A juicio de EE.UU. y Europa, al parecer los africanos no tienen
voz ni voto sobre lo que sucede en África. El presidente sudafricano
Jacob Zuma hizo un segundo viaje a Libia, en nombre de la Unión
Africana, en busca de un final diplomático para la guerra de la OTAN
contra el gobierno de Muammar al Gaddafi. Exactamente como en la
anterior misión de mantenimiento de la paz de la Unión Africana a
comienzos de abril, el coronel Gaddafi aceptó el plan de paz. Y lo
mismo que antes, los opositores y sus jefes estadounidenses y
europeos incluso se negaron a considerar un alto al fuego.
Como ha sido obvio desde el comienzo de esta "farsa" humanitaria,
los Grandes Padres Blancos de Europa y la "mascota de Wall Street"
de EE.UU., como han llamado a Obama, solo se quedarán satisfechos
con un cambio de régimen en Libia —¡Y al diablo con lo que piensen
los africanos!
Pronto los euroestadounidenses mostrarán exactamente el mismo
desdén por sus actuales aliados norteafricanos, basados en Bengasi,
que pretenden dirigir una "revolución" contra Gaddafi. Pero esos
insurgentes perdieron su legitimidad en el segundo mismo en que
decidieron convertirse en tropas terrestres para una invasión
neocolonial del Norte de África. Los revolucionarios luchan contra
el Poder. La pandilla de Bengasi no son otra cosa que peones del
imperialismo y no les queda credibilidad alguna como
revolucionarios. Es una guerra imperialista, librada con objetivos
imperiales. Los opositores libios prefieren convertirse en mascotas
del imperialismo, que esperan como miserables pequeños Gunga Dins [Gunga
Din: porteador de agua de los británicos en la cinta del mismo
nombre, N. del T.] que los británicos y los franceses lleguen con
helicópteros artillados para quemar y asesinar a sus compatriotas.
La OTAN da órdenes a sus acólitos libios como si fueran niños. La
OTAN "emitió recientemente instrucciones" de que los opositores no
vayan más allá de ciertos puntos en el desierto, para que no entren
a los campos de la muerte que los ricos padres blancos —más Obama—
preparan para incinerar soldados del Gobierno libio. Naturalmente
los opositores harán exactamente lo que se les dice, ya que no es su
revolución. Más bien Libia es la línea de avanzada de la
contrarrevolución europea y estadounidense. La cadena de comando
parte de París, Londres y Washington. Bengasi ha vuelto a ser el
puesto avanzado colonial que era cuando regían los italianos —solo
que ahora, en el siglo XXI, todos juntos, europeos y
estadounidenses, llegan a subyugar a los libios, que sonríen y se
despellejan mientras agradecen a los colonizadores que vuelven a
salvar a África de los africanos.
Y por eso tiene un sentido perfecto que una propuesta de paz del
presidente de Sudáfrica, el país más poderoso y rico del África
Negra, que actúa por cuenta de la organización que incluye a todas
las naciones del continente, cuente menos que nada en el contexto
imperial actual. Occidente alienta al presidente sudafricano Jacob
Zuma a que ayude a meter en vereda a los países africanos caóticos,
pero Zuma y la Unión Africana no están autorizados a interferir con
las guerras imperiales en el continente. Eso es "cosa de blancos".
Cuando lleguen los helicópteros de ataque occidentales, serán
aclamados por los opositores basados en Bengasi, como si ellos
hubieran logrado algo. Los Gunga Dins deberían estudiar
cuidadosamente esos helicópteros y su tremendo poder destructor.
Porque algún día se volverán contra ellos. EE.UU. y Europa no tienen
la menor intención de permitir que los libios gobiernen Libia.
Después de todo: ¿Por qué iban a entregar todo ese petróleo los
imperialistas a un montón de lacayos locales que ni siquiera
pudieron librar su propia guerra? (Tomado de Black Agenda Report)