Como notas musicales en movimiento de las que se apoderaron los
bailarines fueron: Giselle, La bella durmiente del bosque,
Cascanueces, Coppelia, Don Quijote, El lago
de los cisnes y Sinfonía de Gottchalk, piezas que, en
fragmentos cumbres, llenaron una noche feliz de la mano de La
magia de la danza, espectáculo inteligente que no solo brinda la
posibilidad de ver pasar en un programa la riqueza acumulada, por
siglos, en la danza clásica, sino que demostró, con creces, el
caudal danzario que en los más jóvenes cuenta el Ballet Nacional de
Cuba...
Diríamos, pues, que es una magia multiplicada, la que se logró:
de la danza —que pone en evidencia el título mismo—, el de la
juventud, que como divino tesoro aborda con ímpetu y nuevos bríos,
obras ya clásicas y muy bailadas en el tiempo, y, esa
del BNC de seguir entregando figuras, a través de los años y las
generaciones, demostrando un desarrollo inagotable.
Las cortinas se descorrieron con escenas del segundo acto de
Giselle, y vistiendo el protagónico Bárbara García, junto al
juvenil Yanier Gómez (Albrecht). Estilo, experiencia, técnica,
aunadas en la inmensa primera bailarina se conjugaron con el joven
bailarín que motivó fuertes aplausos por su desempeño, tanto en el
baile como en la labor de pareja.
Sadaise Arencibia/Alejandro Virelles como la princesa Aurora y el
príncipe Desiré, respectivamente, en las escenas del tercer acto de
La bella durmiente..., constituyen una pareja clásica, en
primer lugar por la perfección de las líneas y esa armonía en el
baile que exhala buen gusto, refinamiento y un saber hacer-decir
sobre las tablas.
Los fragmentos del segundo acto de Cascanueces acercaron
figuras más que reconocidas y noveles bailarines que dejaron, todos,
una grata estela a su paso por la escena. Anette Delgado se
transformó en el Hada Garapiñada en esa función del viernes y dejó
en claro su alta clase, en un trabajo que fue creciendo a medida que
pasó el tiempo, a su lado, un bailarín que se va posesionando de la
escena y de los personajes ante cada nueva salida: Dani Hernández,
como Su Caballero. Vale la pena destacar también la labor de Lissi
Báez, quien demostró buena técnica en sus solos, así como Marizé
Fumero y el cuerpo de baile en el siempre agradecido Vals de las
Flores.
Los momentos de Coppelia —primero y tercer actos— dejaron
ver una novel Swanilda que tiene madera y ganas de hacer: Estheysis
Menéndez. Junto a ella, el también juvenil Alfredo Ibáñez convenció
en Franz, técnica e interpretativamente, sobresaliendo por la
perfección y limpieza de los movimientos. Mientras que las escenas
de Don Quijote fueron un terreno donde destacó una figura que
a pasos agigantados cruza por la compañía: Yanela Piñera, una Kitri
de hermosas poses y exigencia técnica, mientras que José Lozada como
Basilio convenció. Carisma y versatilidad evidenció la juvenil
Jessie Domínguez en la Mercedes, un personaje que palidece en otros
intérpretes, porque no le aportan la gracia con la que lo matizó
para que saliera a flote. Bien por el Espada de Arián Molina, joven
que también se consolida en el BNC.
Plena de madurez, equilibrada al máximo, dueña de los movimientos
apareció Viengsay Valdés en Odette (El lago de los cisnes),
regalando un momento de pura danza que el auditorio recibió en toda
su extensión. Aquí se unió durante esos minutos con otro bailarín
novel: Camilo Ramos que dio todo de si para apoyar a la estrella, y
de paso brillar con ella. En estos instantes de La magia...
se puso en evidencia la energía que brota de los intérpretes, de lo
aprendido en estos años con la Maestra y con los demás profesores,
ensayadores, que fueron también sobre las tablas. Ellos marcan el
camino, los guían para poder llegar al firmamento del BNC. Ahora,
esta semana toca el turno de Don Quijote.