Para
Niurka Ronda Fernández la fecha del 10 de abril de 1961 es toda una
leyenda. Aunque nació dos meses después, con el tiempo conoció que
ese día un grupo de contrarrevolucionarios había asesinado a su
padre, Juan Ronda Lazcano.
"Desde pequeña, acompañé a mi madre a las actividades de
recordación y homenaje. Así comprendí por qué mi papá no me vio
crecer".
En esa época, al incrementarse la movilidad de grupos
contrarrevolucionarios, fue necesario fortalecer la guardia
cederista, cuenta Cándido Jústiz, en aquel entonces responsable
nacional de vigilancia de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
"Para enfrentar estos grupúsculos, se le dio a Ronda la tarea de
cuidar los cables soterrados de La Habana Vieja. En esta misión,
buscó apoyo con los vecinos; sin embargo, los contrarrevolucionarios
lo asesinaron a traición", recuerda Jústiz.
Era la noche del 10 de abril de 1961, en las intersecciones de
las calles Apodaca y Factoría, en La Habana Vieja.
"Me llevaron al Hospital de Emergencias y al llegar lo encontré
muerto. Solo tenía 22 años. No podía creerlo. Desde entonces, tomé
fuerza para esperar el nacimiento de nuestra niña, en la que él
había puesto las ilusiones de ser padre", recuerda Caridad
Fernández, su viuda.
Y así, poco a poco, Caridad le fue inculcando a Niurka el ejemplo
de su padre, y hoy se siente orgullosa —tanto como lo hubiera estado
él—, de que esta mujer, teniente coronel del Ministerio del
Interior, y Yissel (la nieta), sigan su ejemplo y ocupen sus puestos
en la defensa de la Patria.
Cuenta que estando recién casados, Ronda se fue a la Sierra
Maestra y luego a Isla de Pinos como miembro de las Milicias
Nacionales Revolucionarias. Allí demostró su sentido de unidad,
impregnando en sus compañeros la seriedad y responsabilidad de la
tarea que la Revolución les había confiado.
Juanito había nacido en La Habana, el 8 de febrero de 1939.
Creció en la barriada de Los Pinos, Arroyo Naranjo, con un carácter
afable e inquietudes revolucionarias. Desde sus primeros años
participó en la lucha contra la tiranía.
Allí también desarrolló actividades en la lucha clandestina.
Acciones como sabotajes y distribución de propaganda, lo obligaron a
trasladarse de lugar al ser perseguido. En las filas del Movimiento
26 de Julio su mayor preocupación fue mantener la unidad de las
fuerzas revolucionarias.
Como trabajador de la Empresa Eléctrica de Capdevila, en Boyeros,
también fue ejemplar. Muchas son las anécdotas que familiares,
amigos, o simplemente vecinos, podrían relatar sobre Ronda, quien
participó en la creación de los CDR.
Por su entrega a esta organización y a la defensa de la Patria,
cada 10 de abril, y en el lugar donde fue asesinado hace 50 años,
muchos se reúnen para rendir tributo a Juan Ronda, considerado el
primer mártir cederista.