"Este triunfo es también el resultado del esfuerzo y la
dedicación de mis compañeros del Instituto de Investigaciones de
Ingeniería Agrícola y del apoyo de mi familia", reflexionó el
experto, quien celebró ayer el Día del Ingeniero Cubano con el
reconocimiento a sus méritos en la labor profesional.
Ostenta en su aval una amplia gama de premios y distinciones,
pero con especial gozo escoge de sus remembranzas una experiencia
que desea resaltar.
"Hay un trabajo que al recordarlo me llena siempre de
satisfacción, y fue el establecimiento de una nueva tecnología en el
central Héctor Molina, de la antigua provincia de La Habana. Los
resultados fueron reconocidos por los especialistas cañeros, pues
permitió el despegue de la atención del drenaje y el riego de la
caña de azúcar" recordó el especialista, que lleva la mayor parte de
sus 45 años de labor entre cultivos.
A partir de esa experiencia se montó una tecnología similar, pero
mayor, en el central Urbano Noris, de la provincia de Holguín, cuyo
éxito abrió las puertas al desarrollo del drenaje parcelario con
riego en todo el país y lo avaló para el premio de la Academia de
Ciencias de Cuba.
Bromeando con su esposa Gladys y sus hijos, les dice que han sido
siempre compañeros de victorias.
"Tengo tres hijos: Misael, quien combatió en Cuito Cuanavale;
Magdelín, funcionaria de la Contraloría General de la República, y
Mirla, segunda jefa del hospital neurológico; de los cuales me
siento muy orgulloso. Junto con mis tres nietos son mi fuerza y
apoyo. Al verlos me lleno de regocijo, pues se encuentran
encaminados gracias a la Revolución."
Para Marcial es obligado mencionar los desmanes que sufrió en la
sociedad capitalista que existía en el pasado, donde ni él ni muchos
de los jóvenes de la época eran prioridad para los gobernantes de
entonces.
"Yo viví netamente el capitalismo y pasé todas las desventajas de
un negro en esa sociedad: hambre, desasosiego, frío. En medio de
todo ese marasmo, mi madre, que era analfabeta, trabajó mucho para
que yo estudiara."
Con gran esfuerzo se ganó una beca para ir a la Universidad, pero
las "marañas" de los que dominaban el sistema educacional amenazaban
con arrebatársela. "Suerte que llegó el primero de enero de 1959.
Con el proceso revolucionario entré a la Universidad, sin tener que
vender pomos o limpiar zapatos".
Tras el azote en 1963 del ciclón Flora, cuyas inundaciones
ocasionaron aproximadamente 2 000 muertos, el Comandante en Jefe
Fidel Castro visitó el recinto universitario y pidió a los jóvenes
que cursaban el tercer año de la carrera de ingeniería civil que se
especializaran en la esfera hidráulica. "Al momento accedí, por mi
convicción de revolucionario dejé a un lado mis proyectos de
construir puentes, carreteras y caminos".
Hoy, su acervo científico, además de encontrarse en numerosas
publicaciones, es recibido por los jóvenes profesionales que se
adentran en el mundo del agua, las tuberías y las botas. Para ellos
siempre tiene muchas enseñanzas técnicas pero solo una doctrina:
amar su trabajo, que tiene la belleza increíble de garantizar ese
preciado recurso para la subsistencia del ser humano.