MADRID.—El mundo tiene arreglo:
1) Si se consolida la democracia y los políticos llevan las
riendas en lugar de ceder a la presión de las instituciones
financieras, sustituyendo una economía basada en la especulación por
otra basada en el conocimiento.
2) Si se disminuyen las inversiones en armas y gastos militares y
se destinan más fondos al desarrollo global sostenible, aumentando
considerablemente el número de personas que se beneficien del
progreso.
3) Si se termina enérgicamente con los paraísos fiscales y se
ponen en práctica, de una vez, los mecanismos de financiación
alternativos como las tasas sobre transacciones electrónicas.
4) Si se termina, también de una vez, con los grupúsculos
plutocráticos del G-7, G-8, G-20... impuestos por los "globalizadores"
y las Naciones Unidas se refuerzan y dotan de los medios para
cumplir sus misiones de seguridad territorial a escala mundial; de
hacer respetar el Derecho Internacional; de incluir a la
Organización Mundial del Comercio y hacer que el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional cumplan sus misiones fundacionales; de
interponer rápidamente los cascos azules, en lugar de ser testigos
impasibles de genocidios y violaciones masivas de los derechos
humanos; si se coordinan las acciones de los cascos rojos,
especialmente preparados para reducir el impacto de catástrofes
naturales o provocadas...
5) Si se adopta la decisión de que, de la noche a la mañana, las
drogas no valgan nada, hallándose disponibles en todas partes y a
precios módicos, como sucede con el alcohol y el tabaco. Esta
"legalización" iría acompañada, como procede, de una campaña de
disuasión en todos los medios de comunicación, docentes, etc., y del
tratamiento de los adictos, para su recuperación, clínicamente.
6) Si en todo el mundo los ciudadanos, conscientes del poder que
les confiere la participación no presencial, deciden dejar de ser
receptores resignados y pasan a la acción.
El fracaso de quienes han pretendido sustituir el
multilateralismo —guiado por los derechos humanos y los principios
democráticos— por el gobierno de unos pocos orientado por el
mercado, ha sido estruendoso. Pero pretenden seguir igual,
imponiendo una economía de especulación y de guerra valiéndose de un
poder mediático inmenso y unas instituciones "evaluadoras" que no
supieron alertar cuando las "burbujas" pero que ahora alarman en
favor de los grandes mercaderes.
Las mismas recetas... sin que les importe el sufrimiento, los
desgarros sociales, el miedo que atemoriza a tantos y tantos seres
humanos en todo el planeta. Mercado, mercado y política exterior y
de defensa como siempre, porque unos pocos están para mandar y el
resto para obedecer.
Después de las grandes guerras, siempre hubo ideales, siempre
hubo utopías y esperanza de iluminar los caminos del mañana con la
paz, con la igual dignidad humana, con la convivencia armoniosa.
Porque unos valores indiscutibles —justicia, libertad, fraternidad—
movilizaban y daban sentido a la vida de muchos ciudadanos.
La gran diferencia con la situación actual es el vacío
espiritual, intelectual, anímico, que rinde y paraliza a mucha
gente, porque han pretendido —y en buena medida conseguido— que todo
el espacio se llene de entretenimiento, de bienes materiales, de
pasatiempos... de personas dóciles y resignadas, que permiten que su
vida discurra a golpe de acontecimientos supranacionales, que se
presentan inexorables.
¿Hasta cuándo seguirá la mayoría de la población mundial dejando,
impasible, que las cosas sucedan "como siempre"? Creo que ya no será
por mucho tiempo. Porque la nueva tecnología de la comunicación
permite la progresiva participación de la gente, hoy espectadora, y
empezará a formar la red global que tanto a escala mundial como
local fortalecerá la democracia genuina, la transición desde una
cultura de imposición, violencia y guerra a una cultura de diálogo,
conciliación y paz; desde una estrategia de seguridad exclusivamente
territorial a la de una seguridad alimentaria, sanitaria, frente a
las catástrofes; desde una economía de mercado a una economía global
sostenible...
El mundo tiene arreglo. Pero no será el G-20 de la "solución Bush"
el que resolverá los problemas del mundo. Ni "rescatando" a
banqueros irresponsables con dinero público. Ni deslocalizando la
producción por "codicia añadida". Ni invirtiendo miles de millones
en artefactos de defensa y seguridad propios de confrontaciones
pretéritas. Ni permitiendo que el mercado siga prevaleciendo sobre
la justicia social. Ni permitiendo el bochorno de los paraísos
fiscales. Ni manteniendo a la gente distraída y obcecada en los
nuevos circos reales y virtuales del siglo XXI.
Ni con fórmulas de ayer se resolverán los retos de hoy y de
mañana.
Será con imaginación. Será inventando el futuro.
Será aplicando soluciones preconizadas por gente fiable: "En los
momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el
conocimiento" (Albert Einstein). Y otra: "Todo cambio es posible...
Ningún desafío se halla fuera del alcance de la creatividad humana"
(John F. Kennedy). José Monleón, en su excelente ensayo sobre
Crisis, cultura y democracia cita a Amin Maalouf cuando escribe:
"La Humanidad está haciendo frente a peligros previamente
desconocidos, que requieren soluciones globales previamente
desconocidas".
El por-venir, me gusta repetirlo, está por-hacer. Un mundo nuevo
a la altura de la dignidad humana podría, por fin, construirse en
los albores del siglo XXI.