Pancho Amat: alambre dulce, recia estampa

Premio Nacional de la Música 2010 para el tresero mayor

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Tiene razón Adalberto Álvarez al decir que en la ejecución del tres hay un antes y un después de Pancho Amat.

Al escuchar a Pancho es muy posible que alguien recuerde la frase con la que Miguelito Cuní le daba entrada en el conjunto de Chapottín al tresero Arturo Jarvi: "Alambre dulce". Pancho, sin lugar a dudas, multiplica el legado melodioso de los grandes treseros cubanos, pero a la vez aporta una nueva dimensión virtuosística y ensancha el ámbito sonoro del instrumento.

Antes de que este excepcional artista —honrado este último fin de semana con el Premio Nacional de la Música 2010 en reconocimiento a la obra de la vida— irrumpiera en el ámbito de la creación, en Cuba se había desarrollado toda una escuela del tres, sobre la base de seculares saberes empíricos y tradiciones heredadas.

Cómo olvidar los aportes de Arsenio Rodríguez, no solo magnífico compositor sino cultor del cordófono cubano por excelencia; del mítico Niño Rivera, de los legendarios Isaac Oviedo, Chito Latamblet y Nené Manfugás.

Pero cuando llegó Pancho a la escena, al filo de los setenta del pasado siglo, trajo consigo conceptos renovadores que se tradujeron en una nueva cultura del sonido.

El tres dio entonces el salto desde la instancia folclórica hacia el espectro universal.

Claro que ello no sucedió de un día para otro. Primero hubo que acumular información y desarrollar el talento natural. A Pancho lo recordamos en la fundación del grupo Manguaré en 1971, en los días de la Unidad Popular del presidente Allende tratando junto a sus compañeros de dominar el charango. Pero como venía de Güira de Melena, de escuchar mucho guateque, y coincidía generacionalmente con los iniciadores de la Nueva Trova, y se estaba dando el caso, además, de que la resurrección de la música bailable cubana pasaba no solo por Irakere y Los Van Van, sino también por Rumbavana y Son 14, a Pancho, que llevaba el son en la sangre, comenzó a salírsele en el tres. Él mismo ha explicado su vínculo con el instrumento y el son:

"El tres empezó con el son y solo tiene tres sonidos: seis cuerdas repartidas dobles. El son creció y entonces, quizá por el hecho de tener tantos ingredientes que lo conforman, étnicos si se quiere, de tantas regiones de África, algo de lo que entró por Haití, más la influencia ibérica, es tal vez el género donde más equilibrados están todos sus ingredientes. Eso también permite al son ajustarse a otros géneros e invadirlos, y, a la vez, permitir que otros sonidos se metan en él. Entonces el son ha crecido de tal modo y se ha contaminado positivamente con tantas cosas, que ahora los que tocamos el tres, con aquellas tres cuerditas dobles, nos vemos obligados a hacer crecer un instrumento que se concibió de una determinada manera, y que si lo cambias ya no es tres. Eso es un reto."

Como también lo es otro de sus secretos: "Mi concepto del sonido es trovar el son y sonear la trova". Justo por ese camino buscan tanto su colaboración en proyectos discográficos de las más diversas especies, tanto en Cuba como en el extranjero.

Prueba al canto, en lugar de una, aquí van dos: la grabación junto al guitarrista Joaquín Clerch y la flautista alemana Anette Malburg, que conquistó en el 2009 el Echo Klassik Award en Europa; y la participación con su banda El Cabildo del Son en un álbum donde se entrecruzan los aires de Cuba y Venezuela al alternar con la agrupación de este último país Cuatro x Cuatro.

No puedo poner punto final a esta nota sin una sugerencia al Instituto Cubano de la Música: de ser posible, idear el encuentro de Pancho con sus dos agrupaciones: el Cabildo del Son y Café Vista Alegre. Sería una oportunidad única y quizás irrepetible.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir