Magia y juventud

TONI PIÑERA

Foto: Nancy ReyesComo notas musicales en movimiento de las que se apoderaron los bailarines fueron: Giselle, La bella durmiente del bosque, Cascanueces, Coppelia, Don Quijote, El lago de los cisnes y Sinfonía de Gottchalk, piezas que, en fragmentos cumbres, llenaron una noche feliz de la mano de La magia de la danza, espectáculo inteligente que no solo brinda la posibilidad de ver pasar en un programa la riqueza acumulada, por siglos, en la danza clásica, sino que demostró, con creces, el caudal danzario que en los más jóvenes cuenta el Ballet Nacional de Cuba...

Diríamos, pues, que es una magia multiplicada, la que se logró: de la danza —que pone en evidencia el título mismo—, el de la juventud, que como divino tesoro aborda con ímpetu y nuevos bríos, obras ya clásicas y muy bailadas en el tiempo, y, esa

del BNC de seguir entregando figuras, a través de los años y las generaciones, demostrando un desarrollo inagotable.

Las cortinas se descorrieron con escenas del segundo acto de Giselle, y vistiendo el protagónico Bárbara García, junto al juvenil Yanier Gómez (Albrecht). Estilo, experiencia, técnica, aunadas en la inmensa primera bailarina se conjugaron con el joven bailarín que motivó fuertes aplausos por su desempeño, tanto en el baile como en la labor de pareja.

Sadaise Arencibia/Alejandro Virelles como la princesa Aurora y el príncipe Desiré, respectivamente, en las escenas del tercer acto de La bella durmiente..., constituyen una pareja clásica, en primer lugar por la perfección de las líneas y esa armonía en el baile que exhala buen gusto, refinamiento y un saber hacer-decir sobre las tablas.

Los fragmentos del segundo acto de Cascanueces acercaron figuras más que reconocidas y noveles bailarines que dejaron, todos, una grata estela a su paso por la escena. Anette Delgado se transformó en el Hada Garapiñada en esa función del viernes y dejó en claro su alta clase, en un trabajo que fue creciendo a medida que pasó el tiempo, a su lado, un bailarín que se va posesionando de la escena y de los personajes ante cada nueva salida: Dani Hernández, como Su Caballero. Vale la pena destacar también la labor de Lissi Báez, quien demostró buena técnica en sus solos, así como Marizé Fumero y el cuerpo de baile en el siempre agradecido Vals de las Flores.

Los momentos de Coppelia —primero y tercer actos— dejaron ver una novel Swanilda que tiene madera y ganas de hacer: Estheysis Menéndez. Junto a ella, el también juvenil Alfredo Ibáñez convenció en Franz, técnica e interpretativamente, sobresaliendo por la perfección y limpieza de los movimientos. Mientras que las escenas de Don Quijote fueron un terreno donde destacó una figura que a pasos agigantados cruza por la compañía: Yanela Piñera, una Kitri de hermosas poses y exigencia técnica, mientras que José Lozada como Basilio convenció. Carisma y versatilidad evidenció la juvenil Jessie Domínguez en la Mercedes, un personaje que palidece en otros intérpretes, porque no le aportan la gracia con la que lo matizó para que saliera a flote. Bien por el Espada de Arián Molina, joven que también se consolida en el BNC.

Plena de madurez, equilibrada al máximo, dueña de los movimientos apareció Viengsay Valdés en Odette (El lago de los cisnes), regalando un momento de pura danza que el auditorio recibió en toda su extensión. Aquí se unió durante esos minutos con otro bailarín novel: Camilo Ramos que dio todo de si para apoyar a la estrella, y de paso brillar con ella. En estos instantes de La magia... se puso en evidencia la energía que brota de los intérpretes, de lo aprendido en estos años con la Maestra y con los demás profesores, ensayadores, que fueron también sobre las tablas. Ellos marcan el camino, los guían para poder llegar al firmamento del BNC. Ahora, esta semana toca el turno de Don Quijote.

 

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