Vengo sosteniendo que la crisis actual del capitalismo es más que
coyuntural y estructural. Es terminal. ¿Ha llegado el final del
genio del capitalismo para adaptarse siempre a cualquier
circunstancia? Soy consciente de que pocas personas sostienen esta
tesis. Dos razones, sin embargo, me llevan a esta interpretación.
La primera es la siguiente: la crisis es terminal porque todos
nosotros, pero particularmente el capitalismo, nos hemos saltado los
límites de la Tierra. Hemos ocupado, depredando, todo el planeta,
deshaciendo su sutil equilibrio y agotando sus bienes y servicios
hasta el punto de que no consigue reponer por su cuenta lo que le
han secuestrado. Ya a mediados del siglo XIX, Karl Marx escribía
proféticamente que la tendencia del capital iba en dirección a
destruir sus dos fuentes de riqueza y de reproducción: la naturaleza
y el trabajo. Es lo que está ocurriendo.
La naturaleza efectivamente se encuentra sometida a un gran
estrés, como nunca antes lo estuvo, por lo menos en el último siglo,
sin contar las 15 grandes diezmaciones que conoció a lo largo de su
historia de más de cuatro mil millones de años. Los fenómenos
extremos verificables en todas las regiones y los cambios
climáticos, que tienden a un calentamiento global creciente, hablan
a favor de la tesis de Marx. ¿Sin naturaleza cómo va a reproducirse
el capitalismo? Ha dado con un límite insuperable.
El capitalismo precariza o prescinde del trabajo. Existe gran
desarrollo sin trabajo. El aparato productivo informatizado y
robotizado produce más y mejor, con casi ningún trabajo. La
consecuencia directa es el desempleo estructural.
Millones de personas no van a ingresar nunca jamás en el mundo
del trabajo, ni siquiera como ejército de reserva. El trabajo, de
depender del capital, ha pasado a prescindir de él. En España el
desempleo alcanza al 20 % de la población general, y al 40 % de los
jóvenes. En Portugal al 12 % del país, y al 30 % entre los jóvenes.
Esto significa una grave crisis social, como la que asola en este
momento a Grecia. Se sacrifica a toda la sociedad en nombre de una
economía, hecha no para atender las demandas humanas sino para pagar
la deuda con los bancos y con el sistema financiero. Marx tiene
razón: el trabajo explotado ya no es fuente de riqueza. Lo es la
máquina.
La segunda razón está ligada a la crisis humanitaria que el
capitalismo está generando. Antes estaba limitada a los países
periféricos. Hoy es global y ha alcanzado a los países centrales. No
se puede resolver la cuestión económica desmontando la sociedad. Las
víctimas, entrelazadas por nuevas avenidas de comunicación,
resisten, se rebelan y amenazan el orden vigente. Cada vez más
personas, especialmente jóvenes, no aceptan la lógica perversa de la
economía política capitalista: la dictadura de las finanzas que, vía
mercado, somete los estados a sus intereses, y el rentabilismo de
los capitales especulativos que circulan de unas bolsas a otras,
obteniendo ganancias sin producir absolutamente nada a no ser más
dinero para sus rentistas.
Fue el capital mismo el que creó el veneno y es el que lo puede
matar: al exigir a los trabajadores una formación técnica cada vez
mejor para estar a la altura del crecimiento acelerado y de la mayor
competitividad, creó involuntariamente personas que piensan. Estas,
lentamente van descubriendo la perversidad del sistema que
despelleja a las personas en nombre de una acumulación meramente
material, que se muestra sin corazón al exigir más y más eficiencia,
hasta el punto de llevar a los trabajadores a un estrés profundo, a
la desesperación, y en algunos casos, al suicidio, como ocurre en
varios países, y también en Brasil.
Las calles de varios países europeos y árabes, los "indignados"
que llenan las plazas de España y de Grecia son expresión de una
rebelión contra el sistema político vigente a remolque del mercado y
de la lógica del capital. Los jóvenes españoles gritan: "no es una
crisis, es un robo". Los ladrones están afincados en Wall Street, en
el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Central
Europeo, es decir, son los sumos sacerdotes del capital globalizado
y explotador.
Al agravarse la crisis crecerán en todo el mundo las multitudes
que no aguanten más las consecuencias de la superexplotación de sus
vidas y de la vida de la Tierra y se rebelen contra este sistema
económico que ahora agoniza, no por envejecimiento, sino por la
fuerza del veneno y de las contradicciones que ha creado, castigando
a la Madre Tierra y afligiendo la vida de sus hijos e hijas.