Fundado el 1º de julio de 1986, esta institución de vanguardia de
las biociencias en la Isla, que en sus inicios apenas contaba con
150 especialistas, hoy reúne a más de 1 600 trabajadores —cerca del
50 % son mujeres— distribuidos entre la sede capitalina y las dos
filiales ubicadas en las provincias de Sancti Spíritus y Camagüey.
La alta calificación y la abnegación de este personal,
comprometido con el desarrollo de productos de gran trascendencia
para el país en las áreas de la salud, la producción de alimentos y
la economía, fueron destacadas por el doctor Luis Herrera, director
del CIGB desde hace 12 años y uno de sus fundadores.
Durante una entrevista con Granma, el doctor Herrera
relató que el germen de esta institución se había gestado en el
Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), surgido en enero de 1982
a instancias de Fidel.
El CIB fue el motor pequeño que contribuyó a mover el motor
grande, dice el especialista, quien ocupó allí el puesto de
subdirector de la parte investigativa en 1982.
Ese centro precursor tenía como objetivo favorecer el trabajo, de
manera integrada, del grupo de especialistas que había obtenido en
Cuba, en mayo de 1981, el Interferón leucocitario, con los de otras
instituciones y universidades, para lograr producir esta molécula
—con aplicaciones en enfermedades virales y cancerígenas— a partir
de los leucocitos de la sangre y mediante métodos de ingeniería
genética (Interferón recombinante), lo cual se logró.
La obtención del Interferón leucocitario, en una pequeña casa
cercana a los terrenos que hoy ocupa el CIGB, es considerada el
punto de partida del desarrollo biotecnológico en el país.
Los grupos de trabajo creados en el CIB, contribuyeron
decisivamente, desde 1982 hasta mediados de 1986, a la formación de
personal calificado que posteriormente laboraría en el CIGB.
El doctor Herrera rememora las innumerables visitas de Fidel al
CIB, casi diarias, pero en especial destaca la realizada en 1983,
cuando llegó con la idea de que Cuba debía contar con un centro de
mayores proporciones para el desarrollo de la Biotecnología.
En un primer momento —recuerda—, el Comandante en Jefe solicitó
que se gestionara ante la ONUDI la obtención de la sede de un centro
de ingeniería genética que ese organismo de las Naciones Unidas,
para el Desarrollo Industrial había diseñado, pero sin decidir aún
su ubicación. A partir de ahí, la Isla fue visitada por comisiones
internacionales y se comenzó a participar en reuniones de esa
organización.
A finales de 1983, sin embargo, la dirección del país tomó la
decisión de construir una institución de este tipo con recursos
propios.
Herrera evoca que a instancias de Fidel, el grupo de cerca de 80
tecnólogos y científicos que laboraban en el CIB aportaron a los
arquitectos e ingenieros los elementos conceptuales básicos para el
diseño y construcción del futuro centro, y se ocuparon de atender
todo el desarrollo de la inversión para que respondiera a su
objetivo, y de esa manera hacer realidad la iniciativa del líder de
la Revolución que había comenzado con el Interferón.
El doctor considera que esa decisión fue la que propició
posteriormente que el país concretara un modelo de desarrollo que ha
caracterizado a la Biotecnología cubana, y favorecido que una nación
subdesarrollada y sometida a un bloqueo de más de 50 años por las
sucesivas administraciones norteamericanas, esté a la altura de las
mejor posicionadas en este campo a nivel internacional.
No es ocioso recordar que la prestigiosa revista científica
británica Nature califica a nuestra industria biotecnológica
nacional como la mejor establecida de todo el Tercer Mundo.
Cuba creó una estructura propia, de ciclo cerrado, la cual
propicia que en un mismo centro se lleven a cabo las cuatro etapas
fundamentales (investigación científica-desarrollo
tecnológico-producción y comercialización) para la realización de un
producto que, además, se materializa bajo un esquema integrador, de
cooperación, primero hacia el interior del CIGB y posteriormente con
otras instituciones que engrosan el Polo Científico del Oeste de La
Habana, que se conforma en 1991.
Herrera enfatiza en que en esos dos conceptos (el ciclo cerrado y
el carácter integrador) fue decisiva la intervención del Comandante
en Jefe.
El carácter de sistema es el tercer elemento que caracteriza al
modelo de desarrollo cubano para esta industria, el cual permite que
todos los elementos involucrados estén en función de la viabilidad
de la obtención de un producto de excelencia, que cumpla con los
estándares internacionales exigidos para su empleo y
comercialización.
Los especialistas aseguran, y la idea no parece nada
descabellada, que al menos un integrante de todas las familias
cubanas se ha beneficiado con alguno de los productos de la línea
médica desarrollados por el CIGB en colaboración con otras
instituciones, fundamentalmente del Polo Científico.
Todos los productos desarrollados por el CIGB para el
diagnóstico, prevención y tratamiento de enfermedades están
presentes en el sistema nacional de salud pública.
El doctor Herrera mencionó entre los que se mantienen vigentes a
la vacuna recombinante contra la Hepatitis B (Heberbiovac HB), que
se comercializa, además, en más de 20 naciones; a la conjugada
contra la bacteria Haemophilus influenzae tipo b (Quimi-Hib) y a la
pentavalente para la inmunización activa de infantes contra la
Difteria, Tétanos, Tos ferina, Hepatitis B y Haemophilus influenzae
tipo b (Heberpenta), la segunda de su tipo en el mundo y registrada
ya en siete países.
Estas vacunas están incluidas en el programa nacional de
inmunización que protege contra 13 enfermedades.
Igualmente se refirió al Interferón Alfa 2b humano recombinante (Heberon
Alfa R), con probado efecto antiviral e inhibidor del desarrollo de
células cancerígenas y que se comercializa en más de 20 países, y al
Interferón peguilado (PEG-Heberon), una nueva variante indicada para
el tratamiento de la Hepatitis crónica tipos B y C, que desde
finales del 2010 comenzó a ser introducida en el sistema nacional de
salud.
La Estreptoquinasa recombinante sin albúmina (Heberkinasa),
destinada a combatir el infarto del miocardio y con registro en 14
países, estuvo entre los mencionados.
Entre los productos de uso veterinario y agrícola señaló a la
vacuna contra la garrapata del ganado bovino (GAVAC) y al agente
biológico para el control de nemátodos parásitos de plantas (HeberNem
L).
Igualmente se refirió al maíz genéticamente modificado, que
desarrollaron junto con especialistas del Instituto de
Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova, resistente a la
principal plaga que ataca a esta gramínea en el país (el insecto
palomilla) y a un determinado tipo de herbicida.
Especial destaque tuvo para el Heberprot-P, considerado el
primero de su tipo y el único en el mundo que favorece la
cicatrización de complicadas úlceras, como las provocadas por la
diabetes en los miembros inferiores, y reduce el riesgo de
amputación.
El biofármaco, desarrollado de conjunto con especialistas del
Instituto Nacional de Angiología y Cirugía Vascular, fue registrado
en Cuba en junio del 2006 y en octubre del 2010, 100 instituciones
del territorio nacional, entre hospitales y algunos policlínicos de
la capital y de las cabeceras provinciales, ya contaban con él.
Por su notable contribución al tratamiento de más de 18 000
pacientes con úlcera del pie diabético en la Isla y otras naciones,
se le otorgó la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la
Propiedad Intelectual, en abril de este año.
El Heberprot-P es el producto más vendido desde el 2009 por la
empresa cubana Heber Biotec S.A., comercializadora exclusiva, en
países de América Latina, Asia, África y Europa del Este, de los
productos biotecnológicos y farmacéuticos, servicios tecnológicos y
proyectos de Investigación-Desarrollo del CIGB.
El doctor Herrera señaló que con este biofármaco aspiran a poder
penetrar el mercado global de los productos farmacéuticos, dominado
por países desarrollados.
Con el ímpetu revolucionario que le dio vida hace 25 años, el
Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología continúa su quehacer
científico de vanguardia.