La nación permanece con la rodilla hincada y el alma rota por los
más de 230 000 fallecidos, 300 000 heridos y más de un millón de
damnificados del brutal sismo, que pulverizó virtualmente a Puerto
Príncipe y provocó graves daños a otras ciudades como Jacmel,
Leongane, Petit Goave, Grand Goave, Gressier y Martissant.
En frías cifras, las pérdidas y daños alcanzaron el equivalente
al 120% del Producto Interno Bruto haitiano, según diversas fuentes.
Un golpe casi irrecuperable para una nación donde el 80% de la
población vive bajo el umbral de la pobreza, y dos tercios es
dependiente de la agricultura y pesca de subsistencia, fragilizadas
por la carencia y empobrecimiento del suelo disponible y de la ayuda
exterior.
Pero un año después del brutal terremoto, el país sigue
prácticamente igual que cuando la tierra dejó de temblar.
Unas 810 000 personas continúan viviendo en 1 150 improvisados
campamentos para damnificados en Puerto Príncipe, con 1,5 millones
de desplazados, según los últimos datos de la situación sobre el
terreno, dados a conocer por la ONU.
Miles de haitianos cocinan, se bañan y hacen sus necesidades más
perentorias en sucias carpas plásticas, como en Champs de Mars,
frente al destrozado y otrora emblemático Palacio Presidencial,
considerado uno de los campamentos más grandes que el terremoto del
12 de enero plantó en la capital haitiana; o en el de Acra, que
alberga a cerca de 20 000 personas en paupérrimas chabolas en plena
avenida Delmas, principal arteria de Puerto Príncipe. Haití, en
particular su capital, es todavía hoy un inmenso campamento y es
deplorable su estado higiénico-sanitario.
A pesar de la urgencia, señalan varios medios locales "muy poco
dinero se ha destinado a la recogida de escombros, a la reparación
de viviendas" y de instituciones públicas, todas desplomadas aquel
desdichado día.
Cálculos estimados aseguran que el fenómeno natural destruyó en
apenas segundos 105 000 casas y dañó a otras 208 000, y provocó,
además, que 20 millones de metros cúbicos de escombros ocupen
todavía las calles de esta nación.
Sin embargo, con esa paciencia propia de "convidados de piedra",
los haitianos siguen esperando de la comunidad internacional los
prometidos 10 000 millones de dólares para la reconstrucción de su
país, cifra de la que solo se ha entregado un 10%.
Incluso, el primer ministro haitiano Jean-Max Bellerive, se ha
lamentado amargamente de la "falta de control" que tiene el Gobierno
sobre los magros fondos canalizados para la reconstrucción, que son
administrados por organizaciones no gubernamentales.
Y para más desgracia, esta noble tierra sufrió después de aquel
impacto severas inundaciones, los embates del huracán Tomás y el
vertiginoso avance de una mortífera epidemia de cólera, que ha
contagiado a más de 154 000 personas, de los que casi 4 000 han
perdido la vida.
Frente a tanta desdicha, Cuba está presente con una ayuda
efectiva en este sufrido pueblo. Su único objetivo: que Haití se
levante sobre sus propios pies.
Durante la fase de emergencia provocada por el devastador
terremoto del 12 de enero del 2010, la Mayor de las Antillas llegó a
tener en Haití a una brigada médica integrada por 1 700 miembros,
incluidos graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM),
que atendió a más de 347 000 pacientes hasta el 30 de abril del
pasado año.
Hoy, ante otra emergencia: la grave epidemia de cólera que azota
a este empobrecido país, los 1 330 integrantes de la Brigada de la
Patria de José Martí han salvado la vida —hasta el martes 11 de
enero—, a 56 182 haitianos. Son ya 18 días sin reportarse un
fallecido por el letal padecimiento en los 63 centros y unidades de
tratamiento de cólera bajo la responsabilidad de los brigadistas
cubanos, reduciendo la letalidad de la enfermedad a 0,48 %.
Cuba, que 12 años antes ya estaba salvando vidas en la tierra de
Toussaint Louverture, continúa haciendo frente a la muerte en este
pedazo de Caribe, al que la comunidad internacional le ha dado la
espalda, dejando la ayuda prometida, solo en promesa. Haití hoy, es
muy similar al día que la tierra tembló y destruyó: continúa siendo
un campamento gigante de necesidades.