Admirador de su también herrero padre, desde la cuna, y cansado
de ver las penurias que pasan campesinos y obreros agrícolas a la
hora de afilar machetes, azadones y otros instrumentos, Antonio se
propuso recientemente buscar una solución.
"Los herreros hacemos mucho más que herraduras. A mí, por
ejemplo, se me ocurrió la idea de hacer una piedra de amolar con
ladrillos refractarios usados y ahí está mi invento. No será una
solución definitiva al problema de afilar los utensilios de trabajo,
pero ayuda a resolver necesidades en mi Cooperativa de Producción
Agropecuria (la Calixto Sarduy) y en la Unidad Básica cañera Frank
País".
En efecto: con su rústica pero muy práctica "piedra de amolar",
Antonio le ha proporcionado el filo que requieren machetes,
cuchillos, azadones, hachas y¼ ¡hasta una
barreta que se mostraba "remolona" frente a la dureza del terreno!
"Por eso yo digo que nadie imagina la cantidad de cosas que
podemos hacer cuando ponemos a funcionar el cerebro", recalca
finalmente este modesto campesino, a quien muchas personas admiran
por la responsabilidad con que cumple sus deberes de vigilancia en
las noches (como custodio desde hace seis años) y por el modo en que
sigue entregándole sus mejores energías a la fragua, al martillo y
al herraje de las bestias en pleno día.