Considerada por todos como soberana absoluta en el trono de la
carpintería tunera, Reyna Luisa Albuerne "barnizó" en su diálogo con
Granma un abanico de vivencias desde su irrenunciable
condición de obrera.
"Yo me hice carpintera por dos razones —confiesa: porque me
gustaba y por necesidad de trabajar.
"En los años sesenta, siendo adolescente, fui a estudiar corte y
costura en la escuela Ana Betancourt, en La Habana. Me iba bien y
aprendía con facilidad, pero en una ocasión vine a casa y decidí
quedarme, para empezar a trabajar y estudiar por la noche en la
facultad obrera y campesina, y así ayudar a mi mamá.
"Como apenas tenía 15 años de edad, no me querían dar empleo en
ningún lugar; comencé por un contrato en el banco de leche del
hospital. Por aquel tiempo yo daba vueltas y vueltas por la fábrica
de muebles, junto a otra compañera. Tanto pregunté y pregunté que
por fin nos ubicaron como lijadoras.
"Pero qué va... yo no podía estar tranquila viendo aquellas
máquinas, y se me metió en la cabeza trabajar como ayudante de
sierra. Lo logré. ¡No digo yo! Luego me incorporé a un curso de
carpintería, después vinieron otros, fui pasando por distintas
categorías hasta convertirme en carpintera A, que es lo que soy
desde hace más de 30 años".
—¿Por qué siempre carpintera y no en otra labor?
"Aunque a algunas personas les parezca raro, yo me siento muy
bien haciendo lo que hago. Mi trabajo me sigue gustando como el
primer día que llegué a esta fábrica. Recuerdo que hace algunos años
fuimos a amueblar el hotel Habana Libre, de la capital, y cuando
allá me veían picando piezas en una sierrita, se asombraban... ¡Como
si las mujeres no tuviéramos el mismo derecho y tanta habilidad como
los hombres, para la carpintería!
"He tenido en mis manos madera seca, verde, buena, mala,
preciosa, común, con nudos, sin ellos... y te digo que toda se puede
trabajar y trabajar bien. El resultado del mueble, la belleza, la
calidad depende de una sola cosa: del amor que pongas en lo que
haces.
"Por encima de todo me propongo hacer bien mi labor. No estoy
totalmente en contra de hacer cuatro y cinco normas, pero sobre todo
soy partidaria de trabajar bien, sin renunciar a sobrecumplir.
"Quizás por esa razón nunca me han aplicado medidas ni me han
señalado problemas. Soy jaranera, alegre, dicharachera; pero eso no
impide que sea muy exigente conmigo y con todo lo que tiene que ver
con mi trabajo."
—Dicen que una vez quisieron cambiarte de puesto y...
"¡No me digas nada! Resulta que tuve un accidente, me hice una
herida, decidieron cambiarme y me planté; dije que si la cosa era
así mejor me retiraba y no volvía a trabajar en nada más. No me
imagino en otra cosa. Amo mi oficio.
"Hace un tiempo, empecé a hacerle alergia a determinadas maderas
y, allá va eso: querían alejarme otra vez de mi puesto. Entonces,
para no irme de la carpintería, hice el firme compromiso de usar
siempre el protector de boca y de nariz."
Anirista por vocación natural, autora de varias soluciones que
agilizan y hacen más eficiente el proceso productivo, y amiga desde
la corteza hasta el corazón, Reyna saborea a pie de máquina, cada
día, su condición de obrera.
"Fui vanguardia nacional durante muchos años —explica—, en
algunas oportunidades quisieron proponerme cargos, pero nunca he
querido dejar de ser obrera. Se necesitan manos que produzcan... y
aquí están las mías."