nonesuch,
2003). El guitarrista norteamericano lo definió como "una música
potente, lírica y divertida". Tras la nominación al Grammy Latino de
ese año, el álbum ganó en febrero de 2004 el Grammy al Mejor Álbum
de Música Pop Instrumental.