Zeus,
Júpiter, Minerva, Apolo, los dioses dialogando en el monte Olimpo,
la mitología grecolatina sobre la que se sustentó buena parte de la
cultura occidental, sigue cediendo terreno ante la fuerza imparable
de un cine comercial encargado de tejer leyendas más rentables.
Los textos modernos de los poemas homéricos llegaron hasta
nosotros mediante manuscritos medievales y renacentistas, que a su
vez eran copias de antiguos documentos de los que nadie puede dar
fe.
Las nuevas mitologías cinematográficas, instaladas en el
imaginario de millones de espectadores, se difunden en poco tiempo
gracias al poder dominante de las pantallas de todo tipo, desde los
cines hasta el minúsculo rectángulo electrónico, propiciador de los
juegos infantiles más increíbles.
Saqueado el caudal homérico desde el inicio del cinematógrafo,
los héroes de antaño flaquearon ante los titanes de singulares
vestimentas que fueron cobrando vida, primero en el cómic, y más
tarde en el cine (en los últimos tiempos, sin embargo, se observa
una vuelta a Homero en lo que respecta a dotar de ciertas
debilidades a los héroes modernos, de manera que el
lector-espectador se sienta identificado con los personajes que
vuelan o, por mucho, superan a Aquiles en los combates cuerpo a
cuerpo).
Sería una rareza que alguien enumerara "de carretilla" ––como se
decía antes–– las proezas de Zeus o su árbol genealógico.
No sucede lo mismo en aquellos lugares donde Superman, con solo
algo más de 70 años de creado como cómic, u otros personajes por el
estilo, son una constante gráfica o en imágenes en movimiento.
Ya en lo años 50 del pasado siglo aprendí, siendo un niño, y
nunca lo he olvidado, que la otra personalidad del hombre de hierro
es el periodista con espejuelos Clark Kent, que su casi novia se
llama Luisa Lane y que al Super sus padres le escogieron como país
adoptivo Estados Unidos, por considerarlo "el más justo, democrático
y equilibrado del planeta Tierra".
Eso y más, leyendo solo "muñequitos".
Muchos filmes y series televisivas después dados a conocer en
buena parte del mundo como si fuera una carrera de relevo dirigida
por productores interesados en enriquecer la memoria de los que
pagan por ver, hacen que millones de personas sean capaces de pasar
exitosamente un examen acerca de la "mitología" más detallada que
envuelve al buenazo volador.
En estos momentos, al calor de un nuevo filme sobre Superman que
con actores de lujo se prepara, no faltan noticias como estas
sucediéndose en las páginas de espectáculos: Kevin Costner dará vida
al padre adoptivo de Superman en la Tierra y Russell Crowe se
convertirá en Jor-El, el padre biológico.
La propaganda juega con el conocimiento de los espectadores para
ir informando de "lo último" en cuanto a la incorporación de actores
a un proyecto millonario, lo más reciente, el fichaje de la madurita
Julia Ordmon para que interprete a Lara Lor-Van, la madre biológica
del héroe, con lo que el nuevo Superman ––se informa–– ¡ya tiene su
familia completa!
Páginas de espectáculos en las que también se habla a diario de
otras mitologías modernas en proceso de filmación por parte de la
industria estadounidense, como son el tercer Batman de Christopher
Nolan, o El Capitán América, el más comprometido ideológicamente con
el sistema de todos los habitantes de ese Olimpo que, sin necesidad
de ningún Homero para que les cante, se levanta en las colinas de
Hollywood.