Compañeras y compañeros:
Es
muy grato para mí y un gran honor acceder a la solicitud que me
hicieron llegar de transmitirles un mensaje con motivo del XVII
Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que tiene lugar en
la Patria de Nelson Mandela, símbolo viviente de la lucha contra el
odioso sistema del apartheid.
Cuba fue sede de dos festivales mundiales: el XI, en 1978; y el
XIV, en 1997.
Por primera vez el Festival dejaba de realizarse en Europa para
hacerlo en un país de este hemisferio.
La decisión fue tomada por la IX Asamblea de la Federación
Mundial de Juventudes Democráticas que tuvo lugar en Varna,
Bulgaria, a fines del año 1974.
Eran tiempos diferentes: el mundo se enfrentaba a problemas
serios, pero menos dramáticos. Los jóvenes más progresistas luchaban
por el derecho de todos los seres humanos a una vida digna; el viejo
sueño de los mayores pensadores de nuestra especie cuando era
evidente que la ciencia, la tecnología, la productividad del trabajo
y el desarrollo de la conciencia lo hacían posible.
En un breve lapso de tiempo la globalización se aceleró, las
comunicaciones alcanzaron niveles insospechados, los medios para
promover la educación, la salud y la cultura se multiplicaron.
Nuestros sueños no eran infundados. En ese espíritu se llevó a cabo
el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en el que
participó también nuestro pueblo.
En el Consejo General de la Federación Mundial de Juventudes
Democráticas, celebrado precisamente en la heroica Sudáfrica a
principios de octubre de 1995, se aprobó la realización en La Habana
del XIV Festival, en el que participaron más de 12 mil delegados de
132 países. Nuestro país llevaba entonces casi 37 años librando la
batalla política e ideológica contra el imperio y su brutal bloqueo
económico.
Hasta la década de 1980 no solo existían la República Popular
China, la República Popular Democrática de Corea, Vietnam, Laos y
Kampuchea, que habían soportado guerras genocidas y los crímenes de
los yankis, sino también el campo socialista de Europa y la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas, un enorme Estado multinacional de
22 millones 402 mil 200 kilómetros cuadrados, con enormes recursos
de tierra agrícola, bosques, petróleo, gas, minerales y otros.
Frente a la superpotencia imperialista, con más de 800 bases
militares desplegadas por todo el planeta, se erguía la
superpotencia socialista.
La disolución de la URSS, fuesen cuales fueran los errores en uno
u otro momento de la historia, constituyó un duro golpe al
movimiento progresista del mundo.
Los yankis se movieron rápidamente y extendieron las bases
militares y el uso de instalaciones construidas por la URSS para
cercar más estrechamente con su maquinaria de guerra a la Federación
Rusa, que aún continúa siendo una gran potencia.
El aventurerismo militar de Estados Unidos y sus aliados de la
OTAN se incrementó en Europa y Asia. Desataron la guerra de Kosovo y
desintegraron a Serbia.
En el ámbito de nuestro hemisferio, aún antes de la
desintegración de la URSS, invadieron en el año 1965 a la República
Dominicana; bombardearon e intervinieron con fuerzas mercenarias a
Nicaragua; invadieron con sus tropas regulares a Granada, Panamá y
Haití; promovieron sangrientos golpes militares en Chile, Argentina
y Uruguay y dieron apoyo a la brutal represión de Stroessner en
Paraguay.
Crearon la Escuela de las Américas, donde no solo entrenaban a
miles de oficiales latinoamericanos en conspiraciones y golpes de
Estado, sino también familiarizaron a muchos con doctrinas de odio y
prácticas sofisticadas de torturas, mientras se presentaban ante el
mundo como paladines de "los derechos humanos y la democracia".
En la primera década de este siglo, la superpotencia imperialista
parece desbordarse de su propio cauce.
Los sangrientos sucesos del 11 de septiembre de 2001, en que
fueron destruidas las Torres Gemelas de Nueva York ―un episodio
dramático en el que perdieron la vida alrededor de 3 000 personas―,
y el ataque posterior al Pentágono, vino como anillo al dedo al
inescrupuloso aventurero George W. Bush para instrumentar la llamada
guerra contra el terror, que constituye, simplemente, una peligrosa
escalada en la brutal política que Estados Unidos venía aplicando en
nuestro planeta.
Está más que demostrada la bochornosa complicidad de los países
de la OTAN con tan repudiable guerra. Esa organización bélica acaba
de proclamar su propósito de intervenir en cualquier país del mundo
donde considere que sus intereses, es decir, los de Estados Unidos,
estén amenazados.
El monopolio de los medios masivos de información, en manos de
las grandes transnacionales capitalistas, ha sido utilizado por el
imperialismo para sembrar mentiras, crear reflejos condicionados y
desarrollar instintos egoístas.
Mientras los jóvenes y los estudiantes viajaban hacia Sudáfrica a
luchar por un mundo de paz, dignidad y justicia, en Gran Bretaña los
estudiantes universitarios y sus profesores libraban una batalla
campal contra los fornidos y bien equipados cuerpos represivos que,
sobre briosos caballos, los atacaban. Pocas veces y tal vez ninguna
otra en la historia se vió un espectáculo semejante de la
"democracia" capitalista. Los partidos neoliberales gobernantes
ejerciendo su papel de gendarme de la oligarquía, traicionando sus
promesas electorales, aprobaron medidas en el Parlamento que
elevaban a 14 mil dólares anuales el costo de los estudios
universitarios. Lo peor de todo fue el descaro con que los
parlamentarios neoliberales afirmaron que el "mercado resolvía ese
problema". Solo los ricos tenían derecho a los títulos
universitarios.
Hace pocos días, el actual Secretario de Defensa de Estados
Unidos, Robert Gates, al comentar los secretos divulgados por
Wikileaks declaró: "El hecho es que los gobiernos tratan con EE.UU.
porque les interesa, no porque les gustemos, no porque confíen en
nosotros, y no porque crean que podemos guardar secretos. Algunos
gobiernos tratan con nosotros porque nos temen, algunos porque nos
respetan, la mayoría porque nos necesita. Todavía somos
esencialmente, como se ha dicho antes, la nación indispensable".
No pocas de las personas inteligentes y bien informadas albergan
la convicción de que el imperio yanki, como todos los que lo
precedieron, ha entrado en la etapa final y que las señales son
irrebatibles.
Un artículo publicado en el sitio Web TomDispatch,
traducido del inglés por el sitio Rebelión, expone cuatro hipótesis
del probable curso de los acontecimientos en Estados Unidos, y en
todas ellas la guerra mundial figura como una de las posibilidades,
aunque no excluye que pueda haber otra salida. Añade que
definitivamente ese país perderá su papel dominante en las
exportaciones globales de mercancías, y en menos de 15 años perdería
su papel dominante en la innovación tecnológica y la función
privilegiada del dólar como moneda de reserva. Cita que ya este año
China alcanzó un 12% frente a Estados Unidos 11% en la exportación
mundial de mercancías, y aludió a la presentación por el Ministro de
Defensa de China en el mes de octubre de este año del superordenador
Tianhe-1A, tan poderoso que, como expresó un experto estadounidense,
"liquida la máquina Nº 1" existente en Estados Unidos.
Nuestros queridos compatriotas, al llegar a Sudáfrica, entre las
primeras actividades rindieron merecido tributo a los combatientes
internacionalistas que dieron su vida luchando por África.
Desde hace 12 años en el vecino Haití nuestra misión médica
presta su servicio al pueblo haitiano; hoy con la cooperación de
médicos internacionalistas graduados en la ELAM (Escuela
Latinoamericana de Medicina). Allí luchan también por África
combatiendo la epidemia del cólera, que es la enfermedad de
la pobreza, para impedir que se extienda a ese continente, donde al
igual que en América Latina hay mucha pobreza. Con la experiencia
adquirida, nuestros médicos han reducido extraordinariamente la tasa
de letalidad. Muy cerca de Sudáfrica, en Zimbabwe, en agosto de
2008, de "forma explosiva" estalló esa epidemia según el diario "Herald"
de Harare. Robert Mugabe acusó a los gobiernos de Estados Unidos y
Gran Bretaña de introducir la enfermedad.
Como prueba de la total falta de escrúpulo yanki, es necesario
recordar que el Gobierno de Estados Unidos entregó armas nucleares
al régimen del apartheid, que los racistas estuvieron a punto
de usar contra las tropas cubanas y angolanas, que después de la
victoria de Cuito Cuanavale avanzaban en la dirección Sur, donde el
mando cubano, sospechando ese peligro, adoptó las medidas y tácticas
pertinentes que le daban el dominio total del aire. Si intentaban
usar tales armas, no habrían obtenido la victoria. Pero es legítimo
preguntarse: ¿qué habría ocurrido si los racistas sudafricanos
hubiesen utilizado las armas nucleares contra fuerzas de Cuba y
Angola? ¿Cuál habría sido la reacción internacional? ¿Cómo habría
podido justificarse aquel acto de barbarie? ¿Cómo habría reaccionado
la URSS? Son preguntas que debemos hacernos.
Cuando los racistas entregaron el gobierno a Nelson Mandela, no
le dijeron una sola palabra, ni qué hicieron con aquellas armas. La
investigación y denuncia de tales hechos sería en estos instantes un
gran servicio al mundo. Los exhorto, queridos compatriotas, a
presentar este tema en el Festival Mundial de la Juventud y los
Estudiantes.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!