La botija al descubierto
Tras una fase preliminar de exploración y tanteo,
la industria espirituana del mármol comienza a andar con piernas
propias
Juan Antonio
Borrego
La colina de Cariblanca, en Sancti Spíritus, sin más encantos
aparentes que la actividad tectónica de antaño, fue identificada
hacia 1999 como un prometedor banco de mármol, suerte de botija a
cielo abierto ubicada a unos diez kilómetros de la cabecera
municipal, y que viene cambiando la historia del lugar con el
establecimiento de una industria que pugna por crecer.
Según expertos, en
Cariblanca existen reservas estudiadas para 50 años.
"Cuando te paras frente a la loma se nota como una fractura, una
grieta que la divide en dos partes: la izquierda, de color rojo, y
la derecha, de color crema, combinación que se convierte en valor
añadido ya que en el mismo sitio, prácticamente a metros de
distancia, te encuentras dos materiales diferentes", explica el
ingeniero Leonardo Valladares, director de la Unidad Empresarial de
Base (UEB) Mármoles del Centro, que explota el yacimiento.
UN NEGOCIO REDONDO
Para defender las inversiones emprendidas en la zona, los
especialistas de Mármoles del Centro apelan a un argumento que no
deja margen a la duda: con el combustible que gastaban en el pasado
para trasladar un bloque del material hasta Mariel, la industria más
cercana, hoy día la Unidad trabaja dos meses.
Según estimados, solo la eliminación de este calvario representa
para la empresa un ahorro de 115 000 litros de diesel en un año,
además de la supresión de otros gastos incluidos en la
transportación, como por ejemplo los lubricantes, neumáticos y
piezas de repuesto.
La línea de
brillado abre nuevas perspectivas para la joven industria.
Rafael Cruz, el jefe económico de la más joven industria del
mármol en el país, destaca que ya en el 2010 se produjeron 46 280
metros cuadrados de losas para pisos, volumen que, a juzgar por la
demanda actual y la capacidad de la industria, debe crecer.
Este año el combinado incorporó una línea de brillado que permite
obtener un producto de mayor calidad y ha previsto, a partir de
mayo, el montaje de una grúa viajera con vistas a la manipulación de
la materia prima y de un tercer cortabloques para la fabricación de
losas de tamaño superior.
En relación con el consumo de agua —
precisa el director Leonardo Valladares— , diseñaron un sistema
de reciclaje que permite usarla de manera continua en un proceso
cerrado muy económico.
El monto general de la inversión ascendió a 2,2 millones de
pesos, la mitad de ellos en divisa y, según Valladares, debe pagarse
sin problemas en el plazo previsto —cinco años— o quizás en menos
tiempo, porque tiene garantizado lo que necesita para ello: la
materia prima, los insumos y el mercado.
MÁRMOL A LA VISTA
Cuando hace algo más de una década los buscadores llegaron a los
predios de Cariblanca y proclamaron ¡Mármol a la vista!, ya las
canteras de Real Campiña, en Cienfuegos, y Pelo Malo, en Villa
Clara, habían sido declaradas en quiebra, la primera por exceso de
producción sin salida y la segunda por bajos rendimientos, situación
que elevaba los costos y disparaba las pérdidas.
El mármol de la
zona de Cariblanca fue empleado en la construcción del Mausoleo del
Frente Norte de Las Villas, en Yaguajay.
Por aquellos años incursionaron también en la zona de Rebacadero,
cerca de Santa Clara, donde el entusiasmo por el reporte de un
afloramiento color verde Atlántico desapareció apenas pudo
comprobarse que el material encontrado era extremadamente duro para
las herramientas diamantadas de las que disponía el país y, peor
aún, que se trataba de reservas exiguas en comparación con el gasto
que representaba la inversión.
El hallazgo de Cariblanca, con requerimientos para ser explotado
industrialmente, llegó entonces como un bálsamo para la Unidad, que
tan pronto como pudo levantó campamento en tierra espirituana y se
dispuso a labrar un filón con reservas probadas para medio siglo a
ritmo de 4 000 metros cúbicos por año.
El material encontrado, además de relativamente dócil para el
corte, cuenta con diversidad cromática y no requiere de resinas de
ningún tipo para su brillado, lo que permite obtener un producto
final menos costoso.
EL ARTE DE SERRUCHAR PIEDRAS
Con sus orejas enfundadas en sendos protectores auditivos, Pedro
Pablo Mejía no intenta emular con los marmolistas de Carrara, la
mítica región italiana donde se presume existen las piedras más
blancas de todo el planeta.
El operario apenas se limita a desafiar con su máquina los
bloques de hasta 20 toneladas de peso que poco a poco ha aprendido a
"serruchar", en una especie de ritual del que al parecer no puede
deshacerse.
Cuando la piedra llega a sus manos ya otros se encargaron de
arrancarla del cuerpo de la roca madre, subirla a fuerza de mucho
ingenio al lomo de algún camión apto para tan embarazoso ejercicio y
transportarla hasta la industria, donde él y sus compañeros se
ocupan de reducirla a centímetros.
"El mármol no es como otro material pétreo —abunda Valladares—
que usted puede dinamitarlo para ayudar a su manipulación; es un
producto semicristalizado que no liga con explosivos, lo cual hace
más difícil su extracción y procesamiento, lleva experiencia,
oficio, cultura¼ "
Y todo ello ha tenido que acopiar también Pedro Pablo Mejía, el
picapedrero de las orejeras, para aprender a manejar con destreza la
máquina con la que, según dice, espera convertir en cuadritos la
loma de Cariblanca. |