Es cierto: las mujeres cubanas desde hace muchos años dejaron de
ser "innombrables" para ocupar los planos más estelares, para ser
las protagonistas de hazañas cotidianas que antes les fueron
negadas. Para nadie es secreto dentro de este archipiélago el hecho
de que han conquistado incontables espacios alguna vez reservados
con el cartel de "solo para hombres". Sobran las cifras ascendentes,
las historias de aquellos antes y del después que las descubren
inmensas, magnánimas, imprescindibles...
Sin
embargo, luego de tanta batalla dada, aún persisten rezagos de
vicios machistas, a veces demasiado sutiles, que recortan el vuelo
al aún llamado sexo débil. Hemos sabido de cubanas que hacen
"trabajos solo de hombres", presentadas con la mayor de las
algarabías, como si a más de 50 años de Revolución contar esas
extrañezas fuera un logro, cuando a estas alturas del campeonato
tales argumentos deberían formar parte de nuestra cotidianidad.
Resulta oprobioso que subsistan prejuicios de género: deudas que
entre tantos logros no deben camuflarse.
Hace unos días tuve la oportunidad de presenciar una reunión
donde se discutía un asunto de jerarquía para el país. Entre los
decisores, quienes ponían a punto la culminación de una importante
obra, no fue difícil contar la cantidad de mujeres que aportaban
esfuerzos: ¡solo dos, entre una veintena de hombres! Entonces
comenzaron a diluirse aquellas cifras del inicio, pues en el terreno
del día a día muchas mujeres no ocupan responsabilidades porque
alguien las presume inferiores; porque alguien le "teme" a su
condición de madre, cabeza del hogar, esposa: papeles que alguien
supone pueden restarle neuronas a su gestión laboral; o porque
sencillamente ellas, a veces obnubiladas por esas opiniones
retrógradas, desertan de la vanguardia.
Por eso me detengo en las palabras pronunciadas por Fidel en el
ahora lejano marzo de 1974, recientemente publicadas en estas
páginas, palabras que alertan de una parte del problema aún sin
resolver: "Si hay muy pocas mujeres en el Partido, significa que
algo anda mal todavía en la Revolución y que algo anda mal todavía
en el Partido: o que no les prestamos toda la atención a las
mujeres, o que no hemos aprovechado el caudal de fuerza
revolucionaria y de virtudes patrióticas que la mujer encierra, y la
abnegación y el espíritu de sacrificio de que la mujer es capaz; o
que las mujeres están relegadas a simples amas de casa, o que en
nuestra sociedad socialista todavía prevalecen viejos criterios de
las sociedades feudales y burguesas. Y tanto la mujer como el hombre
tienen que luchar para llegar a lo que constituye uno de los
preceptos fundamentales del marxismo-leninismo, que es la liberación
de la mujer y la igualdad de la mujer con el hombre. ¡Y si tiene
hijos, no debe ser un demérito; y si tiene que atender una casa, eso
no debe ser un demérito para una mujer, sino un mérito!"
Sí, algo todavía no funciona bien dentro del Revolución, aunque
como país podamos mostrar los pasos más agigantados. Si no de qué
otra forma interpretar el hecho de que aún sean pocas las mujeres en
oficios no tradicionales (eufemismo para clasificar espacios aún no
ocupados); a qué se deben las caras de asombro, de de-sagrado, ante
las cubanas que transgreden lo "estrictamente varonil"; cómo
justificar la incoherencia de un funcionario cuando afirma en
televisión que las mujeres son torpes al volante; por qué persisten
en algunos espacios dosis de desconfianza hacia las féminas elegidas
para ocupar un cargo; cómo seguir aceptando la lacerante frase de
"mi mujer no trabaja en la calle"...
No es esta una diatriba contra el machismo sutil, milenario, por
demás inútil... Quizás sea un motivo para seguir empujando, para que
cinco décadas de Revolución no sean el remanso feliz donde sentarse
a descansar. El andar diario demuestra, amén de la enorme
participación de las cubanas en la vida de su país, que falta mucho
muro por derribar: muros a prueba del salitre de los años, por tanto
muros más difíciles de hacer caer. Y pudiera ser este un buen
momento para que ellas sigan defendiendo el espacio más que
merecido, cuando Cuba está inmersa en un proceso de disponibilidad
laboral, y la orden ha sido como siempre: ¡Cero discriminación! De
mujeres insustituibles está repleta esta isla, de mujeres que al
llegar la tarde doblan su jornada laboral porque en casa continúan
siendo "eternamente imprescindibles".
Porque aún subsisten deudas por saldar, bien vale otra mirada.
Más que eso: bien valen otros modos de actuar, dejar quietas las
cifras alcanzadas, los números por lograr, las historias narradas
cada 8 de marzo... El camino aún es largo.