República
de corcho —en dos tomos de unas 700 páginas cada uno— es la más
reciente aportación historiográfica de Rolando Rodríguez. Publicada
por Ciencias Sociales, indudablemente se trata, hasta la fecha, de
la investigación más profunda y documentada escrita sobre el período
de 1902 a 1913.
La
obra es reflejo del rigor científico del autor, ducho en hacer uso
óptimo de la inmensidad de documentos con los cuales trabaja a la
hora de adentrarse en una investigación histórica. En este caso, es
de destacar la cantidad de documentos primarios extraídos de los
archivos de Washington que utilizó y que dotan a la obra de un valor
inusitado, en tanto contribuyen a sacar a flote algunas cuestiones
totalmente desconocidas para la ciencia histórica cubana y a
revalorizar algunos análisis vertidos por los historiadores de la
Isla que han trabajado ese período. También, es encomiable el número
de otras fuentes que Rodríguez consultó para la elaboración de esta
obra.
Desde una visión totalizadora de la historia —poco habitual en
nuestros estudios históricos contemporáneos—, el autor satisface su
aspiración de simultanear la extensa información que domina con el
análisis oportuno del historiador marxista. La economía; las luchas
obreras; la vida cotidiana; los conflictos políticos; las
mentalidades; el intervencionismo yanki; los problemas sociales; las
contradicciones clasistas; la formulación de todo el aparato
hegemónico de la neocolonia y su desafío desde la sociedad civil
son, a grandes rasgos, algunos de los temas medulares que se tratan
en República de corcho.
El libro incursiona en los primeros cinco capítulos en el
gobierno de Estrada Palma, desmontándose toda una serie de falacias
como la del supuesto "gobernante honrado" propaladas por algunos
biógrafos. En sus páginas queda al desnudo que Tomasito, también
hizo de las suyas con el erario público. Muestra de ello fueron los
300 000 pesos que le entregó a Steinhart, cónsul general de Estados
Unidos, pues cuando se trataba de ganar el apoyo de los
"americanos", Estrada Palma era también capaz de meter la mano. Su
guataconería con el Norte llegó a niveles tan inverosímiles que
cuando la hija del presidente Roosevelt se casó, pidió al Congreso
cubano nada menos que un crédito de 25 000 pesos para comprarle un
collar de perlas de regalo de bodas. Sin embargo, cuando se trataba
de invertir dinero en el beneficio de Cuba y de su pueblo, era
realmente un "cicatero". Vergonzoso fue el tratamiento que les dio
durante su gobierno a los veteranos de la independencia. Muy
conocido es el hecho de que al general Quintín Bandera prácticamente
lo condenó a morir de hambre junto a su familia —teniendo para él
solamente un puesto de basurero— y que durante la guerrita de agosto
de 1906 ordenó su asesinato.
Por si fuera poco, en República de corcho se evidencia
que, lejos de rodearse de los hombres más ilustres de la
independencia, Estrada Palma premió a los que habían combatido este
ideal o se habían montado interesadamente en el carro de la
Revolución cuando la sabían irreversible, pensando en apoderarse de
ella y así mellar su radicalidad. El primer gabinete de Tomasito
estuvo integrado prácticamente por autonomistas reciclados.
Del capítulo VI al X se aborda la segunda ocupación (1906-1909).
Brota de las páginas de estos capítulos una de las etapas más
vergonzosas de la historia de Cuba. Los cubanos tuvieron que
soportar nuevamente la bota yanki pisando su tierra y que se
colocara en la máxima dirección del país, por un corto tiempo, a
William H. Taft, secretario de Guerra de Estados Unidos; luego al "mastodóntico"
Charles C. Magoon.
Para colmo, además de la afrenta a la soberanía y la dignidad de
Cuba que constituía la ocupación, no fue poco lo que el gobierno de
Magoon enseñó a los cubanos en materia de mal gobierno. Durante su
mandato la corrupción llegó a niveles elevados y se introdujo el
cáncer de las botellas.
Los últimos nueve capítulos del libro, que comprenden en su
totalidad el segundo tomo, abordan el período del gobierno de José
Miguel Gómez. Estos resultan muy atrayentes, quizás por la
intensidad de los acontecimientos políticos que hubo en esa etapa, y
porque a diferencia del gobierno de Estrada Palma —como demuestra
Rodríguez—, este se distinguió por enfrentarse a los yankis y
hacerles las cosas todo lo difícil que pudo, aunque sin pasar de los
límites permisibles. Mucho influyó en ese sentido el distinguido
patriota Manuel Sanguily, llamado a ser secretario de Estado del
gobierno del Tiburón.
Otra de las tesis defendidas por el autor y, en mi opinión
validada en sus páginas a través de numerosos datos y análisis, es
el intento de esta administración de incentivar en Cuba el
desarrollo frustrado de una burguesía nacional. Estos fueron
elementos positivos de este gobierno, pero quedaron disminuidos ante
la corrupción, los negocios sucios, las botellas, el tráfico de
influencia, los fraudes electorales, los males sociales, la
introducción de los juegos de azar y la represión sangrienta al
alzamiento del Partido Independiente de Color en 1912, entre otros.
Algunos de los mayores aportes de esta obra, tanto en información
como en análisis novedosos, se concentran en los capítulos dedicados
al problema del alzamiento del Partido Independiente de Color en
1912. Más de 200 páginas son dedicadas a analizar este
acontecimiento trágico de nuestra historia, en el que perdieron la
vida miles de cubanos, fundamentalmente negros y mulatos.
República de corcho es continuación cronológica y analítica
de obras anteriores del autor como: Cuba: La forja de una nación
y Cuba: las máscaras y las sombras. Obras como estas
siguen siendo imprescindibles para nuestra ciencia histórica y
nuestro combate ideológico frente al imperialismo.